La nueva teoría de la conspiración de Miguel Bosé: la diferencia real entre las vacunas de hoy y las de antes
Miguel Bosé lleva semanas poniendo en duda desde los motivos de las muertes por coronavirus hasta la eficacia de las mascarillas. En su úlltimo video asegura que las vacunas actuales no son buenas y que él quiere poder elegir ponérsela o no sin que ello tenga consecuencias.
Las vacunas también han evolucionado a lo largo del tiempo. Dos expertos virólogos nos cuentan en qué se diferencian las de antes con las de ahora
Algunos discursos negacionistas argumentan que las vacunas actuales son menos seguras. Nada más lejos de la realidad.
El mundo a la espera de una vacuna. Nunca antes en la historia de la Humanidad, los científicos, laboratorios, virólogos e industria farmacéutica habían estado tan unidos con un objetivo común: la inmunización contra la COVID-19. En el lado contrario, los negacionistas, como Miguel Bosé, que argumenta en su última disertación no-musical en Instagram que las vacunas de ahora son muy distintas a las de antes y que "hoy las vacunas tienen elementos con los que no estoy de acuerdo". Tan distintas son, que no se las pondría. Tampoco la de la COVID-19, se entiende. ¿Pero tienen algo de razón estos mensajes o es simplemente especulación?
Lo único cierto es que las vacunas actuales no son iguales que las de hace 30 años, cuando el cantante iba a África y cantaba. Ahora son más seguras y tienen menos efectos secundarios. De hecho, incluso el proceso de fabricación de las mismas es mucho más proteccionista para el ser humano: donde antes se inoculaban los virus a animales vivos ahora, en la gran mayoría de los casos, se lleva a cabo con células. Menos sufrimiento, más seguridad. Hablamos con expertos.
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"Hace años se inoculaban muchos ratones para hacer vacunas, mediante la preparación de muchos cerebros de roedores con el virus y la inactivación de este mediante agentes químicos. A determinadas dosis, eso podía ser una vacuna. Ahora eso es inaceptable. Además, en esas vacunas estaban los virus inactivos, pero también otros elementos que podían ser nocivos para las personas que lo recibían y causaban daños como el Síndrome de Guillain-Barré", cuenta para Uppers Miguel Ángel Jiménez Clavero, virólogo e investigador científico en el CISA.
Margarita del Val, viróloga e investigadora del CSIC también coincide en que antes las vacunas "antes la inmunidad era más potente, porque estimulaba todas las ramas del sistema inmunitario de una manera parecida al patógeno natural, pero había más desconocimiento de que se había perdido y más riesgo de que revirtiese al tipo salvaje virulento original. En la práctica casi ninguna revierte. Son por ejemplo las vacunas de la viruela, de la polio, del sarampión o de la rubeola".
Sin una brecha en la creación de vacunas
En el mundo científico no hay una brecha en la investigación que de la noche a la mañana lo sacuda todo y cambie. Es una evolución lenta y que va siguiendo los pasos y protocolos para garantizar la seguridad. Por ejemplo, la vacuna contra la fiebre amarilla fue creada en 1937 por el virólogo Max Theiler, lo que le sirvió para ganar un premio Nobel y, desde entonces, la cepa que utilizó, bautizada como 17D, es la que se ha venido usando desde entonces y la que ha servido como base para la creación de otras nuevas vacunas.
"El mundo viejo y el nuevo se juntan en esta vacuna", cuenta Jiménez Clavero, "por su seguridad ha demostrado que se puede usar en vacunas donde se mezcla la cepa 17D con otros flavivirus para sacar nuevas vacunas como contra el zika o el virus del Nilo occidental".
Lo de las "vacunas de nueva generación"
La ciencia avanza y, con ella, la nueva manera de investigar vacunas y producirlas. En general, existen dos tipos de vacunas en el mercado: las que han sido creadas de manera "tradicional" y las recombinantes, que serían las llamadas "de nueva generación".
La diferencia no está, como alerta la teoría de la conspiración de algunos, en que las nuevas lleven nanobots introducidos por alguna empresa de Bill Gates, sino por la forma en la que se crea el compuesto que generará inmunidad en nuestro cuerpo.
"El mundo de las vacunas ha evolucionado sobre todo a través de avances en la biología, como la manipulación genética: ahora se pueden dirigir cambios de forma racional. Podemos privar a un genoma de un virus y hacer una atenuación dirigida. Se pueden coger y copiar las zonas de un patógeno, meterlas en otro sistema biológico que las reproduzca y estos elementos pueden representar vacunas que están siendo construidas por un organismo no patógeno pero le sirven al cuerpo para crear anticuerpos", explica el experto.
En otras palabras, es como si ahora eligiéramos con unas pinzas las partes del virus que nos interesa y se lo "cediéramos" a otras células para que ellas reaccionar y crearan el suero que, finalmente, se introduciría en el ser humano. Un trabajo delicado y basado en la tecnología del ADN combinante.
"Todos estos son sistemas nuevos, pero siguen predominando las vacunas clásicas porque son las más fáciles de producir. Una recombinante, sin embargo, supone más investigación y más tiempo", aclara Jiménez Clavero.
"Desde hace décadas", cuenta Margarita del Val, "se suelen hacer vacunas más definidas química y biológicamente, en las que se controlan todos sus componentes. Suelen ser vacunas en vectores conocidos, solo con proteínas, o solo con genes aislados o fragmentos aislados del patógeno. Son en general más seguras, aunque a veces la inmunidad que confieren es menos duradera".
En este sentido, según la viróloga, las vacunas actuales "son frecuentemente menos capaces de frenar la transmisión total del patógeno, pues no son capaces de inducir inmunidad celular, la de linfocitos T citotóxicos que eliminan a las células infectadas, que son las fábricas de virus en el organismo. La seguridad prima. Son por ejemplo las vacunas del papiloma para el cáncer de cuello de útero, muy eficaz, por cierto, y que frena la transmisión de mujeres a hombres. O la vacuna de la hepatitis B. O las vacunas conjugadas de los neumococos".
Otros cambios en los componentes
Las partes que forman una vacuna también han evolucionado con el paso del tiempo, y la ciencia ha ayudado a optimizar los recursos y los procesos de fabricación.
"Los compuestos adicionales que llevan las vacunas se llaman adyuvantes y son necesarios para que se potencie la respuesta inmunitaria, de hecho por eso dan una pequeña reacción local, que es una buena señal. Los adyuvantes cada vez son más refinados y controlados, a la vez que potentes. Antes no se sabía su mecanismo de acción y eran mezclas complejas. Ahora se sabe para la mayoría y son los componentes puros", explica Del Val.
También hay evoluciones que permiten, por ejemplo, ahorrar costes. "Hay excipientes para mantener la estabilidad de la vacuna y ser menos dependientes de refrigeración, y conservantes para permitir hacer envases multidosis para vacunar a varias personas, que ahorra mucho en el precio final de las vacunas, un aspecto muy importante, ya que se intenta que sean de los medicamentos más baratos por su necesidad para poblaciones muy grandes", concluye la especialista del CSIC.