Ocho de cada diez personas fracasan en su intento de bajar de peso cuando se ponen a dieta. Sin embargo, cada vez son más las que lo intentan, un 44% de los españoles han subido de peso desde que empezó el confinamiento y ahora les cuesta desprenderse de esos temidos kilos de más que, recordamos, no son solo un tema estético sino de salud. El problema que suelen tener los regímenes de adelgazamiento es la frustración que traen consigo y no es por falta de fuerza de voluntad, hay factores genéticos y físicos que nos predisponen a conseguir o no el objetivo. Te lo contamos.
De acuerdo con un estudio da la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y las universidades de Harvard y Nueva York, el cerebro está altamente implicado en los procesos de adelgazamiento. Diego Redolar-Ripoll, subdirector de investigación de los Estudios de Psicología de la UOC y uno de los autores del estudio, asegura que diferentes regiones cerebrales se activan cuando algo nos gusta porque supone un estímulo que nos gratifica y activa el sustrato nervioso del refuerzo. “Muchos alimentos generan la activación de ese sustrato. El que más, la glucosa. Es el equivalente a la activación que provoca la cocaína. Entre otras sustancias se liberan dopamina y serotonina”, señala.
A esto hay que sumarle también que existe otra red en el cerebro implicada en lo que los neurocientíficos llaman control cognitivo y que son un conjunto de funciones que jerárquicamente están por encima de las demás. Se manifiesta cuando hay que tomar decisiones, elegir la opción más adecuada o buscar la estrategia que más se ajuste para resolver un problema…
“Aunque la obesidad tiene muchas causas, una de ellas es el que el sistema del refuerzo está descontrolado y las personas se dejan llevar exclusivamente por él, por lo que no tienen control sobre su propia conducta, algo que ocurre en otras adicciones. Pero aumentando la activación de la corteza prefrontal dorsolateral se consiguen dos cosas: que tengan más control sobre su propia conducta y que disminuya el deseo por el alimento que se quiere evitar”, añade.
Pero el tema del adelgazamiento no es solo cerebral, además de estos dos circuitos, también influye la parte emocional, ya que hay una relación muy directa entre emociones e ingesta. Como explica Marta Calderero, profesora de la UOC, las investigaciones muestran que la adicción a los alimentos altamente apetecibles se ve muy afectada por la impulsividad y el estado de ánimo. “El estrés crónico puede afectar negativamente al funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, influyendo así en el comportamiento alimentario y aumentando el deseo de consumir alimentos muy apetecibles”, indica.
Cuando se consume este tipo de alimentos poco saludables “intentamos regular nuestro malestar emocional, señala la profesora, añadiendo que la ira y la tristeza, junto con las emociones negativas relacionadas con experiencias interpersonales como la decepción, sentirse herido o la soledad, parecen ser un antecedente de los atracones especialmente cuando se sufre ansiedad.
Practicar la alimentación consciente, lo que se conoce como mindful eating, logra aumentar la conciencia durante la comida percibiendo realmente los niveles de hambre. “Las investigaciones demuestran que las personas con problemas de alimentación no suelen prestar atención a si realmente tienen hambre cuando comen”, advierte la profesora colaboradora de la UOC.
Eso se debe a que, por lo general, no sabemos identificar las emociones y terminamos asociando las negativas a alimentos hipercalóricos. “¿Cómo te sientes cuándo te entran unas ganas atroces de comer a deshoras? ¿Aburrido, estresado, triste? Determinar si realmente tienes hambre o sólo comes para dejar atrás una emoción es clave”, señala Calderero.
Este es el primer paso para romper las asociaciones con la comida. Todos tenemos hábitos y rutinas que son perjudiciales, como ver la tele mientras comemos, cosa que nos impide estar centrados en el hecho de alimentarnos en sí. “Se pueden crear asociaciones positivas con una luz y música suaves. Ayudará a relajarse y reducir el malestar emocional”, concluye.