Descansar correctamente, hacer ejercicio de manera regular y llevar una alimentación equilibrada rica en frutas y verduras en la que el consumo de azúcares, bollería, bebidas carbonatadas y otros malos ultraprocesados esté limitado: estas son las tres máximas para llevar un estilo de vida sano y mantenerse en buena forma física. Sin embargo, cuando nos proponemos perder peso, muchas veces solemos buscar dietas milagro y truquillos que, en la teoría, puedan ayudarnos a adelgazar de manera más rápida.
En los últimos años han surgido numerosas teorías sobre hábitos que podrían ayudarnos a bajar de peso. Así, seguro que has escuchado hablar de la importancia de dormir un mínimo de horas y de aumentar el consumo de proteínas en nuestras comidas, pero también de los motivos por los que, teóricamente, no deberías tomar fruta pasado el mediodía o tomar carbohidratos por las noches.
Estas teorías, que en algunos casos están respaldadas por claras evidencias científicas y, en otros, beben de mitos, también afectan a las horas a las que debemos comer para bajar de peso de manera más eficiente. Es decir: no solo se centran en lo que comemos, sino en cuándo comemos. En este sentido, una de las prácticas que más popularidad ha ganado recientemente por las ventajas que aporta a la hora de adelgazar es el ayuno intermitente, un tipo de régimen alimenticio que se basa en restringir la ingesta de comida durante un periodo mínimo de doce horas y que defiende que, al concentrar nuestras comidas en una ventana de tiempo reducido, se desencadenan unos procesos químicos en el organismo que ayudan a quemar grasa y, consecuentemente, perder peso.
El ayuno intermitente puede practicarse de muchas maneras, dependiendo de cómo dividamos el tiempo. Las tres opciones más comunes son el ayuno intermitente de 12 horas, que se basa en ayunar durante 12 horas al día (por ejemplo, hacer la última comida a las ocho y desayunar a las ocho), el de 14 horas, en el que se deja de comer durante 14 horas al día (por ejemplo, hacer la última comida a las siete y desayunar a las nueve de la mañana), y el de 16 horas, en el que se come durante una ventana de ocho horas para hacer ayuno durante las 16 restantes (por ejemplo, hacer la última comida a las cinco de la tarde y desayunar a las nueve de la mañana). Sin embargo, también hay variantes de ayuno de 24 e incluso de 48 horas, en las que sus practicantes se pasan uno o dos días sin comer.
Además, dependiendo de cómo hagamos el ayuno, podemos diferenciar entre aquellos que hacen ayuno durante la tarde-noche y entre quienes lo realizan de buena mañana. Es decir: entre los que deciden adelantar la cena y los que deciden retrasar el desayuno.
Uno de los defensores del ayuno intermitente por las mañanas es Tim Spector, un profesor de epidemiología genética del King’s College de Londres y escritor de varios libros sobre dietas y nutrición.
En una reciente charla con el periódico británico The Telegraph, Spector, que es también el cofundador de la compañía médica Zoe, defendió la necesidad de repensar muchos de nuestros hábitos, ya que podrían ser más o menos saludables de lo que creíamos inicialmente, y habló de los beneficios que retrasar el desayuno podría tener en nuestra dieta.
Según el profesor, desayunar a las once en lugar de a las ocho sería mucho más efectivo que otras dieta de ayuno modernas, como la del ayuno 5:2, una práctica que consiste en comer durante cinco días y en ayunar durante dos y que es bastante popular en Reino Unido.
En concreto, Spector defiende que con este método las personas pueden perder entre dos y cinco kilos en unos meses, consumiendo prácticamente la misma cantidad de comida. Además, sostiene que es una forma mucho más sencilla de alimentarse a largo plazo, por lo que podría mantenerse en el tiempo.
Para sacar estas conclusiones, Spector se basa en los Hadza, una tribu de cazadores-recolectores modernos que habita en Tanzania (África). Los Hadza, según descubrió, realizan su primera ingesta de comida en torno a las 10:30 u 11:00 y no sufren problemas de obesidad ni de diabetes de tipo 2, lo que puede sugerir que, retrasando la hora de la primera comida del día, se puede combatir estas afecciones.
A la hora de poner en práctica estas rutinas, no obstante, es importante tener en cuenta que para poder adelgazar es necesario llevar una dieta sana y equilibrada. Independientemente de los beneficios que pueda aportar, de nada sirve retrasar el desayuno si, después, se tiene una mala alimentación y se sigue un estilo de vida completamente sedentario. Y es que, como decíamos al principio, el descanso, el deporte y la alimentación son las claves para mantenerse en forma, así que tenlo en cuenta antes de introducirte en el mundo del ayuno intermitente.