Los huevos forman parte de nuestra dieta desde tiempos inmemoriales. Y se puede decir que, actualmente, no hay semana en la que la mayoría de la población no consuma, al menos, uno o dos huevos de gallina. Las razones de que se coman tantos huevos pasan por sus propiedades nutricionales, ya que son una excelente fuente de proteínas, y por su gran versatilidad a la hora de cocinarse.
Pero los huevos también son uno de los alimentos más delicados a la hora de conservarse y consumirse. Esto se debe a que cualquier fallo en su mantenimiento o refrigeración puede derivar en intoxicaciones que llegan a resultar bastante graves. No te preocupes. No hace falta una ingeniería aeronáutica para conservar los huevos correctamente, solo basta con prestar atención a algunos aspectos y seguir unas recomendaciones básicas muy fáciles de aplicar.
Los huevos son uno de los alimentos más nutritivos, sabrosos y versátiles que tenemos a nuestro alcance. Al tratarse de una proteína animal que solemos comprar cruda, tienen un tiempo de vida limitado. Por ello, se recomienda mantenerlos en un lugar fresco, seco y a temperatura constante, para evitar que puedan generar problemas de salud.
En caso de que cuentes con refrigerador, lo recomendable es mantenerlos ahí. Es más, si te fijas, las neveras suelen tener un compartimiento especialmente destinado para almacenar huevos, usualmente en la puerta, separado del resto. De esta forma se evita la contaminación cruzada con otros alimentos. Si no tienes refrigerador, busca un lugar seco donde no haya cambios de temperatura frecuentes o muy marcadas. Es decir, a una distancia considerada de la cocina, ya que su encendido y apagado afecta la temperatura del ambiente.
Lo que sucede es que estos cambios suelen producir condensación en la superficie del huevo, es decir, generan humedad, y esta, a su vez, aumenta la porosidad de la cáscara. Y es a través de esos poros por donde ingresan los microorganismos. Recuerda siempre –y esto aplica no solo a los huevos, sino a todos los alimentos–: la humedad es el caldo de cultivo perfecto para los microorganismos.
El tiempo de vida de un huevo, desde el momento en que fue puesto, es de aproximadamente cuatro semanas. Si, por ejemplo, vives en un lugar muy cálido y no cuentas con refrigerador, evita comprar mucha cantidad y ten a la mano solo lo que vas a consumir en los próximos días. De lo contrario, mantén los huevos refrigerados y saca solo lo que piensas consumir al momento.
El correcto mantenimiento de los huevos es clave para evitar intoxicaciones o enfermedades como la salmonella. Por ello, evita la mayonesa con huevos crudos. Aunque es una práctica difundida, no es muy sana que digamos.