Un buen zumo de frutas parece una buena elección como fuente de nutrientes. Hasta ahora, el consumidor tenía claro que era mucho mejor el zumo natural, frente a cualquier opción envasada.
Ahora sabemos que incluso los zumos naturales pueden no ser tan sanos como parecen y que, en ningún caso, sustituyen una pieza de fruta. El asunto se complica si hablamos de años. Como sabemos, a partir de los 50 la manera en la que descomponemos y almacenamos los nutrientes cambia. Cuando convertimos una fruta en un zumo, debemos saber que sus azúcares naturales pasan a ser azúcares libres, lo que conlleva a que procesemos, metabólicamente hablando, de otra manera este alimento. Hay, por tanto, razones que aconsejan reducir la ingesta de zumos.
Cuando sometemos a una pieza de fruta a un proceso de licuado o exprimido, los hidratos que tienen de manera natural se transforman en azúcares libres. Según la OMS, los azúcares libres son los monosacáridos y disacáridos (carbohidratos) que la industria alimentaria añade a los alimentos y bebidas para que, como decíamos, sepan mejor, conservarlos durante más tiempo o darles una consistencia determinada.
Azúcares libres también son la miel, los jarabes, y zumos de frutas, aunque sean caseros. El azúcar es nuestra principal fuente de energía, pero cuando se extrae de su medio natural, por ejemplo, la fruta o la verdura, su poder nutritivo es nulo. De ahí que se considere que son calorías vacías
Como decimos, cuando licuamos una fruta estamos convirtiendo los hidratos de carbono en azúcares libres. Eliminamos los nutrientes; entre ellos, la fibra. Por tanto, eliminamos también la capacidad depurativa de la fibra, también buena para nuestra microbiota.
La absorción de los zumos por parte de nuestro organismo es más rápida. Cuando se pierde la fibra de un alimento, nuestro intestino lo metaboliza en poco tiempo y que tiene un índice glucémico alto. Si este índice es elevado, significa que absorberemos rápidamente los carbohidratos y que nuestra glucemia o azúcar en sangre subirá rápidamente. Evitar los picos de glucosa es deseable, sobre todo a partir de los 50, cuando se empiezan a dar enfermedades asociadas a la edad como la diabetes.
Como consecuencia de esta absorción rápida, aumentan las posibilidades de una resistencia a la insulina y de que se produzcan más ácidos grasos en el hígado. Por tanto, tenemos mayor probabilidad de almacenar grasa corporal.
La ingesta de azúcar es mayor respecto a una simple pieza de fruta. Cuando hacemos un zumo, por ejemplo, de naranja, utilizamos más de un ejemplar, por lo que estamos aumentando la ingesta de azúcares transformados y que han perdido la fibra.
Al beber un zumo, no masticamos. Esta obviedad tiene implicaciones nutritivas. Al masticar una fruta se ralentiza el proceso de absorción de los hidratos de carbono, además de producir mayor saciedad. Comer la fruta entera y masticando hará que no se produzcan picos de glucosa y calmará mucho mejor nuestro apetito. Además, los picos de glucosa habituales son peligrosos para el sistema circulatorio, ya que puede afectar a las paredes arteriales. Por último, aumentan el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares.