Hasta ahora, pensábamos que el desayuno 'por defecto' estaba compuesto por alimentos dulces. Si recordamos los anuncios de hace unos años sobre los alimentos que había que comprar para desayunar, llegarán a nuestra cabeza imágenes de galletas, pastelillos, bollería de todo tipo, mantequilla, margarinas y toda suerte de productos chocolateados.
Cuando este tipo de dieta comenzó a cuestionarse, algunos expertos, incluso, la daban por buena argumentando que después de pasar la noche con bajos niveles cortisol, el organismo necesitaba reponer sus niveles de glucosa para que la cadena hormonal de actividad se pusiera en marcha. Era esa época, aún reciente, en que los zumos de frutas pasaban por buenos y el zumo natural de naranja era el paradigma del alimento sano.
Hoy se sabe que los zumos industriales contienen básicamente azúcar y que el zumo de una naranja pasa a ser azúcar libre, calórico, pero sin nutrientes. También sabemos que inflamación e hiperglucemia van de la mano. Los alimentos que elevan rápidamente los niveles de glucosa en sangre se asocian con niveles elevados de marcadores inflamatorios. También se sabe que la resistencia a la insulina es un peligroso factor de riesgo para la salud.
Para la doctora Odile Fernández, autora del libro 'Hábitos que te salvarán la vida' (Planeta), la respuesta inflamatoria crónica es un asesino silencioso que acelera el envejecimiento y puede dañar células, tejidos y órganos sanos, además de aumentar la incidencia de enfermedades cardiovasculares, cáncer, obesidad, diabetes, artritis, enfermedades pulmonares, Alzheimer, asma o depresiones, entre otras patologías.
Visto así, parece lógico cambiar el desayuno dulce por salado. Según las nuevas evidencias, la primera hora de la mañana en el peor momento para tomar azúcar y almidón, ya que coincide con el momento en el que nuestro cuerpo es más sensible a la glucosa. Los picos de glucemia durante la mañana son mucho más complicados de controlar que los del resto del día. Y lo peor que le puede pasar a nuestro organismo es estar expuesto a contrastes muy marcados. Una glucosa desregulada hará que empecemos a 'almacenar' más calorías de las que realmente necesitamos.
La doctora Fernández, que, como cuenta en su libro, logró superar un cáncer de ovario cuidando su alimentación, entre otras terapias, explica que los desayunos ricos en grasas y proteínas no producen picos de glucemia, al contrario de los compuestos por azúcares y almidones.
Un desayuno salado incluirá alimentos proteicos y grasas que aportarán una energía duradera y que bien combinados pueden conseguir que llegues al mediodía saciado y con energía. Un desayuno salado equilibrado puede proporcionar cuatro horas de energía en las que no habrá espacio para el picoteo.
Por tanto, la principal ventaja del desayuno salado es que evitará tener picos altos y bajos de glucosa durante todo el día. De esta manera, nuestro organismo no nos pedirá ingerir alimentos ricos en azúcar continuamente. Por otra, parte se trata de un desayuno más variado al incluir grasas buenas, proteínas, frutas, hortalizas y verduras.
Desayunar salado también nos permite aprovechar mejor la despensa. Odile Fernández, de hecho, aconseja desayunar las sobras saladas del día anterior, si no hay tiempo que dedicarle a la cocina. Si vamos a hacernos el desayuno, son recomendables los huevos en tortilla, revueltos o cocidos, acompañados por champiñón, pepino o tomate natural, y grasas saludables como las que proporcionan el salmón, las sardinas o anchoas o el aguacate.
Los frutos secos son una excelente opción para arrancar este desayuno salado saludable. En él también es importante el orden en que ingerimos los alimentos: primero la fibra de las verduras u hortalizas, después grasas y proteínas y, por último, los hidratos con el fin de evitar que incrementen el nivel de azúcar en sangre. Con esta pauta no solo tendremos energía durante nuestra mañana, sino que también rebajaremos algún kilo al no necesitar ingerir más alimentos.