Aunque no te lo creas, el intestino es el órgano sensorial más grande de nuestro cuerpo. Está ocupado por un cúmulo de microorganismos que forman nuestra microbiota intestinal y que cumple funciones tan importantes como educar nuestro sistema inmune, producir vitaminas y ácidos grasos de cadena corta y, también, ácido butírico, un antiinflamatorio necesario para segregar la serotonina, la llamada hormona de la felicidad. Hablamos con Blanca García-Orea, nutricionista y autora de "Las recetas de Blanca. Todo se cocina en el intestino" para que nos explique cómo el estado de estas bacterias afecta a nuestro estado de ánimo y qué podemos hacer para tenerlas contentas.
Como en cualquier batalla, en nuestro intestino se cumple la ley del más fuerte. Entre todas las bacterias que se alojan en él, hay buenas y malas, y ambas se pelean para lograr reproducirse, activarse y dominar las órdenes de nuestro organismo. "La alimentación es la que condiciona que esos microorganismos buenos o malos predominen en nuestro cuerpo. Entre los 3 y los 5 años es cuando se nos programa esa microbiota, pero eso no quiere decir que no se pueda mejorar a lo largo de la vida", explica la nutricionista.
Las bacterias beneficiosas se hacen fuertes gracias a los prebióticos que se encuentran en una alimentación rica en fibra y sin aditivos. Sin embargo, si basamos nuestra ingesta en ultraprocesados y nos olvidamos de la comida casera y natural, es muy probable que las bacterias malas ganen la batalla. "Pueden confundir al sistema inmune y hacer que tengamos más permeabilidad intestinal, es decir, que en sangre entren cuerpos extraños y patógenos que nos va a hacer enfermar. Hay que dejar claro que la nutrición no es una cosa de adelgazar y engordar, sino que tiene muchísima relevancia en la salud en general”.
Como decíamos al principio, en el cuerpo todo está conectado. "Tenemos un nervio, que se llama nervio vago, que es el que conecta nuestro cerebro con el intestino y es el encargado de transmitir información". También controla el sistema nervioso parasimpático y supervisa un enorme rango de funciones cruciales para la salud.
Por así decirlo, es el vehículo que transmite el estado general de una persona al cerebro. "Aunque muchos no lo sepamos, el estómago está también lleno de neuronas que son las que hacen que si tenemos un evento importante o una reunión, se nos quite el hambre o tengamos náuseas, porque conectan nuestro sistema nervioso con la tripa", apunta la experta.
Por ejemplo, después de comer, las neuronas vagales envían información al cerebro sobre la cantidad de grasas que han penetrado en el hígado, en especial triglicéridos y ácido linoleico. Esto activa la función del nervio vago, enviando una señal al cerebro que produce una sensación de saciedad y el deseo de dejar de comer. Cuando el nervio vago funciona con eficacia, la persona tarda menos de 15 a 20 minutos en sentirse llena después de una comida.
Otra de las funciones del nervio vago, relacionada con la alimentación, es la capacidad que tenemos para deglutir. Cuando comemos no pensamos en el proceso de tragar cada bocado y detener el reflejo de respirar para no atragantarnos, se hace de forma inconsciente y este nervio es el encargado.
Aunque la pata fundamental es la alimentación, hay otros factores que condicionan su estado de salud. "Podemos hablar también del estrés, de la higiene... pero el hecho de ingerir mucha fibra, presente en frutas, verduras, frutos secos o legumbres es fundamental. El cuerpo no puede digerirlas y, por lo tanto, las bacterias se alimentan de ellas y hacen que la microbiota pueda cumplir sus funciones que son muchas y muy beneficiosas”, explica García-Orea.
Por ejemplo, son las encargadas de obtener de los alimentos las vitaminas del grupo B que intervienen en el metabolismo de los hidratos de carbono, proteínas o ácidos grasos, participan en procesos de detoxificación, crecimiento de tejidos y producción de glóbulos rojos e intervienen en la respuesta inmune. Y también la vitamina K, que ayuda al cuerpo a construir huesos y tejidos saludables y ayuda a coagular la sangre.
"La microbiota también enseña el sistema inmune lo que es propio y lo que es ajeno, lo cual es muy importante para evitar desarrollar cualquier tipo de enfermedad, sobre todo, las autoinmunes”, afirma la nutricionista. Por lo tanto, podríamos decir que la absorción de vitaminas y el entrenamiento del sistema inmune son las dos funciones principales de este conjunto de microorganismos.