La relación entre nutrientes y comportamiento comienza a ser habitual en la medicina. La certeza de que existe un eje en permanente comunicación entre el intestino y el cerebro confirma que los alimentos tienen un impacto en nuestra capacidad de reacción ante determinados estímulos.
Algunas investigaciones llevan años analizando el impacto de micronutrientes concretos, como vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales en comportamientos antisociales, violentos o agresivos. En este escenario, surge una pregunta. Si soy lo que como, ¿mi dieta puede hacerme más violento? ¿Hay dietas que incitan a la violencia? Un reciente estudio de la universidad de Florida indica que el consumo de ciertas comidas puede asociarse a comportamientos violentos al afectar negativamente al desarrollo del cerebro, a la absorción de nutrientes y a la comunicación, prácticamente nula, entre neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, dos hormonas ligadas al bienestar.
El estudio también recomienda introducir cambios en la dieta en los centros donde conviven muchas personas, como son escuelas, grandes empresas y centros penitenciarios. De esta manera, según este trabajo, se eliminarían muchos comportamientos antisociales, violentos o poco cívicos. ¿Cuáles son esos nutrientes y cómo funcionan en nuestro organismo?
Se trata de un hecho conocido: la comida basura, más habitual en los países occidentales, se asocia a deficiencias nutricionales que, a su vez, también se asocian a comportamientos agresivos. Un experimento realizado en 1999 en esta universidad mostró que simplemente cambiando en las máquinas de vending de algunos colegios los alimentos procesados y azucarados por fruta fresca, verduras y proteínas magras hubo menos altercados y casos de indisciplina.
La razón es que los alimentos altos en azúcares, siropes, colorantes, conservantes y todas las sustancias que forman la comida procesada están relacionados con desequilibrios físicos y mentales. El cerebro necesita un tipo de grasa para funcionar, especialmente Omega 3. Si le faltan estos ácidos grasos, además de otras vitaminas y minerales que no se dan en la comida basura, los neurotransmisores son incapaces de comunicarse. Las consecuencias de que las neuronas no dialoguen son la falta de atención, bajo nivel de auto-control, coeficientes intelectuales más bajos y comportamientos más violentos. El estudio es concluyente: a más comida basura, menos espacio para la 'real fooding', la comida sin procesar que proporciona los nutrientes que el cerebro necesita para un funcionamiento relajado y ejemplar.
La falta de vitaminas se asocia a irritabilidad, impulsividad y agresividad. Las vitaminas del grupo B que encontramos en lácteos, frutos secos, yema de huevo, pollo y legumbres, entre otros, promueven el buen funcionamiento del sistema nervioso central y su déficit ocasiona numerosos trastornos.
En especial, la falta de tiamina o vitamina B1 predispone a comportamientos agresivos y anti-sociales. Las personas que basan su dieta en comida basura o tienen una ingesta alta de estos alimentos entran, además, en un círculo vicioso: toman comida basura ante un bajón emocional o una situación de violencia y esa misma comida basura provoca problemas emocionales que promueven el consumo de comida basura.
Los Omega 3 son ácidos grasos esenciales. Se encuentran en el salmón, la caballa, el atún, los arenques, las sardinas, los frutos secos, sobre todo las nueces y los aceites de plantas, especialmente el aceite de oliva. Como en los otros nutrientes, tienen una importancia capital en la interacción de los neurotransmisores y también en el desarrollo del cerebro en el útero materno. Los panes industriales, las galletas, las pizzas, los snacks envasados, los fritos procesados… Todo eso que está en el 90% de las despensas del mundo industrializado tiene niveles muy bajos de Omega 3 y niveles muy altos de grasas saturadas, relacionadas con desórdenes emocionales, impulsos agresivos y déficits de atención e hiperactividad.
Un experimento realizado en 2002 en una cárcel norteamericana demostró que con solo aumentar en los menús carcelarios de dos semanas los alimentos ricos en Omega 3, las conductas violentas disminuyeron un 35%. Las últimas investigaciones también sostienen que la falta de ácidos grasos Omega 3 deteriora las funciones ejecutivas del cerebro, las que nos permiten planificar y tomar mejores decisiones, y predisponen a la inflamación de la amígdala, la parte de nuestro cerebro que participa en las respuestas agresivas.
Muchos estudios ya han examinado la relación entre bebidas y tipos de personalidad. Las personas a las que les gustan las bebidas más amargas, como el café, el vino o la cerveza, expresan más sus emociones y son más impulsivas. También se han reseñado los complejos vínculos entre las personalidades más antisociales y el consumo de café y otras sustancias como el vino o el chocolate negro.
Algunos experimentos indican que el gusto por las bebidas o los alimentos amargos son grandes predictores de conductas agresivas o violentas. En el caso del café, la cafeína provoca picos de insulina que aumentan el nivel de azúcar en sangre. También es diurética, lo que provoca la pérdida de calcio, magnesio y potasio, tres minerales imprescindibles para el metabolismo del cerebro. La cafeína también eleva los niveles de cortisol, la hormona asociada al estrés, y disminuye los de la serotonina, vinculada al bienestar. En definitiva, mucha cafeína produce mayor sensación de ansiedad y, en algunos casos, puede conducir al desarrollo de psicomanías.
Las bebidas carbonatadas actúan de manera parecida, especialmente en niños. El estudio de la universidad de Florida advierte de que los niños de cinco años que se toman más de cuatro refrescos de este tipo al día son más propensos a mostrarse agitados y violentos. Otras investigaciones de la universidad de Vermont que analizaron la actividad de un grupo de adolescentes de 22 escuelas públicas de Boston descubrieron que aquellos que bebían más bebidas carbonatadas se mostraban más agresivos con profesores y compañeros. Y la probabilidad de cometer actos violentos aumentaba entre un 9 y un 15% respecto a los que consumían pocas bebidas de este tipo. Este estudio concluye que "la cafeína, ya sea a través del café o de una bebida carbonatada, se asocia a mayores niveles de psicopatías, agresiones o violencia".