Cualquiera que tenga o haya tenido una mascota puede comprender una tristeza como la que Dani Rovira ha volcado en sus redes tras perder a su querido perro Buyo. "Es como si me hubieran arrancado un trozo de mi propio cuerpo", se lamenta el actor en Instagram. Efectivamente, está demostrado que el dolor emocional activa las mismas áreas cerebrales que el dolor físico. Y a pesar de que la muerte de una mascota puede ser una experiencia tan dolorosa como la de un familiar o un amigo, socialmente este duelo sigue sin ser comprendido del todo. Analizamos junto a la psicóloga Teresa Terol cómo superarlo.
"No es para tanto", "vaya dramas que te montas", "con la de desgracias que pasan en el mundo", "pues cómprate otro"... estas son algunas de las expresiones que tiene que soportar el dueño de una mascota cuando se muestra triste e inconsolable por su desaparición y que, lejos de animar, ahondan aún más en el malestar de quien lo padece. "Un duelo es cualquier dolor experimentado por una pérdida; no tiene por qué ser una muerte: un trabajo, una oportunidad, una compra frustrada... La pérdida es algo subjetivo y eso es algo que la sociedad debe empezar a entender", nos explica la psicóloga.
"Es vital comprender que lo que para ti no tiene importancia lo puede tener para otro. Que no entiendas el problema no quiere decir que no puedas empatizar con él. Hay que ser menos ombliguista", insiste Terol como recomendación social esencial para el entorno de la persona afectada. De hecho, un estudio de Adams et al. revela que la mitad de las personas que han sufrido este tipo de pérdida sienten que la sociedad no considera que su situación sea “merecedora” de un proceso de duelo.
En ese sentido, pasar el duelo por la muerte de tu perro o tu gato con el que has compartido tan buenos momentos conlleva los mismos peajes y fases que si se tratase de una pérdida humana. Según un estudio de la Universidad de Hawai, el 30% de los dueños sienten dolor durante al menos seis meses o más. Y es mayor si el propietario se ha visto obligado a sacrificar a su mascota. Según Dye y Wroblel, el proceso de duelo tendría una duración oscilante entre los seis meses y un año, siendo la media de 10 meses.
Para superar ese trance, la psicóloga recomienda en primer lugar desterrar el pensamiento de que sentirse triste es algo negativo o fuera de lugar. "La tristeza no es una emoción a tapar. Tiene una función positiva, de reflexión autoanálisis y masticar lo sucedido. Necesitamos el proceso de vivir esa emoción y seguir con nuestras rutinas. Si hay que llorar se llora, no pasa nada". Ignorar el dolor o evitar que salga a la superficie solo lo empeorará a largo plazo.
También conviene ignorar los comentarios de quienes no son capaces de empatizar con nuestro dolor y en cambio compartirlo, desahogarse y buscar consuelo con aquellos que hayan pasado por la misma experiencia. Al igual que en el duelo por un familiar o un amigo, es recomendable emprender un proceso de despedida, ya sea "un funeral, una celebración, escribir una carta, esparcir las cenizas o plantar un árbol". Cualquier ritual que permita exteriorizar nuestros sentimientos y servir de homenaje es bienvenido.
¿Es buena idea intentar mitigar el dolor reemplazando a nuestra querida mascota con otra inmediatamente? Aunque cada duelo tiene sus tiempos y sus circunstancias, nuestra experta no lo recomienda. "Se trata primero de aceptar lo sucedido, masticarlo y dejar que pase un tiempo prudencial" antes de intentar crear nuevos vínculos con un animal. "Cuando hay un vacío no se trata de rellenarlo necesariamente con lo mismo; se puede intentar generar nuevas rutinas y hacer otras actividades", explica Terol.
El problema de la desaparición de una mascota se acrecienta cuando hay niños en casa y toca abordar con ellos que no volverán a ver a su amiguito. Es importante ser sinceros y hablar de lo que ha ocurrido, pero "lo que no hay que hacer es contar metáforas extrañas". "El perrito se ha ido al cielo", "se ha ido a jugar a una estrella"... son expresiones no raconsejables porque pueden crear falsas expectativas. Hay que normalizarlo pero de una forma adaptada a la edad. "Explicarles que se ha puesto malito y ya no sufrirá más, que los perros viven tantos años... Se trata de amortiguar el golpe con un lenguaje comprensible para el niño", indica la psicóloga.
¿Puede afectar la muerte de una mascota aún más a las personas mayores? "Puede afectar más a una persona que vive sola", nos responde Terol. "Lo que pasa con las personas mayores es que muchas están solas y la mascota es su motor". Cuidar de su único compañero forma parte de su rutina y proporciona un sentido de propósito. En caso de perderlo, "le puede ayudar adoptar otro perrito para recrear rutinas", porque lo importante es no pasar el día solo, sino conectar con otra gente, mantenerse activo y ocupado.