5.320 millones de personas en todo el mundo usan un teléfono móvil, lo que equivale al 67% de la población mundial total, según datos de la consultora We are social. En España, este porcentaje de usuarios de smartphones asciende hasta un 80% de la población adulta. Hablar o mandar mensajes de texto, imágenes o vídeos por el móvil es una manera más de relacionarnos. Y como en toda forma de relación, puede haber un uso saludable y un abuso que interfiere en nuestra vida. Entre estos últimos, se encuentra el phubbing.
El concepto surge hace unos años en Australia a raíz de una campaña cuyo objeto era familiarizar a la población con el uso saludable de los móviles. El término surge de la combinación de las palabras 'phone' (teléfono) y 'snubbing' (hacer un desprecio) y hace referencia al hecho de ignorar a alguien al estar prestando atención al teléfono móvil en lugar de socializar con esa persona.
El phubbing se está convirtiendo en algo común y es la consecuencia casi automática de la adicción al móvil. Este tipo de adicción, conectada con el fobbing o miedo a perder cualquier cosa que se publique en nuestro móvil, guarda relación con otras adicciones no provocadas por sustancias químicas, como la ludopatía.
Un factor influyente que nos hace ser proclives a esta adicción es la capacidad de autocontrol. A menor capacidad de control, hay más probabilidades adicción a los estímulos online y al smartphone y, por ello, más probabilidad de realizar phubbing. Otro factor importante es el ansia que surge al no estar informado de los eventos, sucesos, informaciones o conversaciones que están teniendo lugar en nuestro círculo social.
La peor derivada del phubbing es que está dando lugar a lo que en psicología social se conoce como reciprocidad. Ignorar repetidamente a otras personas al estar pendientes del móvil provoca que los demás, de forma intencionada o no, se comporten de igual manera. Es decir, quien ignora frecuentemente se convierte en ignorado y viceversa.
Debido a que el aprendizaje social es básico en la adquisición de nuevas conductas, este intercambio, según los expertos, nos lleva a asumir que esta forma de actuar es algo aceptable e incluso normal. Las personas que hacen phubbing lo ven como algo absolutamente normal, al igual que los que son víctimas de este comportamiento. ¿A cuántas personas vemos mirando el móvil en la mesa de un restaurante? Ocurre todos los días y ya no suscita sorpresa o enfado: mirar el móvil detenidamente, aunque signifique desatender al resto, se ve como algo aceptado socialmente.
La mera presencia de un teléfono móvil sobre la mesa puede reducir la percepción de cercanía, confianza y calidad de conversación entre dos personas. Si, además, se está hablando de temas relevantes produce la sensación de ser menospreciado, poco valorado y poco respetado.
Al igual que el smartphone se ha convertido en una herramienta de indudable utilidad, también es un disruptor de la convivencia familiar, entre amigos o de pareja. Según los expertos, a mayor frecuencia de interferencia de las tecnologías, hay menos satisfacción con la relación y con la vida en general, además de desarrollar más síntomas depresivos.
El phubbing, por tanto, no es algo residual que afecte a las relaciones más superficiales de nuestro círculo, sino que impacta directamente a la estructura de nuestro círculo más íntimo, reduciendo la calidad de la relación y, por tanto, nuestra calidad de vida.