¿Los jóvenes son ahora más flojos o es el mito de siempre?
Leopoldo Abadía, economista, y Javier Urra, psicólogo, reflexionan sobre qué está sucediendo para que la generación más preparada no consiga tomar el timón de su vida y se hunda en la adversidad
Puede que las dificultades ahora sean mayores, pero ahorrarles esfuerzo no es solución. La sobreprotección les incapacita y prolonga su adolescencia
Antes de pasar a la historia como la generación F (de flojos), los expertos plantean algunos remedios, como la educación en la austeridad o en el conocimiento de otras formas de sufrimiento
¿Se caían los niños de los 80? Claro. También los de los 70, 60 y 50. Bastante más que los de ahora, puesto que su hábitat era la calle. Ponían la herida bajo el chorro de la fuente y volvían al atardecer con su siete en el pantalón y la rodilla pelada. Si acaso, una vez en casa se les embadurnaba con mercromina, un antiséptico que con los años se demostró poco efectivo, y el infalible bálsamo "sana, sana, culito de rana…". Este sí era un remedio relajante, antipirético y analgésico contra todo mal. Y hasta bien entrada la década de los 60, crecían convencidos de que el secreto de su fuerza estaba en el vino quinado Santa Catalina. "Es medicina y es golosina", decía el lema. Afortunadamente, la medicina salió al rescate.
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Hoy las urgencias pediátricas están colapsadas y los padres al borde de un ataque de nervios. A poco que uno se descuide, aparece algún papá helicóptero sobrevolando a su hijo ya adolescente, participando en sus movimientos e incluso tomando decisiones por él. Antes jugábamos y perdíamos. Discutíamos y nos arreglábamos. O no. Ahora, si hace falta, se le permite que rompa las reglas para dejarle ganar y regalarle una falsa victoria, no vaya a ser que pierda la autoestima. ¿Las nuevas generaciones son más flojas? ¿O es la misma monserga que venimos escuchando desde Sócrates?
A ver si nos está traicionando la memoria
Veamos qué pronunció el sabio hace casi 2.500 años: "La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros". ¿Y cuántas veces los abuelos nos han recordado a los baby boomers y a la generación X la hambruna de la guerra? "Nosotros sí que las pasamos canutas", decían dejando en nadería las veces que nos daban calabazas.
La opinión de dos profesionales, padres, abuelos y pensadores
También podría ser que nuestros hijos reciben hoy más calabazas de la vida. Pocos pueden responder mejor a esto que el psicólogo Javier Urra y el economista e ingeniero Leopoldo Abadía. Los dos son padres, abuelos, profesores y escritores con una gran hilera de títulos en los que han reflexionado sobre la vida, la educación y la salud. Mental, en el caso de Urra; financiera, en el caso de Abadía. Los dos parten de una misma premisa: "el contexto actual no tiene nada que ver con el de décadas anteriores. Nuestros jóvenes y adolescentes suman ya varias crisis en su cuenta: energética, climática, laboral, económica, sanitaria… Esto ha acentuado su sensación de pérdida de horizonte y hay que tomárselo en serio".
El 29,6% de los españoles menores de 25 años se encuentra en paro, un dato que pone en cuestión que la adolescencia sea solo un estado transitorio, un rito de paso a la autonomía individual. "La modernidad ha acortado los años de infancia, pero la precariedad prolonga la adolescencia y hace a los jóvenes vulnerables por esa pérdida de fe en la posibilidad de progresar o alcanzar un grado de bienestar", indica Abadía. Los propios padres son escépticos. Según el CIS, en siete de cada diez hogares domina el pensamiento de que sus hijos vivirán peor. "La frustración es mayor si tenemos en cuenta que estamos ante la generación mejor preparada académicamente, pero con pocas expectativas de encontrar un trabajo a la altura de su formación", añade Urra.
El estilo de crianza es decisivo
El panorama no es muy halagüeño, pero tanto el economista como el psicólogo opinan que sería muy temerario generalizar cuando se pregunta si los jóvenes tienen ahora la piel más fina, si son derrotistas o si les hemos dotado de recursos emocionales suficientes para salir adelante ante cualquier circunstancia. Por supuesto, una buena parte de los jóvenes es gente creativa, comprometida, ilusionada, exigente consigo misma y con habilidades que les permiten hacer frente a la adversidad.
Estamos ante una generación de cristal, dura en su actitud, pero sumamente frágil en lo emocional
Urra pone el acento en esa niñez en la que se gesta una mente sana y marca, en buena parte, la diferencia con esa otra juventud bautizada como generación de cristal, dura en su actitud, pero sumamente frágil en lo emocional. "A menudo son el resultado de una crianza sobreprotectora; controladora en muchos aspectos y descuidada en cuanto a límites, firmeza o resolución de problemas".
Más pensamientos negativos
La consecuencia es que tenemos una generación de chicos y chicas infelices y con mayor patología mental. Son nativos digitales que se desenvuelven y entienden el mundo a través de las nuevas tecnologías y la conexión digital, pero se sienten más solos que nunca. Según un informe publicado por Mental Health Million Project, el 44% de las personas de 18 a 24 años, a nivel mundial, evidencian trastornos psicológicos y más pensamientos negativos y obsesivos que las de 50 y 60 años. "Muchos problemas ya estaban latentes, pero la pandemia ha dejado en los más jóvenes una herida difícil de sanar. El confinamiento y el cierre de los colegios y universidades supuso frustración, pérdida de conocimiento y desafección", corrobora Urra.
La Organización Mundial de la Salud arroja datos similares. Uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años padece algún trastorno mental, a menudo como consecuencia de una situación compleja y del abuso de las tecnologías. Puede ser depresión, ansiedad, trastorno alimentario, conductas adictivas o de otro tipo. "Cada vez estamos viendo más jóvenes con intentos de suicidio y es una realidad que no podemos eludir", advierte el psicólogo.
Si la vida no les da lo que esperan, se apean de ella
Un estudio de la Fundación SM, que lleva por título Generación de Cristal, concluye que el 65% de los jóvenes españoles afirma que ha aprendido a vivir con la incertidumbre de no saber a qué se dedicará en el futuro y la mitad siente frustración por no llevar la vida que quiere. "Ante esto -señala Urra-, muchos de ellos deciden que, si la vida no les da lo que esperan, se apean de ella". De acuerdo con este informe, la mitad evita tomar decisiones por miedo a equivocarse. En general, se sienten juzgados por los adultos debido a esa falta de esfuerzo y por el simple hecho de ser jóvenes. El 56% admite que sus padres han sido excesivamente protectores, sobre todo con las hijas, y el 62% percibe que las generaciones anteriores tuvieron más facilidades para progresar socialmente, un porcentaje que sube por encima de los 21 años.
La mitad de los jóvenes evita tomar decisiones por miedo a equivocarse
La sociedad ha sacado a la luz la problemática de esa juventud que pasa parte del día empantallada, con un riesgo muy serio de aislamiento, estrés y mala regulación emocional. "Las redes sociales -señala Urra- venden una idea errónea de felicidad y una falsa vida aparentemente intensa y llena de singularidad. Fijar las aspiraciones en base a estas imágenes genera unas expectativas muy poco realistas, pero sobre todo frustración y la sensación de una vida poco interesante".
La vida no siempre es justa
Este es el diagnóstico. El pronóstico es, según advierten estos profesionales- complejo y exige profundizar. "La vida es exigente e implica responsabilidades, renuncias y contrariedades. Siempre ha sido así, si bien es cierto que hoy se enfrentan a dificultades distintas, muy alejadas de lo que vivieron las generaciones que les preceden, pero no quiere decir que no se puedan resolver. Se les debe educar en esa idea con amor y poniendo límites de una forma saludable y austera".
Hay que dejar crecer a los hijos. Si no, en vez un árbol será un bonsái que no se expande
Urra remata la idea con una frase que da título a uno de sus libros: "Hay que dejar crecer a los hijos. Si no, en vez un árbol será un bonsái que no se expande". Necesitan sentirse protagonistas de su vida, tener expectativas de futuro. Considera igualmente importante que la familia y el entorno observen e identifiquen cualquier problema en cuanto empieza a dar las primeras señales.
"Somos conscientes de todo ello y debemos implicarnos, en lugar de mirar hacia otro lado. Generar una actitud positiva, mostrarles otros sufrimientos diferentes a los suyos a través de un voluntariado, buscar ocasiones que les enseñen a tolerar esa frustración, como un campamento, donde tendrán que superar adversidades, compartir la cantimplora cuando escasea el agua y estar en contacto con la naturaleza. Mostrarles que la vida no es siempre justa y que no existen atajos para alcanzar las cosas.