La Navidad cambia el cerebro: la ciencia lo confirma
Según un estudio de la universidad de Copenhague, los que disfrutan de las fiestas liberan más oxitocina y dopamina, las hormonas de la felicidad
El estudio también revela que las personas que han celebrado la Navidad desde niños activan más partes de la memoria y más sensaciones motoras
Las personas a las que no les gusta la Navidad sufren estrés y liberan más cortisol, una hormona proinflamatoria que, en niveles altos de manera crónica, puede impactar en el sistema inmune
Entre las posibles manera de dividir a las personas, la Navidad es una de ellas. Podemos decir que el mundo se reparte entre quienes disfrutan de las fiestas y los Mr. Scrooge, los que, al igual que el personaje de Dickens, son poseídos por el espíritu de la anti-Navidad.
Tanto las filias como las fobias navideñas tienen una razón de ser. La Navidad nos cambia el cerebro, nos hace posicionarnos en un modo u otro. Y no es una simple frase, sino la conclusión de un estudio realizado por la Universidad de Copenhague.
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Cuando todo cambia alrededor
La Navidad es una época diferente en la que la mayoría realizamos actividades que no hacemos habitualmente, unido a cambios muy notorios del entorno. Todo ello hace que sea una temporada especial, llena de estímulos afectivos y sociales.
Esos cambios tienen su impacto en nuestra mente. Un grupo de científicos de la Universidad de Copenhague llevó a cabo una investigación sobre los efectos de la Navidad en el cerebro. El objetivo era localizar dónde se daba el espíritu navideño dentro de la actividad cerebral.
Para ello emplearon imágenes de resonancia magnética funcional y se establecieron dos grupos de personas. El primero correspondía a quienes habían celebrado la Navidad desde la infancia y tenían una actitud positiva hacia estas fechas. El otro grupo no tenía por costumbre hacer festejos navideños.
Actividad cerebral diferente
En el primer grupo se detectó una activación de ciertas zonas cerebrales ante imágenes o estímulos que evocaban la Navidad. Se observaban cambios en la corteza motora sensorial, la corteza motora primaria y premotora y el lóbulo parietal. En el otro grupo no se acreditaban estas reacciones.
Esto implica que quienes tienen presentes las tradiciones navideñas reaccionan a estas poniendo en juego aspectos como la memoria y las sensaciones motoras. Según el estudio, para estas personas, la Navidad activa evocaciones y recuerdos profundos, y esa es la razón por la que el cerebro presenta un patrón de activación diferente en estas fechas que en otros momentos del año.
Pero, además, las variaciones en el entorno provocan modificaciones en el estado de ánimo y esto tiene un correlato en la actividad cerebral. Al margen de que seamos fans o no de las fiestas, en Navidad cambian las costumbres, se celebran más eventos familiares y sociales, lo que impacta en la actividad de la mente. ¿Qué factores tienen el potencial de producir estas modificaciones mentales?
Más relaciones entre las personas
Es habitual que durante la Navidad se tengan más compromisos sociales que de costumbre. Hay más reuniones, despedidas, fiestas y toda suerte de eventos. Si este tipo de actividad social es de nuestro gusto, liberaremos más oxitocina y dopamina, las hormonas relacionadas con el placer y la felicidad.
Si, por el contrario, nos sentimos obligados a compartir tiempo con personas que no nos agradan, sufriremos estrés y generaremos más cortisol, la hormona asociada a estados de agresividad, además de ser proinflamatoria. Como se sabe, la inflamación crónica es uno de los factores que predisponen a la enfermedad.
Más generosos
La inflación está haciendo de las suyas y los sueldos ya no lucen como antes. Sin embargo, comprar regalos en Navidad no se cuestiona: este año nos gastaremos 631 euros por persona, según datos de Deloitte.
La sorpresa es que regalar no solo es bueno para reactivar la economía. Tanto dar como recibir obsequios produce satisfacción emocional: la generosidad nos hace generar dopamina y endorfinas, dos hormonas vinculadas a las sensaciones de bienestar.
¿Y en el caso de que no puedan hacerse o recibir regalos? El estudio no habla de ninguna reacción fisiológica, pero es lógico que nos sacuda cierta sensación de tristeza. En ese caso, podemos sustituir el regalo material por experiencias menos costosas que puedan expresar el cariño que sentimos por los nuestros. Cualquier pequeño gesto compartido puede ser recibido como el mejor de los regalos.