Una de cada cuatro personas padecerán un trastorno mental a lo largo de su vida. Según datos de la OMS, la salud mental será la primera causa de discapacidad en 2030. Mejorar la salud mental se ha convertido ya en un objetivo de salud pública, pese a que muchos de estos trastornos ni siquiera están diagnosticados, lo que significa que los pacientes no reciben el tratamiento adecuado. Entre el 35 y el 50% no recibe ningún tipo de atención médica.
No todos tienen la misma prevalencia. El miedo, la angustia, las obsesiones o la ansiedad son laberintos en los que es fácil sentirnos perdidos. Entender estos estados mentales y, sobre todo, aprender a encontrar una salida es uno de los objetivos '¿Por dónde se sale?' (Planeta), en el que la psiquiatra Anabel González aborda el mecanismo del miedo y en las claves para deshacerlos. La seguridad es una de ellas. González, psicoterapeuta y doctora en Medicina, además de psiquiatra y presidenta de la Asociación EMDR España, advierte nada más empezar la charla de la dificultad de poner coto al pánico emocional: "Nacemos con el miedo puesto".
Todos lo sentimos, pero sentimos casi aversión a hablar de ello. ¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción esencial, forma parte de nuestros mecanismos básicos de supervivencia. Nos permite detectar los peligros y protegernos de ellos. Sin embargo, por diversos motivos, el miedo puede seguir una evolución que nos complique la vida, entonces es cuando pueden aparecer problemas de salud mental y también a veces problemas físicos de base emocional.
¿Está relacionado con la ansiedad?
El miedo es una reacción directa ante un peligro que tenemos ante nosotros. La ansiedad tiene que ver con imaginar esos peligros hacia el futuro. El cerebro, por decirlo así, se pone en lo peor, pero en lugar de servirnos para prepararnos frente a lo que podría pasar, lo vivimos desde un sentimiento de que no podremos hacer nada con ello.
¿Cuándo nace el miedo? ¿Tiene que ver con los primeros años de vida?
Nacemos con el miedo puesto. Si pensamos en lo que significa el momento del nacimiento para un bebé que estaba en un ambiente protegido, y sale un mundo con un montón de estímulos extraños, de repente, veremos que es lógico que esto genere miedo. Con el tiempo, aprendemos a identificar cómo se llaman las cosas que sentimos, pero el miedo está ahí antes de que tengamos palabras.
¿Tememos lo que no conocemos?
Lo desconocido siempre genera miedo, nos conviene que sea así. El miedo activa todo nuestro organismo es como si encendiéramos el motor del coche, por si acaso tenemos que salir a toda prisa. Ante todo lo nuevo, sorprendente o incierto, nos ponemos las pilas y estamos atentos para estar preparados. Eso es el miedo.
¿Qué síntomas anuncian que estamos ante un estado de miedo o de ansia?
La ansiedad se puede notar a nivel mental porque se disparan los pensamientos de cosas catastróficas que podrían pasar. Pero también se nota a nivel físico, son los síntomas de esta activación que comentaba antes, respiramos más deprisa, el corazón va más rápido, los músculos se tensan. Como respiramos de una forma poco eficiente podemos notar cierto mareo o sensación de falta de aire. Pueden aparecer muchos síntomas distintos, generados por sustancias como la adrenalina que circula por nuestro torrente sanguíneo.
¿El ansia sostenida puede correlacionar con otros trastornos emocionales?
Sí, la ansiedad de fondo puede acabar agotándonos, afectando a distintos órganos, generando síntomas obsesivos para intentar controlarla, algunas personas les lleva a consumir sustancias porque que no se sienten capaces de disminuirla por si solos. A veces también se desarrollan fobias que pueden ser muy limitantes.
¿Y con trastornos físicos?
Aparte de lo que comenté antes, muchas enfermedades físicas tienen un componente emocional. Si pensamos por ejemplo en una crisis asmática, en la que la persona siente que no puede respirar, es fácil entender como la ansiedad, puede multiplicar el malestar, y una cosa va empeorando la otra. Las relaciones entre los procesos emocionales y el organismo físico son muy complejas y cada vez estamos viendo más estudios que muestran esta relación.
¿Qué pautas son las más recomendables, en tu opinión, para salir del bucle del miedo?
Lo primero es entender nuestro miedo, nuestro bucle concreto, no solo cuáles son los factores que están implicados, sino también como se desarrollaron. También es importante entender cómo funciona nuestro estilo de apego, porque el tipo de cambio que necesitamos depende en gran medida de cuál es nuestro punto de partida. Algo que considero central, ya lo quedó mucha importancia del libro, es el papel de las relaciones en todo esto. Una parte del cambio hemos de hacerla nosotros pero otra parte también tiene que ver con nuestros vínculos. Sabemos que tener amistades es un factor protector de alto nivel en cuanto a la salud mental y física. Mejorar nuestras habilidades. En este sentido es fundamental también para la regulación del miedo.
Sentir miedo en algún momento de nuestra vida es algo natural. Para salir del bucle que mencionas en tu libro, ¿no habría que 'despatologizarlo'?
Yo creo que el miedo no patológico no es el que nos preocupa. Cuando estaba escribiendo este libro abrí una pregunta en redes sociales respecto a qué palabra asociada con el miedo era la más importante para la gente, y la palabra que salió fue parálisis. Cuando el miedo nos paraliza, sí es importante que veamos que no es un defecto ni un delito, es algo que nos puede pasar a todos. Pero a la vez, también es importante que nos demos cuenta de cuándo esto se ha convertido en un problema y que no nos limitemos a aguantar.
¿Nos estamos haciendo cada vez menos resistentes a emociones que son naturales y funcionales?
Es difícil de decir, se habla más de todo esto, se tratan cosas que antes simplemente se soportaban. Esto puede hacer que al tener más recursos para solucionarlo, nos resignemos menos al malestar. Pero a la vez, también es muy posible que nuestro nivel de tolerancia global al inevitable malestar que trae consigo la vida sea más bajo que en otras épocas.