Es uno de los debates más antiguos de la historia y después de todo no hay una respuesta unánime. ¿El dinero da la felicidad? Según ciertas normas éticas y morales, queremos pensar que un montón de billetes no pueden ser la solución a nuestros problemas. Otros piensan que el dinero sí desempeña un papel importante en nuestro bienestar. ¿Y qué dice la ciencia? Los psicólogos y premios Nobel de Economía Daniel Kahneman y Angus Deaton realizaron un estudio para resolver la eterna discusión.
La conclusión principal de la investigación realizada en la Universidad de Princeton es que sí, las personas tienden a ser más felices a medida que aumentan sus ingresos. Y aunque por sí solo el dinero no garantice la felicidad, su influencia en nuestra calidad de vida y bienestar emocional es más que apreciable.
En este sentido, el estudio de Kahneman y Deaton encontró que las personas con mayores ingresos alcanzan niveles más altos de satisfacción con sus vidas en general. Esto se debe en parte a que el dinero les permite satisfacer sus necesidades básicas de manera más cómoda y brinda una sensación de seguridad financiera. Tiene todo el sentido del mundo que al tener cubiertos gastos como vivienda, alimentación, atención médica y educación la ansiedad relacionada con las preocupaciones financieras sea menor.
La investigación también mostró que los ingresos elevados están asociados con una mejor salud emocional y una mayor calidad de vida. Al fin y al cabo, el dinero permite vivir más experiencias placenteras, como viajes, entretenimiento y ocio, que generan emociones positivas y contribuyen a un mayor disfrute del día a día.
Finalmente, el estudio destaca que los mayores ingresos están directamente relacionados con un mayor acceso a oportunidades y una mayor libertad, la sensación de tener el poder de decisión sobre tu vida y este sentido de control y autonomía contribuye significativamente a la felicidad y al bienestar general.
En 2010 Kahneman y Deaton ya publicaron otro estudio en el que argumentaban que unos 100.000 euros al año podrían acercarnos a la felicidad. Sin embargo, también sostenían que la felicidad no es directamente proporcional a la cantidad que se invierte en ella, porque la relación entre ingresos-patrimonio y bienestar-felicidad no es lineal, sino que está sujeta a la función de utilidad decreciente. Es decir, que a partir de la mencionada cantidad la satisfacción diaria ya no aumenta. "Concluimos que los altos ingresos compran la satisfacción con la vida, pero no la felicidad, y que los bajos ingresos se asocian tanto con una baja evaluación de la vida como con un bajo bienestar emocional", aseguraban entonces.