Los cinco hábitos que puedes empezar en agosto para ser más feliz en septiembre
La felicidad puede aprenderse y el verano es el momento perfecto para empezar a hacerlo esbozando esos nuevos propósitos que tomarán cuerpo en septiembre
La madurez trae buenas noticias en lo que se refiere a Inteligencia Emocional: llegamos a los 50 con cinco competencias relacionadas con la felicidad sólidamente afianzadas
Seamos amables con nosotros, cuidemos lo que pensamos, lo que decimos, la manera en la que descansamos o nos alimentamos
Alcanzar la felicidad sigue siendo el gran objetivo de todos. La diferencia respecto a otros momentos es que ya sabemos que puede aprenderse, como se aprende a vivir y fluir con el paso de las estaciones. El verano es el momento perfecto para parar, reflexionar y esbozar esos nuevos propósitos que llegarán con el nuevo año o cada septiembre. Porque, en realidad, esas 'new year resolutions' o propósitos de año nuevo que marcamos en cada curso no arrancan en enero, sino con cada temporada escolar. Así, con mente de niño o de principiante, compartimos los hábitos que los expertos en Inteligencia Emocional consideran más efectivos para lograr, si no la felicidad, al menos el bienestar que nos hace estar serenos, emocionalmente fuertes y confiados.
Beneficios de los años
MÁS
La madurez trae buenas noticias en lo que se refiere a Inteligencia Emocional. Lo habitual es que lleguemos a los 50 con cinco competencias relacionadas con la felicidad sólidamente afianzadas. La primera es que tenemos un conocimiento más profundo de las propias emociones. Sabemos dar un paso atrás, reconocer lo que está a punto de desencadenarse. Esa capacidad de observación, que comienza de manera incipiente en torno a los 30 años con el desarrollo completo de la corteza prefrontal, el área del cerebro encargado de la gestión ejecutiva y la planificación, es lo que promueve la segunda competencia: la capacidad de regular las emociones sin suprimirlas, sino canalizándolas. Si hay enfado, piensa por qué y de qué manera se puede aprovechar la energía que puede corregir esa situación que crees injusta. A eso se le llama regular el termómetro emocional.
Ese reconocimiento de las emociones propias da paso a la tercera competencia: el reconocimento de las emociones ajenas, la famosa empatía. Cuando nos damos cuenta de hasta qué punto nos mueven los mismos sentimientos, tenemos la certeza de que todos merecemos un respeto. Esa misma certeza abona nuestra autoestima, y con ella la capacidad de motivarnos a nosotros mismos y a escoger las relaciones que queremos tener, las últimas dos competencias de las personas emocionalmente maduras.
Con estas competencias, no tenemos menos problemas, pero sí sabemos relacionarnos mejor con ellos. Es un primer paso para la felicidad que puede amplificarse con estos hábitos que puedes empezar a practicar desde ya.
Aumenta tu curiosidad
Las personas felices siempre son receptivas ante nuevos estímulos sociales e intelectuales. Les gusta asumir pequeños o grandes retos. Esto significa que no se acomodan: salen, viajan y se exponen a nuevas situaciones, no siempre cómodas. Hacen eso que en Finlandia se llama Lagom: se activan con optimismo, aunque las circunstancias no siempre sean propicias. Para ello, hay que practicar el autoconocimiento: ¿qué tiene más sentido enmi vida? ¿Cómo me siento más motivado? ¿Qué hábitos positivos puedo incorporar para estar bien?
Conecta tu cuerpo y tu mente
La neurocientífica Nazareth Castellanos lo tiene claro: "El cuerpo sabe lo que la mente calla". Las personas felices conocen bien la relación entre cuerpo y mente. Sin un cuerpo cuidado y descansado es difícil alcanzar ningún estado cercano al bienestar.
El cerebro, de hecho, tiene un 'ordenador central' canalizado a través de la interocepción, el sentido que nos permite saber cómo está nuestro cuerpo y el que nos avisa de posibles alteraciones. Si escuchamos a nuestro cuerpo (o dejamos que la interocepción actúe) sabremos qué nos sienta mal, qué emoción empieza a manifestarse, qué sensación vamos a somatizar o, al contrario, qué hábito o ritual nos sienta bien.
Reconoce tus emociones y honra tu ira
Superando la clasificación tradicional de emociones buenas y malas, hoy los expertos afirman que todas las relaciones son funcionales, cumplen un fin. El miedo antecede a la búsqueda de seguridad y la tristeza es el primer paso para solucionar un problema.
En ese reconocimiento de las emociones antes llamadas malas, la ira surge con fuerza. La ira es una emoción muy importante cuando ayuda a recuperar el espacio que nos han arrebatado. Es la palanca para la acción y una manera de poner límites.
Para que sea efectiva, hay que saber canalizarla: hay que aprender a enfadarse. Si la reacción es desproporcionada, no solo no corregiremos el problema que dio origen al enfado, sino que lo agrandaremos o provocaremos el efecto contrario. Pero tengamos claro que es uno de los grandes protectores de nuestra felicidad.
Siente compasión por los demás y por ti mismo
Las personas con alta inteligencia emocional son muy conscientes de la importancia de la comunidad. Aportar al espacio común nos hace más felices y, en esa conexión cuerpo-mente, protege nuestra salud. En los 'santuarios azules', aquellos en los que viven mayor número de centenarios, hay vínculos muy profundos entre las personas y los entornos a los que pertenecen. Para poner en práctica este hábito nada como ayudar a los demás, ofreciendo apoyo, comprensión y amabilidad.
El siguiente paso es brindarnos apoyo a nosotros mismos. Seamos amables con nosotros, cuidemos lo que pensamos, lo que decimos, la manera en la que descansamos o nos alimentamos. Según la psicología, la autoestima nos hace cuidarnos y ese cuidado nos permite estar bien y afrontar las dificultades, aunque la vida no siempre sea apacible. Cuando no lo sea, recuerda que todo es aprendizaje. ¿No es así como llegábamos a septiembre, dispuestos a experimentar el nuevo curso de la vida?