La escena es habitual en cualquier reunión de padres con hijos: siempre llega un momento en el que alguno cede y le deja el móvil al niño y este, seguido de la pandilla, sale disparado a su habitación para ponerse a ver alguna serie, a jugar (o a ver como juegan adultos) a algún videojuego, o a ver 'videos de youtube'.
Lo mismo ocurre en bares y terrazas en las que es común ver a grupos de adultos en conversaciones distendidas mientras uno o más niños permanecen (al fin) quietos. Lo sabe cualquier padre, lo viva con culpa o no: las pantallas son niñeras increíblemente eficaces y baratas. Porque un niño quieto es un niño seguro ¿o no? Spoiler alert: no. Y para los expertos es solo cuestión de tiempo que el menor, tarde o temprano, termine topándose con contenido pornográfico.
Según cifras proporcionadas por la Agencia Española de Protección de Datos: hasta antes de la pandemia, la edad promedio de la primera exposición a contenido pornográfico en España era de 8 años. Y según informa el portal Educamos en Familia, "durante el año 2020 el 50% de los niños de 11 a 13 años, el 65% de adolescentes de 14 a 15 años y el 78% de adolescentes de 16 a 17 años se habían expuesto a contenidos pornográficos".
Además, el 75% de los padres creía que sus hijos no habían visto pornografía nunca, pero de esos niños el 53% reconoció que sí lo había hecho.
Aunque muchos padres queramos creer que es los niños pueden navegar seguros por la red o cuando mucho adentrarse en territorios de fantasía, lo cierto es que el algoritmo, particularmente cuando son niños pequeños que aún usan nuestro móvil, puede llevarles de paseo por lugares insólitos y no siempre apropiados.
A algunos nos puede resultar engorroso o innecesario instalar controles parentales y códigos para vigilar los contenidos en los dispositivos y otros simplemente queremos confiar en nuestros hijos. Pero no deberíamos obviar dos cosas importantes: primero, ellos no tiene un criterio formado que les alerte del peligro de contenido inapropiado, no es su responsabilidad discernir que deben o no deben ver. Y segundo, siempre pueden verse expuesto a contenidos que ni siquiera han buscado específicamente. El algoritmo no está hecho para protegerlos.
Pero un momento, para eso existen los controles parentales ¿no? Sí, y suelen servir, pero no son infalibles. En la sección Is4K ('Internet segura for kids' así, en spanglish), de la web del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) se ofrecen herramientas específicas de protección a los menores de este tipo contenido inadecuado: Magic Desktop, Family Link, Qustodio, Kaspersky SafeKids, etc.
Pero como señala por su parte la propia de Agencia Española de Protección de Datos hay muchas formas que podría tener un menor ya versado en el uso del móvil para saltarse los controles si así lo desea. Formas que van del el uso de proxy online para acceder a contenido web restringido al descubrimiento de la contraseña. O la conexión a redes (WiFi) no protegidas: por ejemplo, la WiFi de centros comerciales o restaurantes. También pueden usar navegadores portables que no requieren instalación y pueden ser utilizados para evitar el filtrado de contenidos o ver contenido de todo tipo a través de servicios no bloqueados como Google Images, Google Translate, Wikipedia, Whatsapp, Telegram, etc.
"El riesgo es muy elevado. Hay muchas alertas que nos dicen que a determinadas edades no se está preparado para discriminar entre la verdad y la mentira de los contenidos que aparecen - señala el Dr. Guillermo Fouce, presidente de Psicólogía sin Fronteras- En la pornografía lo que se ve son relaciones deformadas, y el niño puede creer que la sexualidad e incluso cualquier otra relación con los demás es parecido a eso".
Para el psicólogo, esto significa que de facto se le está robando al niño determinados elementos de construcción de las relaciones reales, lo que tiene consecuencias en las suyas propias. "Sus propias relaciones, su sexualidad, puede quedar deformada porque la comparan con algo que poco tiene que ver con la realidad y eso puede dar lugar a la frustración y al complejo", señala.
Para Fouce, una exposición prolongada a este tipo de contenidos puede hacer que tiendan a centrarse solo en el sexo y no en el conocimiento de los demás.
"La mejor manera es hacerlo directamente y a la misma edad que abordamos el tema de las relaciones afectivas y sexuales. Con la pornografía tenemos que ser muy conscientes de algo: les llegará de todas maneras. Y si no están prevenidos acerca de lo que es, van a construir respuestas a ese estímulo que pueden generar mayores peligros", dice Fouce.
Por otro, si sabemos que ya han visto pornografía, lo primero que hay que hacer es abordar el asunto desde el diálogo y nunca desde la confrontación. Algo que por supuesto va más allá de intentar ser el típico padre o madre enrollado o 'abierto'. No se trata de eso, sino de una actitud que tiene una razón muy práctica. Nos lo explica Fouce: "Es importante no intentar prohibir, sino generar contradicción, generar pensamiento propio, generar autonomía". Es decir cuestionar el propio sentido de la pornografía, dialogar para intentar visualizarla como la representación falsa que es.
Por ello el psicólogo recomienda una conversación clara, sin eufemismos, que resuelva todas las dudas posibles. "Es importante, por ejemplo, no intentar meterles miedo a la pronografía, porque el niño que luego la verá puede sentir que es divertida, (y de hecho puede serlo a corto plazo, ya que genera excitación) y sentir que se le ha mentido -apunta-. Es como pasaba con las antiguas campañas contra el consumo de cocaína que se basaban en el miedo, y luego cuando los jóvenes la probaban sentían que era 'buena' y que les habían engañado. Eso se llama desacreditar la fuente y con la pornografía puede pasarnos lo mismo. Por eso la estrategia del miedo y la confrontación nunca es la mejor", dice el psicólogo.
Tampoco es igual hablar del asunto a los nueve años y a los 12, porque el pensamiento crítico y los cambios físicos empiezan a darse en ese periodo. Nuestro lenguaje y nuestra actitud tendrá que adaptarse al momento del niño. Por último, Fouce recomienda no dar por perdida la batalla por el control de lo que ven a edades tempranas. "Controlar e incluso restringir el acceso a internet a edades tan tempranas es indispensable", apunta.