Solemos ser tacaños en el elogio y generosos con lo que nos parece negativo. Nos recreamos en lo que consideramos malo para nosotros y entramos así en el bucle del enfado, a veces, incluso, de la ira. Sonia Díaz Rois ha sido una de esas personas acostumbradas a buscar los errores y a mostrar su enoj. Su trabajo como supervisora, en permanente búsqueda de fallos, condicionó su estado mental. Pero un día decidió dejar ese entorno y se formó para ser Coach y Mentora especializada en Gestión de la lra y Eneagrama. Díaz Rois ha creado el Programa GTI (Gestiona Tu Ira), diseñado, precisamente, para esas personas que quieren superar el modo de enfado permanente y, llegado el caso, saber 'cabrearse' de la mejor manera posible.
¿En qué consiste enfadarse bien?
El enfado es una emoción de aproximación, como la alegría, que nos anima a compartir lo que pensamos y sentimos y a conocer lo que sienten y piensan otras personas, siempre desde el respeto.
Lo que no quiere el enfado es que conectemos con la ira, provocando que esa otra persona salga corriendo sin querer escucharnos y que nuestro enfado se quede en nosotros sin ser ni atendido ni comprendido.
Por lo tanto, si lo que buscamos es comunicarnos desde el enfado, la mejor forma de expresarlo es acompañarlo de empatía y asertividad, además de asumir la responsabilidad y gestionarlo desde uno mismo porque se trata de nuestro enfado. Así evitaremos caer en la queja inútil o quedarnos de brazos cruzados esperando que sea el exterior el que resuelva nuestro enfado.
¿Cómo sabemos que una discrepancia concreta debe dar paso a un enfado? ¿Cuándo es lícito enfadarse?
Eso dependerá de cada uno. Dependerá de lo que pensemos sobre esa discrepancia y de cuáles son nuestros propios límites y valores, además de cómo esa situación pueda beneficiarnos o perjudicarnos. El enfado es necesario y cada uno decide cuándo darle paso. Se trata de una emoción adaptativa que pretende cuidar de nosotros. Lo importante es reconocerlo, validarlo y gestionarlo adecuadamente.
Existen muchas situaciones que pueden provocar un enfado, por ejemplo: cuando defendemos una postura, cuando consideramos que algo es injusto o cuando recibimos un desprecio o una falta de respeto. Ahí es donde nuestros propios límites, reivindicación de derechos, la necesidad de ser comprendidos y las ganas de querer compartir, provocarán que nos enfademos más o menos. Es importante estar atentos a la cantidad de enfados y a su intensidad, para hacer todo lo posible por comprender qué es eso que nos enfada y qué pensamientos alimentan esta emoción.
Un diálogo interno calmado y reposado, que nos permita reconocer y validar nuestros pensamientos y expresar tranquilamente aquello con lo que no estamos de acuerdo o nos parece mal, es enfado. Pero la realidad es que muchas veces no solemos enfadarnos desde la calma y la serenidad debido a esa primera asociación que hacemos con la ira. Lo que hacemos muchas veces es “saltar” directamente sin haber atendido previamente ese diálogo interno ni prepararnos para darle forma a lo que reamente queremos decir.
¿Está el mundo enfadado? ¿Por qué crees que ocurre esto?
Bajo mi punto de vista, aunque hemos evolucionado respecto a la comprensión de las emociones en muchos sentidos, considero que este continúa siendo un tema pendiente y que podemos mejorar mucho. El desconocimiento emocional sigue estando ahí, aunque cada vez contemos con más consciencia sobre la importancia de este tema. Existen tantos enfados como personas hay en el mundo, porque “no hay enfados, hay personas que se enfadan.” Lo que a uno le molesta, a otra persona puede no molestarle, y viceversa.
A pesar de que parece que vivimos en un mundo en el que todo tiene que ser guay, en el que tenemos que estar de buen rollo, y cuidando de nuestro bienestar, hay una parte oscura que nos arrastra a la polaridad y a tener que encajar en todo tipo de etiquetas, provocando que nos posicionemos, contrariándonos con el resto de opciones y personas que no piensan como nosotros.
¿El pensamiento dual es responsable de esto?
En general, considero que seguimos pensando en blanco y negro (véase la política o el fútbol, por ejemplo). Esa necesidad de posicionarnos respecto a lo propuesto nos limita a unas pocas opciones. Nos queda mucho por aprender y avanzar para seguir eliminando barreras mentales que nos hacen clasificar sin tener en cuenta otros puntos de vista y pensar que podemos ir más allá.
El ritmo que nos lleva a vivir estresados, dejando asuntos sin resolver porque nos falta tiempo y experimentar un estado constante de insatisfacción, porque no alcanzamos ciertos ideales que nos pueden provocar auto-rechazo, también pueden ser detonantes del enfado. La frustración, el miedo y la tristeza, también adoptan forma de enfado en muchas ocasiones.
Siete consejos para gestionar el enfado siendo asertivos
Aunque se manifieste en su versión más iracunda, el enfado necesita atención y ser escuchado. Si no es posible en pleno estallido, hay que prestarle atención para gestionarlo adecuadamente y que se sienta comprendido. No vale barrerlo y esconderlo bajo la alfombra, porque antes o después acabará saliendo.