Seguro que alguna vez has experimentado una situación de lo más extraña. Alguien te habla de un libro o una película, y apenas unas horas más tarde, cerca de ti se materializa una referencia a esa mención en concreto. Te compras una camiseta de un color que te parece ideal para darte cuenta de que hay un montón de personas por la calle vistiendo una muy parecida. Aprendes una palabra nueva o un término técnico en una charla, y solo tienes que esperar al día siguiente para descubrir que otras personas de tu entorno se han puesto a utilizarla como si se hubieran colado en el laberinto de tu cabeza y la hubieran pescado de allí. Parece cosa de magia.
A este fenómeno se lo conoce como ‘ilusión de frecuencia’, y es bastante más común de lo que creemos.
El fenómeno Baader-Meinhof, como también se denomina esta sensación de coincidencia, toma su nombre de un grupo terrorista alemán de la década de 1970. La historia oficial (hay distintas versiones) dice que Terry Mullen, un ciudadano cualquiera, escribió una carta al St. Paul Pioneer Press en la que relataba que había leído el nombre del grupo de radicales y ahora no paraba de verlo por todas partes. Tras publicarla, recibió tantas cartas de personas que le contaban historias parecidas que decidió bautizar así a la experiencia de la confirmación.
Este fenómeno es producto de dos procesos cognitivos distintos. El primero es la atención selectiva, que todos los seres humanos empleamos, incluso cuando no somos conscientes de que estamos dirigiendo la atención hacia algo. Una vez que hemos encontrado algo que nos parece nuevo o interesante, nuestro cerebro tiende a enfocarse en ello. El segundo proceso cognitivo es la confirmación de la hipótesis de nuestro propio foco de atención. En cuanto detectamos esta información en otros lugares, es como si nuestro cerebro nos lo diera la razón con un: "¿Ves?, ¡te lo dije!".
Básicamente, hablamos de un sesgo cognitivo. El hecho de que nuestro cerebro se focalice y preste mucha atención a algo en concreto hace que seamos más propensos a detectarlo cada vez que vuelva a aparecer. No significa ni mucho menos que esa información, dato, nombre, imagen u objeto abunde más de lo normal, sino que nuestra mente actúa como un sabueso olfateando la realidad circundante: ha fijado un objetivo o presa y tiende a identificarlo con mayor facilidad en cuanto sabe que anda cerca.
En esencia, es un recordatorio fascinante del modo en el que funciona nuestro cerebro. Una prueba de cómo filtramos y procesamos la enorme cantidad de información que encontramos a diario, y de nuestra capacidad para encontrar patrones y darle un significado a lo real mediante un anclaje.
En la era digital en la que vivimos este fenómeno tiene pleno sentido. Las redes sociales y los algoritmos de sitios web suelen mostrar contenido basado en búsquedas previas. Así que, si buscas en Google “comedero de gatos”, no debería sorprenderte ver comederos de gatos por todas partes, tanto en la vida real como en los anuncios con los que te bombardean a diario en internet.
La próxima vez que sientas que el universo te está friendo con referencias a esa nueva película, libro o incluso esa persona que acabas de conocer y con la que ahora te cruzas varias veces a la semana, recuerda: solo es tu cerebro mostrando su habilidad para enfocarse y reconocer cierta cualidad de repetición en el tejido del mundo. Este truco mental te está ayudando a darle sentido a lo que te rodea y a conectar con el entorno de una forma que es tuya y solo tuya (bueno, de tu mente y tu manera de pensar).