Dicen que la muerte de un hijo es el rayo. ¿Cómo se vuelve de eso? ¿Cómo se sigue con eso? La muerte de un niño es probablemente la peor de las tragedias a las que podemos enfrentarnos. Pero como toda tragedia, esta también tiene actores secundarios: son los abuelos, que acompañan el dolor de la pérdida como acompañaron tantas veces los rigores de la crianza.
¿Cómo viven ellos la muerte un nieto? ¿Es la edad una ayuda para enfrentarla o por el contrario hace las cosas más difíciles? "Uno no se recupera nunca. De cosas así no aprendes nada. No hay día que pase en que no me acuerde de él. Se murió mi padre, al que quería muchísimo. Y mi madre. Pero pasan semanas y no me acuerdo de ellos. Del chico me acuerdo todos los días, no sé por qué... porque se me ha quedado muy metido, muy metido, muy metido..." Son palabras del director y presentador José Luis Garci sobre su nieto, Óscar, fallecido con apenas 15 años. Garci, como tantos otros abuelos, tenía una relación estrecha con su nieto.
"Mi nieta murió a los 15 días de nacer -declaraba por su parte Luis García Montero el año pasado-. También el amor de mi vida. Pero mi hija vive y resisto por ella". Resistir por los hijos es un concepto clave en este tipo de situaciones. Es a ellos a quienes ahora les toca volver proteger, incluso de sí mismos, de su propio abatimiento.
El nieto de Robert de Niro murió también recientemente por una mezcla fatídica de drogas, pero el actor no se ha pronunciado al respecto. Y hace unos años, asistíamos a la tragedia de Paul Auster, que perdía a su nieta de apenas diez meses de edad y dos semanas después a su propio hijo, víctima de una sobredosis en ese momento implicado por la justicia en la muerte de la menor. Son desgracias para las que nadie está preparado. Y aunque en los caso citados los abuelos no tuvieron tiempo de establecer un vínculo largo con sus nietos, en otros este se da de manera muy estrecha.
¿Cómo se define esta relación? ¿Por qué es tan particular, tan única? "Es, sin lugar a dudas, una de las relaciones más dulces y gratificantes -dice la psicóloga Ana Morales-. Los abuelos tienen el lujo de relacionarse con sus nietos de una manera más relajada, sin las responsabilidades de educar o establecer reglas y límites, propias de los progenitores".
Para la especialista, esta etapa de la vida les permite a los abuelos vivir una segunda juventud y compartir su legado, "mientras que los nietos obtienen una visión más amplia y enriquecida del mundo. Es una dinámica de dar y recibir que fortalece el vínculo y enriquece ambas partes. Hay un punto de convergencia entre la infancia y la vejez que se podría describir como un retorno a la esencia".
Porque es precisamente en ese punto, cuando se tocan esos extremos de la vida, en el que la sociedad nos deja libres de las cargas del rendimiento y la producción, según Morales. "Es fácil imaginar a un abuelo, que ya no está atado a un reloj de 9 a 5, pasando la tarde en un parque, empujando el columpio de su nieta y escuchando con atención las historias de su día en el colegio" dice "Esta conexión especial es una calle de doble sentido donde ambos, jóvenes y mayores, aprenden el uno del otro. El niño absorbe la paciencia y la historia personal que el abuelo comparte, mientras que el abuelo recibe una dosis de esa maravillosa capacidad infantil para encontrar alegría en las pequeñas cosas".
Toda muerte de un niño es inesperada. Por muy larga que sea la enfermedad, por mucho que se haya luchado. Es una subversión del curso natural de las cosas. El caos. Y es normal que ante semejante arrebato de oscuridad la atención se centre en los padres. Nadie como ellos vive el dolor de su partida. Pero ¿cómo lo viven los abuelos? Para la psicóloga Ana Morales se trata de "un terreno muchas veces inexplorado y subestimado. Esta tragedia los golpea doblemente, ya que no sólo cargan con su propio duelo, sino que también llevan el peso del dolor de sus hijos, los padres del menor fallecido. Este doble duelo puede llevarlos a posponer o minimizar su propia tristeza y angustia por la prioridad de ayudar a su hijo, lo que, a su vez, complica su propio proceso de curación", sostiene.
Además, se sabe que los abuelos también pueden lidiar con intensos sentimientos de impotencia o incluso culpa, ya que, a lo largo de sus vidas han sido los cuidadores, los solucionadores de problemas, y ahora se encuentran en una situación que no pueden arreglar, ni aliviar. Hace falta tenerlos en cuenta y ser sensibles a sus propios procesos. Dedicarles tiempo y espacio para expresarse.
Muchas veces tendemos a creer que, dada su experiencia, los abuelos están más preparados para enfrentar la muerte. Pero eso no siempre es así. "Lidiar con la pérdida es complejo y no hay una respuesta única para todos -dice Morales-. La edad ciertamente puede traer sabiduría y resignación, pero cada experiencia de duelo es personal e intransferible". Según la especialista, "a medida que envejecemos, acumulamos más pérdidas, lo que puede hacer que el proceso sea más difícil debido al acúmulo de duelos o, en otros casos, facilitar la gestión emocional gracias a las estrategias de afrontamiento desarrolladas".
"Reconocer su propio dolor esencial. Mientras que la naturaleza instintiva de un abuelo puede ser proteger y consolar a su hijo, es crucial no olvidar su propio proceso". Como siempre, es recomendable pasar por las cinco fases del duelo — la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación—, también en el caso de los abuelos. Para ello deben contar con apoyos que muchas veces llegan desde la familia o los amigos de toda la vida.
"Tienen que hablar sobre su nieto, porque compartir recuerdos y mantener viva su memoria puede ser terapéutico. También es útil rodearse de seres queridos y buscar grupos de apoyo específicos para abuelos en duelo. Estos grupos pueden ofrecer un espacio seguro para compartir sentimientos y experiencias, y para aprender de aquellos que han pasado por situaciones similares", sostiene Morales.
"Después de una pérdida tan significativa, encontrar una "nueva normalidad" puede llevar tiempo e implica un proceso de reconstrucción personal. Para los abuelos, continuar no significa olvidar, sino encontrar formas de honrar la memoria de su nieto mientras se reenganchan con las actividades y las relaciones que puedan significado a sus vidas. Involucrarse en actividades significativas, ya sea a través de hobbies, voluntariado o pasatiempos, puede proporcionar un nuevo propósito y enfoque" asegura Morales.
Y aunque todos, empezando por ellos mismos, son conscientes de que el dolor no desaparecerá por completo, "los momentos agudos de aflicción pueden dar paso a recuerdos más dulces y a un sentimiento de paz y aceptación", asegura la psicóloga. "También es fundamental que se den permiso para vivir momentos de felicidad, sin sentir culpa porque la recuperación no significa olvidar, sino aprender a vivir con el recuerdo, honrando la vida que fue y encontrando significado y propósito en el presente" concluye.