¿Eres una buena persona? Los rasgos de la bondad según la psicología

  • Ser bueno no solo significa no saltarse las normas; la auténtica bondad tiene unas características específicas y una manera de impactar en el mundo

  • La prudencia, la templanza, la justicia y el coraje son algunas de las competencias asociadas a lo bueno

  • Para los antiguos estoicos, como en la actualidad, valores como la solidaridad y la confianza son factores clave en la deseable sociedad de la bondad

¿Qué es ser una buena persona? Cada uno define en función de sus circunstancias qué significa ser bueno y cómo afecta a su entorno. Por tanto, la bondad es un concepto cambiante y relacional. Tiene que ver con la cultura de la tribu y con lo que está moralmente aceptado. La primera definición de ser bueno tiene que ver con seguir las reglas, no cometer delitos, no mentir ni hacer trampas.

Podríamos decir que esa es una bondad mínima, la indispensable para andar por el mundo sin causar problemas. Sin embargo, cuando nos referimos a ser buenos, nos referimos a aquellas personas que emanan un carisma de serenidad y, a su paso, la maquinaria de la vida funciona generando felicidad y armonía. Nunca mejor dicho: por sus actos les conoceremos.

Para el psicólogo y experto en liderazgo Ronald E. Riggio, además de seguir las reglas, una buena manera de saber quién es una buena persona es preguntar a los demás, de amigos a familiares pasando por vecinos y compañeros de trabajo, todas esas personas que nos conocen en acción. Aunque parezca un enfoque novedoso, los filósofos griegos ya avanzaron una visión 360 grados de lo que supone la bondad.

Las cuatro virtudes aristotélicas

Para Aristóteles, una buena persona era aquella que poseía estas cuatro virtudes:

  • Prudencia. En la Grecia clásica la prudencia equivale a la sabiduría, algo que no nace de manera espontánea, sino a través de la curiosidad, la indagación y la objetividad. Las personas prudentes saben esperar, no dudan en tomarse el tiempo adecuado para decidir. Son esas personas que escuchan de manera activa, comprueban la veracidad de los hechos y no se dejan arrastrar por su ego. Una manera de lograr ser prudente es preguntarse qué pensarían quienes son relevantes para nosotros de determinados actos o decisiones.
  • Templanza. Saber interpretar y controlar nuestro semáforo emocional es clave para no dejarse arrastrar por las emociones extremas. Esto no significa que no haya que enfadarse; de hecho, la ira es una emoción funcional, sino que no nos dejamos arrastrar por el exceso. Un ego inflado es otro enemigo de la templanza, ya que priorizará nuestra visión de un asunto respecto a la de los demás.
  • Justicia. La justicia se explica mejor de manera aplicada: ¿tratamos a los otros de manera justa, dándoles crédito cuando es necesario? ¿Respeto los derechos de los demás? ¿Soy empático con ellos?
  • Coraje. Defender lo que se cree firmemente, hacer lo que es justo y necesario, aunque eso pueda perjudicarnos, son las dos señas del coraje, una de las grandes competencias de la bondad. Una persona con coraje interviene siempre que ve una injusticia o maltrato, asume sus propios errores y tiene una sólida red de valores morales que intenta no romper.

Oxford habla: las cinco características de las buenas personas

Al enfoque aristotélico le han seguido a lo largo de los siglos diferentes enfoques. Uno de los últimos es el de la Universidad Oxford. En 2012, el investigador y antropólogo Oliver Scott Curry empezó un estudio realizado en 60 tipos de sociedades que concluyó siete años después con una serie de conclusiones relevantes. Las más sorprendentes afectaban a lo que las personas consideraban qué significa ser bueno. Para la mayoría de los participantes en el estudio, hay cinco actuaciones propias de las buenas personas:

  1. Ayudan a su entorno, a su familia y a su comunidad.
  2. Hacen favores de manera desinteresada.
  3. Tienen coraje ante situaciones adversas.
  4. Respetan los límites impuestos por la sociedad.
  5. Gestionan los recursos de manera justa.

Cooperar, factor clave

Otra de las conclusiones del estudio de este antropólogo es que la bondad tiene mucho que ver con la cooperación. Los problemas son similares en la mayor parte de las sociedades y, pese a las diferencias culturales, existe un código moral común basado en la ayuda mutua y la promoción del bien de la comunidad. Durante muchos siglos, de hecho hasta el siglo XVIII, siguiendo la estela de la filosofía estoica, el bien común se anteponía al personal.

Para los estoicos, como ahora, valores como la solidaridad y la confianza son factores clave en la sociedad de la bondad, constuida a partir de los comportamientos individuales ya descritos. Pero quien, sin duda, tiene más claro cómo somos de buenos somos nosotros mismos. El autoconcepto es fundamental para saber qué y cómo debemos mejorar. Cada persona tiene su propio código de buenas prácticas que debe intentar satisfacer. Plantearse cuánto hacemos por los demás, qué ayuda prestamos, cómo reaccionamos ante posibles ofensas o, la gran pregunta, cómo dejaremos el mundo en nuestro viaje definitivo pueden ayudarnos a componer esa autoimagen. El resultado nunca será 'bueno' o 'malo', sino 'en construcción' porque practicar una mirada amable y compasiva hacia uno mismo es, quizá, la primera virtud de las buenas personas.