La Navidad es un arma de doble filo emocional. Pueden ser perfectas cuando el ambiente familiar y personal es apacible o, por el contrario, una tortura de espumillón. Las fiestas navideñas suelen ser fechas de sentimientos encontrados, en los que hay que conciliar la ilusión de los más pequeños con otros aspectos menos felices que, normalmente, están relacionados con las ausencias, ya sea de seres queridos que han fallecido o de personas que ya no están en nuestra vida, al menos no de la misma manera, como ocurre en el caso de divorcios o separaciones.
Siempre que hay una pérdida, se atraviesa un periodo de duelo, un proceso complejo que cada persona encara a su manera. En fechas señaladas, como son los cumpleaños o la Navidad, la nostalgia y la tristeza del recuerdo de los que ya no están, de los familiares o seres queridos que han fallecido o que no están en nuestra vida, puede dar lugar al síndrome de la silla vacía, ese asiento que refleja la ausencia.
Según los expertos, la primera Navidad tras la pérdida nos hace enfrentarnos a ese vacío y, de alguna manera, rememorar esa situación dramática. Este malestar puede expresarse de diferentes formas.
Cada persona reacciona de manera diferente ante una situación traumática. En el caso del síndrome de la silla vacía, se pueden experimentar emociones intensas y, aparentemente, contradictorias. Las más habituales son ira, ansiedad, accesos de llanto, tristeza, sensación de fatiga, culpa y problemas de insomnio.
También es frecuente que se rememore momentos o circunstancias asociadas a esa pérdida. En el caso de un fallecimiento, qué pasó en esos días previos. Si hablamos de un divorcio o una separación, es frecuente volver a experimentar parte del trauma de esos días, algo perjudicial porque la mente no logra diferenciar entre la realidad y la ficción.
El paso del tiempo es el mejor antídoto para superar la tristeza de la ausencias. Pero, además, los psicólogos explican que el apoyo del entorno y mantener hábitos saludables ayudan considerablemente a aliviar el duelo, un proceso que consta de varias fases (negación, ira, tristeza, aceptación y superación) que, de una u otra manera, hay que transitar.
Estas fases no siempre se pasan de manera progresiva; puede, incluso, que haya regresiones de una fase a otra, pero finalmente todos terminamos pasando por esas etapas, que suelen durar alrededor de un año. Si se supera ese tiempo, puede ser recomendable acudir a terapia o ponerse en manos profesionales. El apoyo de un psicólogo también podrá ayudar a desarrollar resiliencia, la clave para superar una situación incómoda.
Los psicólogos ofrecen una serie de recomendaciones para ayudarnos a transitar el duelo asociado al síndrome de la silla vacía. Entre las más relevantes, destacan las siguientes: