La distancia más corta entre dos puntos no siempre es el camino recto. A veces la solución a un problema no es la más directa, sino que exige un enfoque más creativo que vaya más allá de la lógica. Frente al pensamiento focalizado, que suele basarse en repetir acciones que nos han funcionado antes, está el pensamiento lateral, que busca ángulos innovadores, flexibles y reflexivos. Se trata de desactivar el piloto automático y hacerse las preguntas correctas. A esto puede ayudarnos la técnica de los seis sombreros para pensar, desarrollada por Edward de Bono, psicólogo, filósofo y profesor de las Universidades de Oxford, Londres, Cambridge y Harvard.
Esta técnica consiste en abordar un mismo problema desde seis ópticas diferentes, contenidas en seis sombreros imaginarios, y de una manera deliberada y consciente. Cuando surge un problema complejo o intentamos tomar una decisión difícil, cada sombrero nos ofrecerá una premisa, una visión o un encuadre concreto. La idea es concentrar la atención y generar un estilo de pensamiento variado, ágil y creativo.
Una vez nos hayamos probado todos de forma proactiva, estaremos más capacitados para tomar una decisión. No es extraño, pues, que este método sea utilizado especialmente en ámbitos empresariales. Lo mejor de esta dinámica de pensamiento es que tiene un impacto innegablemente positivo en nuestro cerebro, pues lo que estamos llevando a cabo es un 'entrenamiento' para aprender a pensar mejor que tiene un efecto medible en nuestra felicidad. Estos son los seis sombreros con los que hay que pensar:
Este sombrero nos enseña a ver las cosas desde el punto de vista más objetivo, neutro y vacío de sesgos. Al tomar distancia sobre el problema, nos liberamos de prejuicios y distorsiones emocionales, lo que nos permitirá valorar el problema desde los hechos sin interpretarlos, solo basándonos en el análisis de los datos.
Este enfoque nos permite abordar el problema desde el realismo de que ciertas cosas pueden salir mal, no funcionar, o al menos no hacerlo como esperábamos. En ocasiones es necesario saber ver la parte negativa de las cosas y ser conscientes de esos muros sin salida que hay que aceptar para hallar opciones más validas. Esta mirada, además, se nutre de nuestras experiencias pasadas, de lo que ya hemos aprendido en la vida.
Este es el sombrero que contiene el pensamiento lateral, el que nos invita a ser provocativos y no tan conservadores, el que nos exige originalidad, creatividad, atrevimiento y dejar los prejuicios atrás. Se trata de darnos permiso para pensar en soluciones imposibles desde el punto de vista lógico o razonable. Este tipo de pensamiento nos anima a darnos más opciones, más allá de la primera propuesta. Siempre hay más rutas y más alternativas que explorar. Solo hay que dejar que fluya la imaginación.
Al ponernos este sombrero dejamos que nuestras emociones entren en juego. Tendremos la oportunidad de expresar en voz alta lo que nos apasiona y lo que nos inquieta. Es la hora de la subjetividad, de la intuición, de abordar el problema tal y como lo sentimos. Al mismo tiempo, nos permitirá entender las emociones de los demás.
Este enfoque sería la otra cara de la moneda del sombrero negro. En contraposición a ese enfoque lógico-negativo, el sombrero amarillo nos enseña a aplicar un enfoque de pensamiento positivo que nos permita afrontar nuevos retos con optimismo sin abandonar la óptica realista. Se trata e ver posibilidades donde otros ven puertas cerradas. Ahora bien, este positivismo debe basarse siempre en la lógica, porque si nos dejamos llevar por la fantasía o la pasión, estaremos usando el sombrero rojo.
Es el sombrero que debería estar siempre presente, ya que transmite tranquilidad, equilibrio, autocontrol y eficacia. Representa el pensamiento estructurado y nos guía en todo momento, señalando alternativas y proponiendo estrategias. Este es el que tiene el control sobre todo el proceso y, por tanto, se usa dos veces: al principio y al final. En primer lugar, para decidir qué sombreros vamos a ponernos y en qué orden, y finalmente para tomar la decisión definitiva.