Ese bajón arrollador que te mantiene atrapado en el primer mes del año como si fuera una mañana eterna sin café tiene un nombre: ergofobia. Se trata de la diagnosticada fobia al trabajo: el miedo, habitual de esta temporada de inicio de año, a volver a la oficina y cumplir con las exigencias que en otros meses parecen tolerables. Lo que sientes no es una exageración, es la consecuencia del choque que supone pasar de los relajados días festivos a la rutina y a la llamada 'cuesta de enero' sin escalas.
Es un hecho que cada vez más los españoles enfrentamos enero como si fuéramos Sísifo, el rey condenado a empujar una piedra cuesta arriba solo para que, una vez coronada la cima, ésta volviera a rodar hasta abajo. Además, hemos bromeado tanto para desahogarnos y generado tal caudal de memes con la pesadillesca vuelta al curro y lo doloroso de trabajar, que se nos olvida que detrás de este trance puede haber trauma y malestar reales afectando nuestra salud física y mental.
Hay, de hecho, quienes durante toda la 'operación retorno' a las funciones, sienten de manera patológica ese miedo a entrar en su espacio laboral y hasta a sentarse en su puesto de trabajo, frente al ordenador, y ver a sus compañeros, un temor que se convierte en pánico paralizante, es decir en fobia. Y es cuando debe ser abordada y, en muchos casos, tratada.
Según la especialista en terapia Gestalt, Teresa Calle, la ergofobia, que une los términos griegos ‘ergon’, trabajo, y ‘phobos’, miedo o terror, "puede aparecer en los días previos a reincorporarse a la oficina tras los festivos y vacaciones, en los primeros días de oficina o extenderse incluso cuando ya llevamos varias semanas trabajando". Para Calle, "hablamos de estados muy distintos a la tristeza predecible de los primeros días de adaptación. Los malestares que intentamos aplacar convenciéndonos de que son normales no son una broma, pueden ser tan agudos que dejan al trabajador incapacitado para hacerse cargo de sus labores. La culpa y los remordimientos, por otro lado, el no poder compartirlo con nadie más, solo lo recrudecen".
La ansiedad, los ataques de pánico, la depresión, los pensamientos negativos, migrañas y necesidad urgente de dormir, son algunos de las maneras en que se manifiesta la ergofobia, en los que el terror al despido, a no estar a la altura o padecer un ambiente laboral tóxico son la tónica.
Ahora bien, la ergofobia no siempre es crítica, hay niveles medios y bajos. Y si no es grave, conforme vamos abandonando la dichosa cuesta, iremos viendo la luz al final del túnel. Sea de la gravedad que sea, Calle recomienda para esta temporada "olvidarte de ser perfeccionista y de autoexplorarse, asumir nuestra vulnerabilidad emocional y pedir ayuda profesional, buscar apoyo del entorno, compartir sentires con jefes y compañeros de confianza, porque a ellos también les pasa, ponerse metas más simples, concretas y alcanzables, ir paso a paso y cumplir con lo primero para seguir con lo segundo y así recuperar la confianza en ti mismo. Cuando menos lo esperemos podrás volver a ser la persona productiva que eras antes de tomarte unos días de descanso".
Y sobre la propia cuesta de enero, tenemos buenas y malas noticias: la mala es que no se acaba precisamente con el final de mes. Muchas familias seguirán pagando los 'excesos' de diciembre hasta finales de febrero. La buena noticia es que con la entrada en vigor del incremento en el salario mínimo (aún sin fecha pero con carácter retroactivo, es decir se contará desde este mismo mes), la cogida del 'ritmo' laboral y la mejora del tiempo (que repercute en a reducción de las facturas) saldremos de esta antes que acabe el primer trimestre del año.Y a empezar a contar los días hasta el parón de Semana Santa.