La palabra 'trauma' tiene una doble etimología: por un lado, del griego, donde significa 'herida'; por otro, del alemán 'traum', 'sueño'. No en vano fue el psiquiatra germano Sigmund Freud el creador del concepto.
Si se piensa detenidamente, el trauma es esa herida emocional que no hemos podido integrar en nuestra psique y que permanece más o menos oculta entre las experiencias y las ensoñaciones. Su impacto puede limitar la vida diaria y las relaciones personales. Muchas vivencias pasadas dejan como herencia un dolor interior, a veces a nivel inconsciente. Por ello el trauma y los trastornos asociados a él están muy presentes en las consultas de los profesionales de la salud mental. Cómo se aborda hoy en día su tratamiento será objeto de las Jornadas sobre la actualización científica en el abordaje del Trauma y otros Trastornos asociados, organizadas por la Asociación EMDR España durante los días 26 y 27 de enero en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Hablamos con Walter Lupo, psicólogo especialista en Psicología Clínica y consultor de EMDR, de cuya directiva forma parte en España.
¿Cuál es el objetivo de este encuentro?
El objetivo que investigadores internacionales reconocidos en los tratamientos y estudios de las experiencias traumáticas expongan y compartan las diferentes propuestas e intervenciones sobre este tema en la salud mental. Esperamos que este intercambio enriquezca y amplíe el conocimiento sobre la importancia y la validez científica de incluir el tratamiento del trauma en diferentes modelos de psicoterapia.
¿El trauma es algo común en todas las personas? ¿Vamos a sufrirlo en algún momento de la vida?
La definición más sencilla del trauma, palabra de origen griego que significa 'herida', se refiere a experiencias con alto impacto emocional en las personas que producen una ruptura y desequilibrio en su estabilidad anímica, física y social, superando sus capacidades para asimilarlas. Pueden ser de diferentes tipos, como catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, del medio ambiente) o provocadas por el hombre, como las guerras, el terrorismo, los desplazamientos masivos de personas o la violencia física. Otras experiencias son las que suceden en las relaciones entre las personas, como los diferentes tipos de abuso, físico, emocional y sexual, o la negligencia emocional, que pueden ocurrir en diferentes épocas de la vida.
¿Las enfermedades también pueden desencadenar traumas?
Las enfermedades graves o pandemias como el COVID también pueden incluirse como experiencias traumatizantes, así como los accidentes graves. Lo que tienen en común es que amenazan la seguridad vital y emocional, provocando un sentimiento de vulnerabilidad. Como podemos apreciar, todos los seres humanos pueden estar expuestos a enfrentarse a este tipo de experiencias en algún momento de su vida.
¿La edad tiene que ver en cómo vivimos el trauma?
Este es un punto importante. No todas las experiencias adversas y de impacto emocional llegan a ser traumáticas. Puede haber una respuesta de estrés agudo durante el primer mes de ocurridos los acontecimientos, como recuerdos angustiosos recurrentes, evitación de los estímulos asociados a los incidentes, estado de alerta e irritabilidad, y alteraciones en el estado del ánimo. La progresiva asimilación de la experiencia en el tiempo como un recuerdo sin perturbación o el hecho de que se transformen en traumas que afecten durante meses y años la vida de las personas dependerá de diferentes factores como la gravedad y duración de estas experiencias, la vulnerabilidad previa, la edad, el género y factores de tipo cultural.
Según explica, el desarrollo de un trauma depende de la edad, el sexo y los factores culturales. ¿Hay un perfil de personas más propenso a sufrir traumas?
Las personas que pueden estar más expuestas a los traumas son los niños y adolescentes por su nivel de desarrollo y las limitaciones en recursos propios para afrontar diferentes experiencias de abuso y violencia, las poblaciones que están en mayor riesgo social, por las condiciones sociales, educativas y económicas. Son las personas que provienen de familias disfuncionales donde suele haber abuso en el consumo de sustancias, patología mental y abuso emocional, físico, sexual o negligencia.
¿Cuándo puede tener un trauma más relevancia?
El impacto puede ser mayor si ocurren durante la infancia y adolescencia. Y más si estas experiencias están causadas por personas del entorno cercano y las víctimas no reciben apoyo de la familia o de la comunidad.
¿Qué es el Trastorno de Estrés Postraumático?
A consecuencia del creciente interés y de los estudios sobre poblaciones con traumas, como veteranos de guerra, las afectadas por violencia física y sexual, y sus consecuencias en la salud mental de estas personas, se incluye en el año 1980, en el DSM-III el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) como un diagnóstico que describe los efectos patológicos duraderos de las experiencias traumáticas en el funcionamiento psicológico en diferentes aspectos.
¿Cuáles son sus síntomas?
Las personas que lo presentan tienen síntomas intrusivos de reexperimentación de los sucesos, de evitación de los estímulos asociados, un estado de alerta y reactividad, alteraciones cognitivas y del estado del ánimo, y una disminución en las capacidades de relación social y laboral. La prevalencia del TEPT abarca entre el 1 y el 2% de la población y del 15 al 30% de los que tienen al menos una experiencia traumática.
¿Y el Trastorno de Estrés Postraumático Complejo?
Este tipo de trastorno afecta a personas que han padecido maltrato o negligencia reiterada, especialmente durante la infancia y la adolescencia. Al ocurrir en edades más precoces influyen en el desarrollo de la personalidad, y además de los síntomas de TEPT, presenta dificultades en la regulación de los afectos, sentimientos de vergüenza, culpa o fracaso, disociación, creencias de poco valor y serios problemas en las relaciones interpersonales que afectan de forma severa en la integración del Yo y la vida social.
¿El trauma puede derivar en trastornos de salud mental?
En 2023, en un metaanálisis de diferentes publicaciones científicas realizado por el equipo de Investigación del Centro Fórum de Barcelona, se publicó la primera revisión general que examinaba de forma sistemática el trauma psicológico como factor de riesgo transdiagnóstico en todos los trastornos mentales. El objetivo era investigar la asociación entre diferentes tipos de trauma y trastorno mental. Tomando como base a 10 diferentes tipos de experiencias traumáticas, las conclusiones fueron que el trauma psicológico es un factor de riesgo en los trastornos de ansiedad, depresivos, de personalidad, bipolar, obsesivos-compulsivos, los relacionados con el trauma y el estrés como el TEPT y TEPT complejo y los trastornos del espectro de la esquizofrenia.
¿Existen factores protectores del trauma? ¿Podemos prevenir el impacto de una mala experiencia?
Los principales factores protectores al trauma provienen de un entorno familiar y próximo seguro que apoye a las personas ante experiencias de impacto emocional, de la existencia de recursos sociales y sanitarios que den un soporte y ayuda más amplio, y de la atención psicológica temprana que disminuye los síntomas iniciales del estrés agudo y evitan que se consoliden como un TEPT a lo largo del tiempo. Esto hace que la vulnerabilidad de las personas que viven experiencias traumáticas se reduzca y facilita la asimilación progresiva de las mismas.
Viniendo de una pandemia y con una escalada de conflictos armados, ¿debemos prepararnos para un crecimiento inaudito de personas con traumas o enfermedades mentales?
Las guerras y el terrorismo que afectan a millones de personas, cómo las actuales en Ucrania y Gaza u otras que son menos conocidas, aumentan el porcentaje de personas que van a presentar TEPT con duración prolongada y que afectará a otras generaciones, como se han visto en estudios de sobrevivientes de otras guerras. También las pandemias como el Covid-19 han provocado un aumento en los trastornos de ansiedad, depresión y TEPT. Según datos de la OMS en un estudio del año 2022 sobre las primeras evidencias del impacto del COVID-19 en la salud mental, revelaba que en la población mundial hubo un aumento del 27,6% de trastornos depresivos mayores y del 25,6% de trastornos de ansiedad.