Vivimos en un mundo en el que estamos inmersos constantemente en el ordenador, el teléfono, las tablets… Los utilizamos todo el tiempo para tener acceso a contenido audiovisual, navegar por internet, cotillear en las redes sociales, leer noticias e incluso libros.
El uso de las nuevas tecnologías tiene un gran impacto en nuestra manera de relacionarnos con la lectura, pues afecta de manera directa a nuestro cerebro. Los móviles, ordenadores y tablets nos han acostumbrado a un tipo de atención denominada “de abajo a arriba” (bottom-up). En este tipo de atención son las emociones, suscitadas por los contenidos digitales, las que disparan nuestra atención. Es decir, no dirigimos de forma voluntaria la atención, sino que estos medios “atrapan” nuestra atención sin que la hayamos dirigido de forma consciente.
¿Te ha pasado recientemente te cuesta concentrarse en una lectura larga, que le lleve más de 10 minutos? ¿Saltas de tarea en tarea, o de ventana en ventana en el ordenador, cuando no llevas ni tres párrafos leídos de un texto? ¿Te cuesta encontrar la tranquilidad mental para concentrarse en un buen libro?
La lectura, en tal contexto, parece resultar afectada de un modo especial. Mucha gente siente que quiere leer, pero le cuesta más que antes porque se desconcentra, le cuesta enfocarse, debe releer varias veces el mismo párrafo para realmente entenderlo… No puede estar a lo que está, como se suele decir.
Una característica de los contenidos multimedia es la “multitarea”: pasamos de contenido y cambiamos entre informaciones sin procesarlas pausadamente. Un modo de leer que, también, impacta de forma negativa en el rendimiento escolar. Además, crea dependencia ya que, a nivel cerebral, se activan áreas implicadas en las adicciones. Es decir, estos contenidos nos “enganchan” en detrimento de otras tareas.
Obviamente el impacto depende del contenido. No es lo mismo hacer uso de herramientas digitales que han sido diseñadas y testadas para mejorar procesos cognitivos como la atención, la memoria, la planificación, las habilidades matemáticas que el uso anteriormente descrito. Todo esto dificulta que seamos capaces de atender a tareas menos atractivas a priori, o que requieren un procesamiento más pausado como leer, analizar información o estudiar.