La liga de los insomnes: ¿por qué las mujeres duermen peor que los hombres?

  • Según una encuesta de 40 dB, el 63,9% de las personas que confiesa dormir mal son mujeres y prácticamente la mitad está entre los 45 y los 64 años

  • Ocho de cada diez españoles afirman que no pegan ojo por el estrés, además de por problemas económicos y la crianza de los hijos

  • Los cambios hormonales de la menopausia y el exceso de tareas dificultan un descanso de calidad entre las mujeres, dando lugar a un nuevo parámetro de desigualdad

Vivimos la crisis del descanso. Hace unos días, en un encuentro con medios españoles, Daniel Goleman, el padre de la inteligencia emocional, admitía que el sueño jugaba un papel esencial en la manera de afrontar el día. "Un descanso pobre nos lleva a manejar peor las variables que nos desafían en la jornada. Es más díficil que tengamos un buen día". Según las últimas investigaciones, también es más difícil tener una buena noche al entrar en un círculo vicioso: estamos mal de día porque no hemos descansado bien de noche, y descansamos mal porque hemos llevado malamente el día.

Por la mañana, apenas nos concedemos tiempo para descansar en una atolondrada gymkana de actividades y por la noche el sueño es escaso y pobre, una combinación peligrosa para la salud. Esta conclusión, que muchos estudios médicos llevan mostrando hace años, aparece confirmada en la encuesta sobre el sueño de 40dB para El País y la Cadena SER. Este sondeo nacional no es solo la radiografía de cómo dormimos los españoles, sino el mapa de los trastornos que arrastramos y, también, la foto de una nueva desigualdad entre hombres y mujeres: la diferencia del descanso.

Economía y sueño

La encuestra arroja un primer dato importante: el 63,9% de las personas que confiesa dormir mal son mujeres y prácticamente la mitad está entre los 45 y los 64 años. También son más propensas a consumir productos que inducen al sueño, ya sean infusiones (54,4%), ansiolíticos (26,3%) o antidepresivos (18,9%).

Por su parte, el 52,4% de la población dice dormir bien la mayoría de las veces. De este segmento, el 59,9% son hombres. Otro dato interesante es que el 60% de los que afirman dormir bien, sean hombres o mujeres, logran ahorrar; es decir, no tienen problemas económicos. Por último, trabajar no rima con descansar: la calidad de sueño empeora con los años y con el incremento de vida laboral: los hombres y mujeres que peor duermen tienen entre 55 y 64 años. Con la jubilación, sin obligaciones pautadas y sin el despertador que las recuerda, el sueño mejora.

Causas del mal dormir

Básicamente, lo que nos impide dormir bien son las preocupaciones. Ocho de cada diez españoles afirman que no pegan ojo por el estrés. Para muchos psicólogos, independientemente de tener un perfil más propenso a la ansiedad o a la depresión, la rumiación, ese diálogo interno, incesante e improductivo en el que no paramos de dar vueltas a los temas que nos preocupan, nos quita, literalmente, el sueño. Aquí podría aplicarse otra máxima del maestro Goleman: "Hay que distinguir entre lo que podemos cambiar y lo que no". Lo que no podemos cambiar no debería interferir ni en nuestras noches ni en nuestra línea vital.

De nuevo, son las mujeres a las que las preocupaciones, ya sean controlables o no, parece afectarles más que a los hombres: el 85% dice dormir mal por estrés. El porcentaje sube cuando se añade la falta de solvencia económica (85,7%) y supera el 90% cuando tienen hijos menores de nueve años (91,2%). En esta liga de insomnes, ¿por qué las mujeres son líderes?

Menopausia (una vez más)

Hay razones fisiológicas que justifican una peor calidad del sueño. Los cambios hormonales de la menopausia abonan el insomnio. La falta de producción de estrógeno y progesterona deriva en algunos casos en trastornos vasomotores, como la sofocación nocturna, que llegan a ser insoportables, especialmente en la última parte de la noche.

A estos cambios hormonales pueden sumarse síntomas inespecíficos, como el cansancio tras una dura jornada de trabajo (ya sea fuera de casa, dentro del hogar o en ambas posiciones), el malestar derivado de una alimentación inadecuada o la sensación sutil de no haber tenido un buen día. El mal sueño no es la única consecuencia de una jornada maratoniana de actividades; a veces también aparecen problemas digestivos, afecciones cutáneas, dolores de cervicales o de espalda que no se van con nada... La falta de descanso agrava esta tormenta perfecta que atenta contra la salud.

Encargadas de los cuidados

Esta falta de descanso también tiene un componente emocional, ligado a la empatía. Desde tiempos inmemoriales, la rutina de los cuidados, desde que somos bebés hasta que llegamos a viejos ha recaído en las mujeres. El listado de cuidados posibles es amplísimo, pero incluso en su variante más básica demandan muchísimo tiempo, un tiempo que, a su vez, es limitado. El día tiene 24 horas improrrogables, y esos cuidados que redundan en la armonía familiar requieren tiempo. ¿De dónde se saca? De la 'bolsa' de horas de las mujeres. Es precisamente el exceso de empatía femenino lo que decide el orden de las prioridades, normalmente a favor de los otros.

Michelle Obama es uno de los personajes públicos que habla abiertamente del 'me time', el tiempo para sí misma. Este tiempo de calidad que ahora se llama autocuidado no es una ninguna frivolidad, sino la manera de reordenar la posición de las mujeres en la escala humana. Dedicarse un tiempo diario a algo que procure bienestar incide en ese bienestar (segregamos dopamina, oxitocina y endorfinas, las hormonas de la armonía) y, al tiempo, da la serenidad necesaria para ver dónde están los límites. No siempre hay que intervenir, no siempre está en nuestra mano recomponer. Las personas emocionalmente inteligentes saber que la realidad que se percibe es solo una parte de ella. Muchas mujeres han creado su identidad en base a la vida de los suyos. Muchas veces, los cuidados se han convertido en una responsabilidad respecto a lo que los demás hacen o son. Es fácil quedarse atrapadas ahí. Por eso es tan importante, concederse tiempo; es el ingrediente necesario para cuidar de la propia identidad para que pueda evolucionar en las distintas etapas de la vida.

Carga mental

Quedarse atrapadas en una lista interminable de deberes laborales, familiares, domésticos y sociales es lo que se conoce como carga mental. Su nombre tiene poco de metafórico: la carga mental pesa, es una mochila compuesta de tareas necesarias y a veces menos necesarias. Para gestionarla, es importante hacer la famosa distinción de lo importante y lo urgente; también de lo realista y lo improbable. Tener una carga mental en la que se mezcla el día a día con las expectativas más irreales es una bomba de relojería que alimenta la insatisfacción, además de una autoexigencia desbordada.

¿Podría aliviarse esa carga? Cuando se vive en pareja, podría ser una opción. Pero las consultas de los terapeutas matrimoniales están llenas de conflictos domésticos sin resolver. El psicólogo Alberto Soler llama a estos casos los de los "maridos voluntariosos". Le echan ganas al día a día, quieren ayudar, pero no dejan de funcionar en modo remoto. Responden si se les pide ayuda, pero no comparten la planificación ni tienen en la cabeza la agenda familiar. "Cuando hablas con la mayor parte de las parejas sobre cuestiones concretas de la vida de familia, es ella quien las lleva en la cabeza, casi de manera exclusiva", señala este experto en un post de Instagram.

Buenas noches

Dormir bien es necesario para la salud. Durante el sueño, entramos en modo parasimpático y el sistema inmune se recupera y actúa, el cerebro aprovecha para reorganizar los recuerdos, el sistema digestivo descansa. En definitiva, nos reparamos. La encuesta de 40dB señala que los días laborables descansamos una media de 7,3 horas, el mínimo recomendado, y que nos vamos tarde a la cama, entre las 23.00h y las 01.00h, una franja en la que el cuerpo lleva horas demandando descanso: en torno a las 21.00h empiezan a ralentizarse muchas funciones vitales.

La encuesta, además, expone algo que vivimos a diario: las cosas de todos salen gracias al trabajo no remunerado de las mujeres. Según el INE, las mujeres destinan 26,5 horas a la semana a cuidar a hijos o familiares, tareas domésticas y colaboraciones sin sueldo en ONG, frente a las 14 horas de ellos, más de tres horas diarias que suelen añadirse a la jornada laboral. En este mundo de la oferta y la demanda, esto también tiene un coste: la pérdida de calidad de vida de las mujeres, la mitad de la población mundial.