"Hasta aquí": los cinco motivos por los que deberías dejar una amistad
De todas las personas con las que interactuamos, solo unas pocas consiguen ser nuestros amigos; y con algunas de ellas debemos dejar de serlo
El egoísmo de una de las partes suele ser una de las causas más frecuentes por las que se rompe una amistad
Cuando la asimetría de la relación es imposible de corregir, la amistad se hace añicos
Compartir tiempo y espacio con otras personas es inevitable. Pero de todas esas personas con las interactuamos solo unas pocas terminan siendo nuestros amigos. Y de esos amigos, no todos están en la misma esfera de intimidad. De hecho, ese vínculo afectivo y duradero que dos personas construyen de manera voluntaria -así define la psicología la amistad- puede declinarse de muchas maneras.
Existen los amigos instrumentales, aquellos cuya relación está causada o mediatizada por intereses comunes, y otros con los que el vínculo es fuerte, sostenido en el tiempo y jalonado por muchas experiencias compartidas. En uno u otro caso, el interés por el bienestar del otro, la empatía y una manera parecida de ver la vida componen los ingredientes de la amistad, una relación que, sin embargo, no es eterna. Puede romperse con más facilidad de la que creemos. Estas son algunas de las causas más habituales, según la Asociación Americana de Psicología.
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Egoísmo
Las personas egoístas priorizan sus intereses frente al resto. Poner límites y expresar nuestras necesidades es un hábito sano, pero anteponer nuestros deseos por defecto puede acabar con muchas relaciones personales. El egoísmo siempre genera una deuda emocional, no hay reciprocidad en las relaciones ni una implicación en el bienestar del otro. Por tanto, falta apoyo sincero y la otra persona se siente poco respetada y valorada. La sensación habitual es que la otra parte solo se pone en contacto con nosotros cuando necesita algo. La relación es puramente transaccional.
Amistad y amor
A veces, lo que para uno es una amistad para la otra persona se convierte en algo más romántico. El foco de la relación cambia porque los objetivos de esa relación también cambian: una parte quiere ser amiga y la otra pareja. Manejar esa diferencia de expectativas puede dar al traste con la amistad.
A veces el deseo romántico no se da entre los amigos, sino con la pareja de uno de ellos, con alguien por quien las dos partes está interesada o por la irrupción de una nueva pareja que, por distintas circunstancias, no termina de integrarse en la amistad previa.
Interacción escasa
La pérdida de contacto es una causa habitual de que una amistad se rompa. Comunicarse, verse o, al menos, saber uno del otro es esencial. Sin esta convivencia, incluso virtual, mínima no es posible ser amigo de nadie. Al comunicarnos, actualizamos nuestro estado, expresamos nuestros objetivos, confortamos al otro y somos confortados. Desgraciadamente, la comunicación puede perderse si se vive lejos, las circunstancias no acompañan, deja de haber intereses comunes y, especialmente, si ha habido conflictos o malentendidos. Algunos estudios señalan que hay que convivir unas 60 horas al año para ser amigo de alguien. El tiempo también cuenta aquí. Si alguien nos interesa mucho, es necesario planificar actividades o encuentros conjuntos.
Percepciones del entorno
Una amistad puede llegar a su fin si el entorno, ya sean los otros amigos o la familia, la desaprueba. La presión social por parte de las personas con las que ya se tiene un vínculo fuerte puede desencadenar la ruptura con ese nuevo amigo.
La influencia del entorno puede ser positiva o negativa. Si la nueva amistad no ejerce una influencia buena, es razonable que los amigos y familiares intenten desactivar la nueva relación. Sin embargo, también puede ocurrir que sea una relación sana que no puede llegar a buen puerto por la presión de las otras relaciones. En ese caso, habría que plantearse que las amistad verdadera siempre suma y nunca resta.
Asimetría
Es quizá la razón más habitual, una mezcla de todas las anteriores en distinto grado. Las relaciones asimétricas son normales porque ninguna persona se implica exactamente igual que otra en una relación. Sin embargo, cuando priman siempre los intereses de una parte, esta misma persona no es proactiva a la hora de crear experiencias compartidas (esa sensación de que hay que 'perseguir' al otro para verse), no está en los momentos en los que se le necesita y falla la comunicación, la asimetría de la relación es enorme y difícil de equilibrar. Quizá haya llegado el momento de decir adiós y enfocarse en los amigos que, de verdad, apreciamos y nos aprecian.