Vivir con alegría o por qué no reírse envejece: "Por cada experiencia negativa deberíamos tener tres positivas"

  • El experto en Inteligencia Emocional, Raúl Ravelo, recorre en 'Vivir con alegría' los beneficios del juego y de la risa

  • "Existe una relación entre jugar menos y mayores tasas de depresión o ansiedad"

  • "Los niños se ríen 400 veces al día; los adultos, entre 20 y 50"

"Los seres humanos no dejan de jugar porque envejecen, envejecen porque dejan de jugar". El dramaturgo George Bernard Shaw explicaba así, con una sola frase, la importancia del juego en la vida. No es casualidad que los bebés aprendan a relacionarse con el mundo jugando. El tiempo que pasamos concentrados en una actividad que resulta placentera tiene numerosos beneficios para la salud física y mental. Sobre la importancia del juego y del bienestar que procura trata 'Vivir con alegría' (Luciérnaga), libro del Máster en Coaching y Experto en Inteligencia Emocional Raúl Ravelo.

En tu libro apuestas por el juego para poder cambiar determinados hábitos de nuestra vida. ¿Tanto es su poder transformador?

El juego y la risa son dos recursos innatos con los que nacemos. En el caso del juego, sirve tanto para nuestro desarrollo físico como mental y social, pero antes de compartir algunos datos y curiosidades al respecto, párate por un segundo y recuerda momentos en tu vida en los que te estabas riendo a carcajada suelta o jugando a algo solo por el simple placer de disfrutar de lo que estabas haciendo, sin la pretensión de conseguir un resultado más allá de disfrutar de la actividad o juego en el que estabas. ¿Qué emociones eran las que predominaban? ¿Cómo te sentías en esas situaciones?

Un dato muy que me parece muy curioso con referencia a la risa y según un estudio de una universidad de Londres es que cuando somos niños reímos de media unas cuatrocientas veces al día, sin embargo, cuando somos adultos, esta media se sitúa entre veinte y cincuenta.

¿Hay una relación entre el juego y la capacidad de disfrute?

Uno de los mayores investigadores en este campo es el psicólogo Peter Gray, del Boston College. Fruto de sus estudios e investigaciones, nos revela que existe una relación entre un declive del juego ya desde nuestra etapa infantil, sobre todo desde la década de los años 50 del siglo pasado con un aumento de la tasa de trastornos mentales, apuntando de esta manera a una relación entre jugar menos y mayores tasas de depresión o ansiedad. Por lo que el juego, en este sentido, es un recurso del que disponemos y el cual vamos perdiendo que nos sirve para estar más sanos tanto a nivel mental como físico y emocional.

¿Y entre el juego y la inteligencia?

Siguiendo con las investigaciones de Peter Gray y un equipo de antropólogos que estudiaron varias sociedades de cazadores – recolectores en tres continentes diferentes-, se dieron cuenta de que en estas sociedades dejaban total libertad para que niños y jóvenes jugaran todo lo que quisieran. Según estos antropólogos, los niños que encontraron en esas sociedades eran los más inteligentes, felices, colaborativos y resilientes que habían visto, por lo que podemos decir que jugar parece ser clave para un desarrollo óptimo como personas, sin embargo, en la mayoría de sociedades incluida la nuestra, jugar y reír quedan relegadas al campo de lo superfluo, algo visto como inútil y una pérdida de tiempo en muchos casos o algo infantil desde una connotación negativa.

¿Cuáles son los beneficios de la alegría?

Los beneficios, no solo de la alegría, sino de cultivar deliberadamente emociones positivas son muchos. Quizás el más relevante de todos es que vivir en promedio más emociones positivas nos hace más resilientes a la hora de afrontar problemas o alguna situación traumática, como así ha demostrado la psicóloga e investigadora Barbara Fredrickson en sus estudios. De hecho, ella se ha hecho muy conocida por un hallazgo que viene a compartirnos que, si queremos estar en esta vida no solo desde un plano de supervivencia, sino que además queremos desarrollar todo nuestro potencial o como dice ella, florecer, nuestra vida emocional tendría que tener una ratio de 3-1; es decir, que por cada emoción negativa experimentemos tres positivas. De hecho, ella dice que tener una ratio de 1-1 es un patrón que suele verse en personas con depresión.

Además, las emociones positivas nos permiten metafórica y literalmente abrir nuestra mente y ser más creativos a la hora de buscar soluciones. En paralelo, también ayudan a que nuestro sistema inmune funcione mejor, es decir, que refuerzan nuestra salud.

¿Y los beneficios de la risa?

El médico y filósofo Albert Schweitzer decía que "Reír arruga la piel, pero no hacerlo arruga el alma". La risa es un recurso muy poderoso para conectar con estados emocionales positivos. La risa eleva el flujo de oxígeno en sangre mejorando con ello las funciones cerebrales (como la concentración, la memoria y la atención) y aumenta el rendimiento de nuestro sistema inmunológico, encargado de protegernos ante determinados virus y bacterias. Según el doctor William F. Fry, de la universidad de Stanford, reconocido investigador en el tema de la risa, el hecho de reír a carcajadas durante diez minutos seguidos tiene el mismo efecto en nuestro organismo que hacer treinta minutos de ejercicio en una máquina de remo.

También favorece mejores procesos de respiración. Generalmente la mayoría de nosotros solo utilizamos el 30% de nuestra capacidad pulmonar y con la risa esta capacidad aumenta, además, por el efecto masaje por dilatación y contracción del diafragma respecto a los pulmones y a los intestinos hace que mejore no solo nuestra actividad respiratoria, sino también digestiva.

¿Las hormonas del bienestar también se disparan?

Con la risa se liberan ciertas hormonas como son las endorfinas, la serotonina y la dopamina, incrementando nuestra sensación de bienestar, aliviando dolores y disminuyendo los efectos del estrés, la ansiedad y la depresión. Por último y en cuanto a nivel social y de grupo, la risa favorece la cohesión, el sentimiento de pertenencia y genera una experiencia de vínculo con los demás, creando un contexto para la mejora de las relaciones.