Cómo contarles a tus hijos que tienes cáncer: "Se puede escapar alguna lágrima, pero hay que 'ir llorado"
La noticia de la enfermedad de Kate Middleton muestra que el cáncer no respeta roles ni clases sociales y que afecta a todos los núcleos familiares por igual
"Es un tema muy difícil de gestionar porque te ves obligado a conectar con la muerte", afirma la psicóloga Lara Ferreiro
"Hay que intentar ser transparente con los hijos, pero es más importante evitar el 'sincericidio"
Tras unos meses de especulaciones, Catherine Middleton explicó en un vídeo las razones que le habían mantenido alejada de la esfera pública. La operación abdominal a la que se sometió en enero mostró que había señales de cáncer en su organismo. En su comparecencia, la princesa de Gales pidió privacidad y confirmó que va a dedicar los próximos meses a su total recuperación.
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La noticia mostró que la enfermedad no respeta roles ni clases sociales. También reflejó una realidad: el cáncer ataca a un cuerpo físico y a una estructura familiar. Antes que Middleton, muchos padres y madres han tenido, tienen o tendrán que compartir con sus hijos un diagnóstico lleno de incertidumbre. En España, los nuevos casos de cáncer han seguido un aumento progresivo durante los últimos años. En 2023, aparecieron 295.675 casos, según cifras de la Asociación Española contra el Cáncer, un 1,96% más respecto al año anterior. Algunos de esos pacientes se vieron en la misma tesitura que la joven princesa. La pregunta que nos viene a todos en la cabeza es ¿cómo abordarlo? ¿Existe una manera de informar a los nuestros de un modo sereno y positivo?
El ánimo del paciente
"Es un tema muy difícil de gestionar porque te ves obligado a conectar con la muerte", afirma la psicóloga Lara Ferreiro. "Hay que saber que vamos a pasar por diferentes fases. La primera es la del shock, ahí vamos a estar unas semanas. Después vendrían la fase dos (el volcán emocional, la ira y la tristeza), la tres y la cuatro, en la que poco a poco se va aceptando el diagnóstico, y, por último, la fase cinco, la de adaptación. Lo ideal es que cuando se comunica la noticia a los hijos se esté al final del proceso, en la aceptación. Esto cuadra con lo que ha hecho Kate: esperar un par de meses. Anímicamente, hay que intentar que no sea un funeral. Si se escapa alguna lágrima, no pasa nada, pero en este tipo de encuentros hay que 'ir muy llorados'. También hay que evitar decirlo solos, siempre mejor con la pareja y en casa, a poder ser con todos los hijos juntos evitando días estresantes. Los comienzos de vacaciones pueden ser un buen momento. Parece los príncipes de Gales lo han hecho así, haciendo coincidir el mensaje con la Semana Santa de sus hijos", señala la experta.
¿Sincericidio?
Ser transparentes suele ser bueno en términos generales. ¿En un caso como este, también? "Hay que intentarlo, pero es más importante evitar el 'sincericidio'. En este sentido, debemos evitar los tecnicismos ni ser muy exhaustivos. La edad de los hijos va a modular el mensaje. Por ejemplo, se pueden utilizar metáforas; eso sí, evitando el catastrofismo. Nada de "Papá o mamá se va a morir". Eso sería activar una herida en los hijos, pero tampoco hay que hacer promesas que no sabemos si podemos cumplir ni hacer predicciones sobre las posibilidades de supervivencia. El objetivo para los niños es mandarles un mensaje de esperanza", explica Ferreiro.
Otra cuestión importante es cómo abordar los cambios que van a llegar en esa etapa: "Cuidado con anticipar cosas como 'Mamá se va a quedar calva' o ese tipo de afirmaciones. Sí se puede avisar de que va a haber algunos cambios, que se puede perder peso o que se va a estar en el hospital un tiempo, pero sin abrumar", señala la experta.
El tiempo es otra variable de importancia, no sólo hay que valorar cuándo se comparte la noticia, sino qué espacio le dedicamos. "Es importante estar disponibles, dedicar un tiempo a esa conversación, que no puede ser rápida", afirma Lara Ferreiro.
Entorno clave
En una situación de gravedad, es lógico que los padres quieran proteger a sus hijos. En ese sentido, tan importante es el vínculo familiar como el papel del entorno.
Lara Ferreiro confirma este extremo, con matices: "En el cáncer no hay una receta mágica, depende mucho de lo que cada paciente sienta. Hay personas que prefieren no compartirlo con el entorno y, si es así, hay que respetar los procesos naturales. Pero, en líneas generales, hablar con el entorno sí que ayuda. ¿Con quién hay que hablar? Con los tutores del colegio y con los padres de los amigos. De hecho, pueden ayudar en muchos momentos, por ejemplo, cuando hay un ingreso hospitalario. Con la familia, está claro que hay que compartir el diagnóstico. Al final, son los que están ahí".
Positivos en las dificultades
Afrontar la adversidad es uno de los retos más complicados a los que podemos enfrentarnos en la vida. Dentro de la adversidad, las enfermedades que amenazan esa vida constituyen el desafío más complejo. Sin embargo, también podemos gestionarlo para intentar que lo negativo no se lleve todo por delante. Para Lara Ferreiro, hay cuatro maneras de encarar esta adversidad: "El 50% de la batalla contra el cáncer es la atención médica y el otro 50%, la actitud. De estas cuatro maneras, la primera es la negacionista, negarlo como si no pasara nada, no te cuidas y no se lo cuentas a nadie. La segunda es la catastrofista: piensas que te vas a morir y que no hay manera de superarlo. Eso tiene un mal pronóstico, desde el punto de vista psicológico. El tercer tipo es el ambivalente, unos días estás bien y otras mal. Por último, está el modo resistente. Creo que es el de Kate. Es un modo en el que tienes esperanza, sigues las pautas de los médicos y te adaptas a un estilo de vida más saludable".
Para la experta, lograr vivir en un ambiente positivo en este tipo de situaciones requiere de lo que llama "la mente del monje". "Se trata de vivir el presente, acudir a terapia -es fundamental-, establecer relaciones con asociaciones y otras personas que tengan cáncer, y volcarte en el autocuidado: comer y dormir bien es fundamental. Las metas deben ser realistas, ir poco a poco, evitando el aislamiento y no obsesionarse con el tema del cáncer. Tampoco hay que culpabilizarse", asegura Ferreiro.
Cosas de familia
Las personas que han superado una patología grave como el cáncer suelen decir que la enfermedad fue como un regalo en el peor de los envoltorios. Gracias a ella, empezaron a valorar a su pareja, a sus hijos, su tiempo y su calidad de vida. Es el fin idílico de una circunstancia dramática, pero, según explica la psicóloga, no siempre es así. "¿Se aprende a valorar la vida después de un cáncer? ¿Mejora la relación familiar? Es una cuestión interesante. Depende del tipo de pareja. Hay parejas aliadas y parejas enemigas. Para las aliadas, enfrentarse a la enfermedad les hace sentirse más unidos que nunca. Para las enemigas, las que ya tenían problemas, el cáncer les hace estar peor porque hay cambio de roles e intentar controlar a la pareja, sobreprotegerla y esto produce mucho cansancio en el vínculo. Hay que reformular las prioridades y no todo el mundo lo hace. Además, según la actitud del paciente, puede haber o no un efecto contagio: si el paciente está emocionalmente mal, toda la familia va a estar mal".
¿Cómo detectar el impacto en los hijos?
Lara Ferreiro comparte una serie de pautas que, según la edad de los hijos, nos van a permitir saber cómo les ha impactado el diagnóstico de la enfermedad.
- De 3 a 5 años: "En estas edades no lo entienden. Van a pensar que es una gripe mala y, normalmente, se van a portar mal. Si los padres vieran que los pequeños tienen sentimientos de culpa, habría que valorar la terapia. A veces parece que no le dan importancia, pero empiezan a hacerse pis en la cama, tienen miedo a la oscuridad o hay rabietas"
- De 6 a 11 años: "Piensan que el cáncer se puede contagiar. Hay que explicarles bien qué no es nada contagioso ni resultado de ningún hábito. En esta edad, pueden estar tristes o ansiosos y su rendimiento académico puede bajar. También puede ocurrir lo contrario, que se vuelquen con los estudios y se unan al progenitor enfermo".
- De 12 a 18 años. "Los adolescentes se llevan el peor pronóstico porque están en una etapa muy compleja. Se sienten solos y pueden acusar sentimientos de culpabilidad. Es importante detectarlo porque en ese caso habría que ir a terapia".