¿De qué hablamos cuando hablamos de personalidad? En psicología se refiere a un conjunto de pensamientos, sentimientos y comportamientos profundamente incorporados que nos hacen únicos e irrepetibles. En palabras del doctor José Luis Carrasco, todo un referente de la psiquiatría contemporánea, personalidad "es la identidad del individuo, el rostro global que ven los demás". Aquello que nos hace humanos, pero no lo que somos. De hecho, todas las personalidades crecen y maduran, excepto los denominados trastornos de personalidad, que son rígidos e inmutables.
El prestigioso catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid se refiere a estas alteraciones en la forma de comportarse y a cómo detectarlas en su nuevo libro, 'La personalidad y sus trastornos' (Arpa), una obra que puede ayudarnos a comprender mejor la red de conexiones psicológicas que nos une a todos y, por tanto, a entender por qué somos como somos.
¿Qué son los trastornos de personalidad y cómo se diferencian de otras enfermedades mentales?
En los trastornos de la personalidad se altera la cohesión de la identidad, del sentimiento de uno mismo. Y con ello se altera profundamente la capacidad de convivir con los demás. Su interacción con los demás está cargada de hipersensibilidad o de miedos exagerados o de actitudes abusivas, lo que les lleva a tener conductas hacia los demás que no son adaptativas o admisibles.
Se diferencian de los trastornos psicóticos en que no pierden el juicio de la realidad, no tienen delirios. Y a diferencia de otros trastornos que producen solamente ansiedad, depresión o conductas obsesivas o trastornos de la alimentación, el trastorno de la personalidad es generalizado, afecta a los sentimientos, las interpretaciones, la forma de pensar, la forma de relacionarse y al autocontrol del individuo.
¿Qué señales nos alertan de que deberíamos ir al psiquiatra?
Cuando el malestar emocional es persistente y está afectando a nuestra capacidad para pensar, y a nuestra ilusión por hacer las cosas habituales, o a nuestra capacidad para hace las tareas necesarias de la vida, hay que consultar con un psiquiatra.
En otros casos, deberíamos consultar también si vemos que todo el mundo coincide en que nuestra forma de comportarnos es inadecuada o insoportable. Puede que nosotros no sintamos el malestar, pero lo estamos provocando, y probablemente tenemos un trastorno de la personalidad.
¿Todos podemos sufrir trastornos de personalidad en algún momento de nuestra vida?
No es como la depresión o la ansiedad o el trauma psíquico o las fobias. EL trastorno de la personalidad se va configurando en la adolescencia y se manifiesta entre los 16 y los 23 años. A veces permanece camuflado bajo el paraguas de figuras o de situaciones protectoras y aparece a los 35 años tras una ruptura sentimental o un despido. Pero en la vida adulta, el trastorno de la personalidad está o no está. Y si está y se trata puede curarse o mejorar, dependiendo del tipo de trastorno y del momento en que se intente el tratamiento. Los trastornos límite de la personalidad pueden evolucionar muy bien. Los trastornos narcisistas o paranoides tienen peor pronóstico.
Los trastornos de la personalidad pueden tener varias caras, y pueden mostrar la faceta más cautivadora y encantadora en algunos períodos de la relación, por lo que las otras personas no se dan cuenta del trastorno hasta que están muy cerca del individuo.
¿Hay un perfil más propenso a sufrir estos problemas?
Parece evidente que en las familias desestructuradas o en las que ha habido separaciones conyugales conflictivas se dan más trastornos de la personalidad entre los hijos. Los niños con alta sensibilidad constitucional en interacción con entornos familiares fríos, negligentes o excesivamente estrictos podrían tener mayor propensión a trastornos del desarrollo de la personalidad madura.
Los chicos sin referentes paternales de confianza u otras figuras de autoridad alrededor y consumidores de cannabis tienen un perfil muy propenso al trastorno de la personalidad. También los antecedentes familiares influyen. Los hijos de padres que tienen una alta inestabilidad emocional con explosividad tienen más dificultades para el desarrollo de una identidad cohesionada y estable. También los hijos de personas altamente narcisistas pueden desarrollar identidades sobrevaloradas y actitudes abusivas con los demás.
¿Cómo debemos tratar a alguien cercano que padece trastornos de personalidad?
Tenemos que entender que cuando hablamos de trastorno de la personalidad ya estamos considerando que la persona está sufriendo del mismo. Debemos contemplarlos en primer lugar desde su sufrimiento, entendiendo sus actitudes como reflejos defensivos contra sus propios miedos o inseguridades interiores. A la vez que esta actitud comprensiva por nuestra parte, hay que negociar unas reglas básicas de convivencia y respeto. Y por supuesto, poner el caso en manos de especialistas. Las personas cercanas, los amigos, no deben tratar a un trastorno de la personalidad, porque ellos mismos pueden formar parte del problema.
¿Qué tratamientos hay para estos trastornos? ¿Se pueden prevenir?
Existen psicoterapias específicas que han evolucionado en los últimos 20 años y que están resultando efectivas para algunos de estos trastornos. Son terapias que mejoran la regulación emocional, el desarrollo del autoconcepto, las anomalías de la forma de vincularse a los demás y la propia sensación de autoconfianza. Junto a ello, hoy disponemos de fármacos que ayudan mucho en los momentos de crisis emocionales y en la prevención de las conductas autoagresivas y suicidas. Son medicamentos que reducen la angustia y la desesperación o que disminuyen la inestabilidad emocional.
¿Por qué cada vez se diagnostican más?
En parte ocurrió porque se les prestó mayor atención hace unos años. Pero también es evidente que los parámetros culturales de la segunda mitad del siglo XX y del XXI han posibilitado el aumento de este tipo de cuadros. La difusión de las referencias de confianza y de autoridad, tanto culturales, como religiosas o en la estructura social tiene mucho que ver. Porque se ha combinado con un culto al individualismo que por una parte le deja toda la libertad al joven, pero por otra le deja huérfano de referencias y cargado de la responsabilidad de ser un gran individuo (sin que esté claro qué es exactamente eso).
Esto ha llevado a un aumento del temor al fracaso, a sentimiento de desesperanza, vacío y soledad interior y con ello a la tendencia autodestructiva y suicida. A la intolerancia a la frustración y a la necesidad de gratificaciones rápidas y con ello a conductas impulsivas y adictivas.
Por ello, la forma de manifestarse hoy la angustia de los jóvenes y adultos ha tomado la forma de lo que llamamos trastornos de la personalidad
¿Cómo influye la sociedad actual y su culto a las redes sociales en los trastornos de salud mental?
El culto al individualismo, con lo que lleva de evitar el estrés y del logro exclusivo de bienestar, unido a la posibilidad de gratificación inmediata a través de las redes está configurando estructuras mentales impulsivas, impacientes, necesitadas de estímulos y con dificultadas para afrontar y gestionar la frustración o el miedo al fracaso.
¿Y cómo condiciona nuestra personalidad la relación que tenemos con nuestros padres a temprana edad?
Es crucial para el desarrollo de la personalidad. La percepción de afecto, de calidez, de ser deseado y valioso para los progenitores es el alimento de la identidad en los cinco o seis primeros años de vida. Las carencias afectivas en estas épocas se verán reflejadas luego en la personalidad. En esta época hay que estar atentos a los niños, tanto para reírse de sus gracietas como para regalarles cosas y también para negarles otras que no son posibles. Si la personalidad de los padres es equilibrada en estos puntos el desarrollo será más sano y consistente.
¿En el futuro seguirán aumentando los trastornos de salud mental?
Sí. en la medida que el humano se siente más sólo y frágil en un mundo más competitivo los desequilibrios mentales crecerán. Y por competitivo no me refiero sólo al trabajo y al salario. Es competitivo el cuerpo, la imagen, el género, el ser mirado por los demás, el tener que ser normativo o divergente para que te quieran. Nos dotamos de una libertad absoluta para la que no tenemos herramientas de manejo. No es un problema de la sociedad: es un problema de nosotros con nosotros mismos, por eso no es cuestión de tratar a la sociedad, sino a cada uno de nosotros. Los que dicen que cambiando la sociedad desaparecerían los trastornos mentales son unos iluminados. Pretenden cambiar la profundidad de lo humano con cuatro normas políticas.