La regla de los 10 minutos de Steve Jobs para concentrarte: qué es y cómo funciona
Consiste en dar un paseo después de dedicar 10 minutos a una tarea difícil para la que no hemos alcanzado una solución
Parte de la idea de que, en tareas que requieren pensamiento profundo, forzar la mente para llegar a una respuesta sin descanso puede ser contraproducente
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Steve Jobs, una de las mentes más creativas y visionarias de nuestra época, no solo fue pionero en el mundo de la tecnología, sino que también es conocido por sus métodos inusuales para mantenerse concentrado y encontrar soluciones a problemas complejos. Una de sus técnicas más interesantes y, a la vez, efectivas es la regla de los 10 minutos.
Esta estrategia de productividad, que ahora además cuenta con respaldo científico, se basa en una acción tan sencilla como dar un paseo después de dedicar 10 minutos a una tarea difícil sin haber alcanzado una solución. Esta pausa breve no solo permite liberar la mente, sino que también prepara el cerebro para abordar el problema desde un ángulo fresco y creativo.
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¿Por qué funciona la regla de los 10 minutos?
La regla de los 10 minutos se basa en la idea de que, en tareas que requieren pensamiento profundo, forzar la mente para llegar a encontrar una respuesta sin que haya un descanso, puede ser contraproducente. Según estudios en neurociencia, el cerebro necesita variar sus estímulos para evitar el agotamiento mental y la “rumiación” (cuando un pensamiento se repite incesantemente en la mente), ya que más allá de ser productiva, lo que hace es bloquear la creatividad y generar frustración. Al realizar descansos de corta duración cuando surge este problema, el cerebro cambia su forma de enfocar la cuestión, entra en un estado de menor tensión y deja abierto el camino a la aparición de nuevas ideas innovadoras.
El impacto de la “pausa activa” en el cerebro
La neurocientífica Mithu Storoni explica que al caminar, el cerebro se encuentra en un estado de “atención ligera”, ya que el entorno constantemente cambia, exigiendo una concentración mínima en los movimientos y el entorno para evitar obstáculos. Esto consigue que la mente no se atasque con un problema específico, y ‘airea’ nuestras ideas. Este tipo de atención difusa supone el ambiente perfecto para resolver problemas complejos, ya que el cerebro se libera del enfoque riguroso y permite que aparezcan nuevas ideas desde perspectivas diferentes a la que habíamos planteado.
Además, un estudio realizado en la Universidad de Stanford demostró que las personas que caminaban mostraban una mayor capacidad de generar ideas creativas que quienes permanecían sentados. Parece que la actividad física, aunque sea de forma ligera, activa la corteza prefrontal, que es una zona del cerebro clave para la toma de decisiones y la creatividad. Es en esta área donde se procesan y organizan las ideas, y al caminar se estimula una mayor cantidad de conexiones neuronales que favorecen el pensamiento lateral y el surgimiento de ideas diferentes a las planteadas.
A nivel fisiológico, caminar permite que el cerebro libere endorfinas y otros neurotransmisores que fomentan el bienestar y la claridad mental. Según el neurólogo John Ratey, “caminar funciona como una pequeña dosis de Prozac y Ritalin al mismo tiempo”, ya que reduce el estrés y mejora la concentración. Esto se debe a que el movimiento físico y el cambio de escenario eliminan la tendencia a rumiar sobre un solo pensamiento, lo que genera un espacio para que el cerebro explore opciones creativas y conexiones alternativas.
Cómo aplicar la regla de los 10 minutos en la práctica
Aplicar esta técnica a nuestro día a día es una tarea aparentemente sencilla, y no necesita más que un cambio en la forma de enfrentar los bloqueos mentales. Estos son los pasos para aplicarla de manera eficaz:
- Céntrate por completo en el problema: Dedica 10 minutos de atención plena a la actividad o problema. Durante este tiempo, hay que intentar resolver el desafío sin distracciones.
- Haz una pausa breve: Si no se encuentra una solución, hay que levantarse y dar un paseo corto. No es que estemos tratando de escapar de la tarea, sino de cambiar de ambiente.
- Deja que la mente divague: Mientras se camina, permite que la mente explore libremente las distintas perspectivas. No se debe intentar resolver el problema activamente, sino dejar que las ideas fluyan de manera natural.
- Vuelve a la tarea: Al regresar, tu cerebro estará en una disposición más abierta y relajada, lo que puede abrir el camino a que se encuentren soluciones o enfoques diferentes que puedan servir de solución.
Eso sí, se trata de una práctica que no es exclusiva de Steve Jobs. Antes que él, grandes pensadores como Charles Darwin, Friedrich Nietzsche o, más recientemente, Mark Zuckerberg, también han usado los paseos como una herramienta para estimular la creatividad y resolver problemas. La relación entre el movimiento físico y la creatividad está ampliamente documentada, y es que el cuerpo en movimiento libera tensiones y fomenta la neuroplasticidad, un fenómeno por el cual el cerebro forma nuevas conexiones y reorganiza su estructura.
Tanto es así que en empresas tan importantes como Google y Facebook, existe el concepto de los “walking meetings” (reuniones en movimiento) como una práctica habitual, que fomenta un entorno en el que la creatividad y la salud mental son prioritarias.