"Los hombres deberían saber que del cerebro y nada más que del cerebro vienen las alegrías, el placer, la risa, el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones". Así trataba de definir el médico griego Hipócrates en el siglo IV a.C. la complejidad de este órgano fundamental del ser humano en base a intuiciones más que certezas. Desde entonces, muchos avances tecnológicos en neurociencia, medicina, biología y psicología nos han permitido descifrar muchos de sus misterios y enigmas. Hoy entendemos mejor cómo trabaja el cerebro, cómo mantener su salud y cómo recuperar sus funciones tras una lesión.
Diego Redolar, doctor en Neurociencia y director del Cognitive Neurolab de la UOC, abunda en todas esas cuestiones que tienen que ver con el cerebro en 'La mujer ciega que podía ver con la lengua' (Grijalbo). ¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enamoramos? ¿Por qué dormimos? ¿Cómo almacenamos los recuerdos? ¿Qué nos emociona? Son algunas de las preguntas que sobrevuelan estas páginas a través de casos e historias curiosas de la neurociencia estructuradas a modo de relatos literarios, "que muchas veces parecen novelados y recogen mi experiencia personal".
¿Queda mucho por descubrir sobre el cerebro?
Sabemos ya mucho. No estoy de acuerdo con ese mantra de que del cerebro no sabemos nada. En los últimos 70 años se ha desarrollado mucho la investigación en neurociencia, lo que pasa es que hay temas complejos que no conocemos bien. Por ejemplo, la consciencia. Cómo se almacenan nuestros recuerdos en el cerebro y cómo se recupera, o cómo detener algunas enfermedades degenerativas como el alzhéimer o el párkinson.
¿Se sigue desarrollando a partir de los 50 años?
Nuestro cerebro termina su proceso de desarrollo en torno a los 20-25 años, pero presenta una plasticidad a lo largo de toda la vida.
¿Cómo cambia?
El cerebro termina su proceso de desarrollo pero luego puede envejecer y puede perder neuronas. Esto al final puede vincularse a un declive cognitivo en un envejecimiento normal, sin hablar de patología.
¿Es verdad que solo usamos una pequeña parte de nuestro cerebro?
Esto es un mito con el que hay que terminar. No es verdad que solo usemos una parte del cerebro, ni mucho menos. El cerebro gasta mucha energía, porque las neuronas gastan mucho ATP, y nuestro organismo procura conservar los recursos energéticos de la mejor manera para ser eficientes. Pero películas como ‘Lucy’ (2014) me ponen de los nervios porque están llenas de errores en relación con la neurociencia. Es mentira que si usáramos el 100% de nuestro cerebro podríamos mover objetos con la mente. Al revés, la activación de todo el cerebro, que es cuando hay una alta sincronización de las neuronas, se da cuando estamos en estados patológicos, como la epilepsia.
La realidad es que usamos lo que tenemos que usar para cada función. Si tenemos que caminar utilizamos las áreas motoras y de planificación, si tenemos que resolver un problema matemático, utilizaremos las áreas implicadas en la condición numérica, si queremos prestar atención a una información, serán las redes atencionales.
¿Qué diferencia hay entre la realidad y nuestra percepción de la misma?
Tenemos una serie de receptores que son sensibles a unos estímulos concretos del entorno. Y además, a un espectro concreto. Pero no somos sensibles a ciertas longitudes de onda, como las de radio o las de wifi, afortunadamente. Y sí que percibimos un parte del espectro visible. Hay animales que lo tienen más desarrollado y otros menos. Tampoco disponemos de algunos receptores que sí tienen otros animales, como los tiburones (eléctricos), las serpientes (calor corporal) o algunas aves (magnéticos). La cuestión es que al final la realidad que percibimos depende de los receptores concretos que tenemos y de su sensibilidad. Y la información que nos proporcionan es lo que percibimos como lo real, mientras que para otros animales la realidad será diferente. Además, nosotros vamos poniendo pinceladas en esa realidad en base a nuestra experiencia, nuestra memoria, creencias...
¿Cómo se forman los recuerdos en el cerebro?
En primer lugar, hay que tener claro que hay diferentes sistemas de memoria. No es lo mismo aprender a conducir que aprenderse las capitales del mundo, o acordarnos de lo que ha pasado en nuestra vida. Hay un sistema muy importante para aprender habilidades motoras, pero para todo lo que es el aprendizaje semántico o espacial necesitamos la formación hipocampal.
Después, los recuerdos en cada sistema de memoria se almacenan de manera diferente. Por ejemplo ,en el caso de la memoria semántica y episódica los recuerdos se almacenan en las áreas de asociación polimodal, y junto con la corteza prefrontal se recupera esa información de lo almacenado al recuerdo. Pero todavía nos falta mucho para entender cómo se consolida esa información y se guarda en el cerebro.
¿Por qué olvidamos cosas cuando tenemos una edad más avanzada?
También depende del sistema de memoria. Si nos referimos a la memoria episódica o semántica es bastante probable que olvidemos cosas recientes con una edad avanzada. Porque el hipocampo es una estructura que es muy plástica pero también muy sensible a la edad. Una de las cosas que notamos es que la información guardada antigua la recuperamos correctamente, pero nos cuesta consolidar la nueva información y almacenarla a largo plazo. No es tanto la capacidad de recordar la que queda afectada, sino la capacidad de consolidar nueva información y los recuerdos más nuevos.
¿El saber ocupa lugar?
Pues sí. Si hablamos de la memoria que depende del hipocampo, para almacenar esa información se tienen que modificar las conexiones entre las neuronas. Y además, por si fuera poco, se forman nuevas neuronas en el hipocampo, que también metemos en nuestros circuitos. Así que necesitamos que todas esas neuronas se conecten, se fortalezcan esas conexiones y se creen nuevas, y esto implica síntesis de proteínas, más espacio, por decirlo de alguna manera.
¿Dormir es salud?
Es muy necesario. Cada vez tenemos más evidencias de que durante el sueño de ondas lentas se limpia toda la basura metabólica que acumulamos durante el día. Además, el sistema glinfático ayuda a drenar correctamente nuestro sistema nervioso. Si no dormimos bien se acumulan compuesto nocivos y no tendremos un buen drenaje de nuestro sistema nervioso, lo que puede afectarnos no solo a nivel cognitivo y emocional sino también aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.
Por otra parte, el sueño REM ayuda al procesamiento emocional y a vincular las emociones también con procesos cognitivos y minimizar el riesgo que podemos tener en la vigilia de presión y de ansiedad. Tener pesadillas es bueno porque entrena al cerebro y hace que cuando se dé una situación similar en la vigilia las estructuras implicadas en el procesamiento de la información emocional ya estén acostumbradas.
¿Qué le pasa al cerebro cuando nos enamoramos? ¿Y cuando sentimos deseo?
En el enamoramiento hay un cóctel de sustancias y hormonas, como la dopamina o la oxitocina y la vasopresina, que favorecen el establecimiento de vínculos. La corteza prefrontal, que es como el Pepito Grillo de nuestro organismo, disminuye su nivel de activación, lo que explica que a veces nos enamoremos de quienes menos nos conviene. Eso es porque disminuye nuestra capacidad de racionamiento a largo plazo. En general, en un proceso de enamoramiento nuestra actividad cerebral pasa por diferentes fases. Lo normal es que en el inicio de una relación el deseo sea mayor, porque la dopamina es muy alta, y que luego ese deseo disminuya pero se fortalezca el vínculo con la pareja.
¿Cómo se relacionan las emociones con las decisiones que tomamos?
En nuestras decisiones intervienen tres ejes: el razonamiento, la emoción y el refuerzo, es decir, lo que es placentero o gratificante para nosotros. Al final lo que buscamos es un equilibrio entre las tres. Se ha comprobado que en los pacientes que tienen alterado el razonamiento las emociones suelen ser malas, y en pacientes que tienen el razonamiento intacto pero las emociones alteradas, la toma de decisión también es negativa. Por tanto, ese equilibrio es necesario para tomar buenas decisiones.
¿Qué efecto tiene sobre el cerebro el uso excesivo de nuevas tecnologías y redes sociales?
Lo que estamos viendo es que afectan a redes neuronales vinculadas con la atención, con el procesamiento o control cognitivo -función ejecutiva, razonamiento, anticipar consecuencias, toma decisiones- y también pueden provocar adicción. El uso de pantallas y redes sociales puede motivar que la corteza prefrontal dorsolateral esté hipoactiva, y esto hace que el control sobre la conducta sea menor y aumente un deseo todavía mayor por el uso de esas redes sociales.
¿Cómo podemos hacer que nuestro cerebro deje de fabricar ansiedad?
La amígdala monitoriza las señales del entorno para identificar aquellas que son peligrosas para nosotros, pero solo debería estar activa cuando hay un peligro. A veces nuestros propios miedos, el anticipar las consecuencias, pueden activar la amígdala, y eso es lo que genera ansiedad. ¿Qué podemos hacer? Potenciar la corteza prefrontal dorsolateral, que es la que más controla a la amígdola. Esto podemos conseguirlo mediante técnicas de estimulación cerebral no invasiva, o implementando rutinas en nuestra vida como la meditación, mindfulness, técnicas de relajación o el ejercicio físico
¿Terminará siendo posible reproducir un cerebro humano?
A día de hoy no. Estamos a años luz de que se pueda producir algo así. Estamos hablando de 86.000 millones de neuronas y trillones de conexiones sinápticas. Son números de una complejidad bestial, por lo que reproducir un cerebro humano en un laboratorio no es viable hoy, y probablemente nunca lo sea.