Cheerleader, juez, científico loco y poeta: los cuatro tipos de personalidad según el gurú de la felicidad de Harvard
Los sentimientos felices y tristes conviven en cada uno de nosotros: cuánto y cuándo lo hacen van a determinar nuestra personalidad
Según Arthur C. Brooks, profesor de Harvard, los pensamientos negativos también son necesarios para una vida feliz
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Todos experimentamos una mezcla natural de felicidad e infelicidad en nuestra vida. Ser conscientes de eso hará que gestionemos mejor nuestras emociones y, por tanto, su impacto en las de los demás. La cuestión es cuánto y de qué forma conviven en nosotros lo positivo y lo negativo.
Arthur C. Brooks, científico social, profesor de Harvard y uno de los mayores expertos mundiales en el estudio de la felicidad, es capaz de saberlo usando un método que mide nuestros niveles de afectos o estados de ánimo positivos o negativos. Este método, llamado en inglés PANA (Positive and Negative Affect Schedule o Agenda de Afectos Positivos o Negativos), fue creado por tres psicólogos de la Universidad Metodistas de Minnesota en 1988 y, además de medir los estados de ánimo, también muestra nuestra tendencia hacia ver la botella medio vacía o medio llena; es decir, si tendemos más al optimismo o al pesimismo.
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Como Brooks explica en su libro 'Construye la vida que quieres', el principal beneficio del PANA es que permite conocernos y saber cuáles son nuestros puntos débiles y cuáles los buenos. También nos permite practicar la amabilidad hacia nosotros mismos: no somos raros disfuncionales, sino personas con una manera única de ver la vida. Y cuando esa visión nos impide vivir de manera serena, como desvela el experto, hay maneras de reenfocar el punto de vista.
¿Cómo se miden las emociones?
Un PANA enumera 20 emociones o estados de ánimo, del interés (la número 1) al miedo (la número 20). Su funcionamiento es sencillo: se trata de que cada persona evalúe del 1 al 5 cómo siente cada concepto, siendo el 1 'apenas o raramente' y el 5, 'muchísimo'. A modo de ejemplo, cuantifiquemos la sensación de hostilidad. Podemos calificarla como apenas (1), un poco (2), de manera moderada (3), bastante (4) o muchísimo (5). Además del interés y del miedo, otros estados de ánimo que se miden en un PANA son el enfado, la culpa, el entusiasmo , la irritabilidad, las ganas de ser activo o entrar en acción y el nivel de alerta.
Cada persona que hace el test arroja un resultado que muestra su puntuación en emociones positivas o negativas. A su vez, estos porcentajes se interpretan en un cuadrante que termina mostrando cuatro tipos de personalidad: la cheerleader, el juez, el científico loco y el poeta. Veamos cómo describe Brooks cada uno de estos tipos.
La cheerleader: entusiasmo sin fin
Las personalidades 'animadoras' (cheerleader, en inglés) experimentan una mayoría de sentimientos positivos y celebran la vida en todo lo que hacen. Aunque este tipo de personalidades son muy atractivas, lo cierto es que todos necesitamos tener un poco de negatividad. Si solamente viéramos la parte buena de la vida, estaríamos condenados a repetir los mismos errores porque no tendríamos capacidad de reflexión, solo veríamos lo bueno. Los entusiastas, además, pueden caer en cierta inconsciencia al evitar los hechos negativos; por esa razón, no se les da bien hacer frente a las malas noticias.
Las personas cheerleaders, sin embargo, son las mejores para la convivencia; su capacidad de entusiasmo impulsa cualquier proyecto. Hacen la vida más alegre y más cómoda, pero necesitan el contrapeso de la lucidez para que cuando 'se vengan arriba' no se vayan demasiado arriba y generen expectativas poco realistas. ¿Quién es su contrapeso ideal? Los jueces.
El juez: el antídoto contra la impulsividad
Las personas con tendencia a priorizar lo negativo entran en la categoría de la personalidad juez. Los jueces frenan las ideas impulsivas, esas que no siempre son ocurrencias felices, sino acciones poco razonadas (y razonables). Para Brooks, los jueces son "fríos como pepinos y perfectos para trabajos de precisión, donde se exija sangre fría. Son los cirujanos o los espías perfectos. También son los padres perfectos durante la adolescencia de sus hijos, pero, entre los amigos y los seres queridos, pueden resultar poco entusiastas". Sabiendo que uno tiende a ser juez, el experto propone una solución: "Mostrar algo más de pasión para uno mismo y para no desmotivar a los demás". Brooks acierta con esta estrategia: quien más y quien menos ha experimentado el 'bajón' que produce una persona que siempre ve lo peor de cada situación, un sesgo, por otra parte, muy valioso que ha permitido la supervivencia de la especie al garantizar la seguridad frente a posibles amenazas.
El científico loco: reacciones extremas
La personalidad de científico loco es, en sí misma, un tubo de ensayo en el que no dejan de darse reacciones. Son personas en las que priman los sentimientos positivos, pero tienden a mostrar reacciones extremas tanto en lo bueno como en lo malo. Suelen ser el alma de la fiesta y llegan a resultar agotadores entre los suyos. Sabiendo esto, Brooks sugiere dominar ese exceso de entusiasmo o de malas 'vibras'.
Los científicos locos tienen el gran don de ver más allá y de atreverse a experimentar. Su creatividad y su conocimiento del medio les hace muy valiosos en situaciones difíciles. Son únicos para unir los puntos capaces de solucionar algo que solo ellos saben ver. Solo tienen que saber dosificar sus reacciones. El exceso de reactividad puede convertirles en personas difíciles para la convivencia.
El poeta: la personalidad más lúcida (y pesimista)
Los poetas son aquellos que cuando alguien decide algo de pronto dicen "No tan rápido". Esto es muy importante porque, literal o metafóricamente, puede salvar vidas. Los poetas tienden a ver la parte negativa de casi todo. Identifican los problemas antes que otros y eso, en cierta medida, les protege a sí mismos y a los demás. En la parte menos buena, son pesimistas, no son la alegría de ninguna huerta y si algo les define, es la melancolía.
La ventaja de saberse 'poeta' es normalizar las emociones. Muchas personas llevan años pensando que no encajan en el mundo por tener más pensamientos negativos que el resto, cuando la simple realidad es que su personalidad tiene aspectos buenos (la calidad de su juicio) y menos buenos (quedarse con lo peor de cada juicio). Son simples poetas. Y el mundo necesita poetas, como también necesita el entusiasmo del cheerleader, la prudencia de los jueces y la creatividad del científico loco.