Coronavirus y demencia: pautas para que la cuarentena no despierte o acelere trastornos en mayores
Dos neurólogos nos ofrecen las claves para que el encierro no agrave su calidad de vida ni la del cuidador
Es importante estimular al paciente y recrear en casa el ambiente que tenía en su centro asistencial
La primera señal llegó de Wuhan y de inmediato pasamos de intranquilidad a epidemia, de epidemia a pandemia y de pandemia a estado de alarma. Dibujado con brocha gorda el panorama, aunque sombrío, no se detiene en detalles, no traspasa la puerta de ese hogar en el que alguno de sus miembros ya había empezado a dar claros signos de demencia. Un despiste, algún fallo de memoria, dificultad para discurrir o un juicio que se paraliza a ratitos. ¿Y ahora qué? ¿El encierro puede hacer que el deterioro se desboque?
Sin ni siquiera haber superado el asombro inicial, de repente el coronavirus suma una nueva excepcionalidad: el estado de alarma. ¿Cómo manejar tantas circunstancias de golpe? Cada medida del Gobierno es un nuevo mazazo que trastoca aún más lo que de por sí ya estaba trastocado: distanciamiento social, confinamiento domiciliario y el reto de proteger a las personas mayores, doblemente difícil cuando además sufren o están comenzando a sufrir una demencia.
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El neurólogo José Antonio Yusta Izquierdo, jefe de Neurología del Hospital Universitario de Guadalajara, ha hecho una pausa en una de estas jornadas contrarreloj que se viven en los hospitales para asesorar a los lectores de Uppers que tengan que encarar el confinamiento con la doble responsabilidad de proteger y cuidar a un paciente con demencia o alzhéimer más o menos incipiente. Su propuesta es un triple frente.
Respetar sus rutinas
Es importante no romper sus hábitos para que no se desoriente y entre en un estado de nerviosismo. Debe levantarse, arreglarse, desayunar y cumplir los horarios que habitualmente tiene, permitiéndole la autonomía que sea posible, aunque requiera más paciencia. Habrá que permanecer atentos para que no descuide su higiene, como el cepillado de dientes o peinarse, pero también el lavado de manos repetidamente, cada par de horas.
Tampoco es bueno que cambie su patrón de sueño, lo que significa que habrá que procurar que no duerma durante el día más que una pequeña siesta después de comer. Es bueno que participe en algunas tareas domésticas, como doblar ropa, emparejar calcetines, barrer, preparar la mesa o lavar la lechuga.
Idear unas actividades para cada día de la semana
Desgraciadamente, la enfermedad es la que es y sigue su curso de manera irreversible, pero algunos ejercicios sencillos de estimulación cognitiva de acuerdo con la fase de la enfermedad ayudarán a que los síntomas no se agraven. Hagamos que participe en juegos de memoria, como recordar ciertos personajes o conceptos. Recuperemos fotografías en las que aparezcan viejos amigos, familiares, conocidos. En las fases iniciales de la demencia, aún puede mencionar el nombre, el parentesco o incluso alguna anécdota del momento. Incluso cuando no sea capaz de seguir la conversación, no debemos dejar de hablarle, siempre con frases cortas y muy claras. Hay muchas actividades que le pueden entretener al tiempo que le sirven para ejercitar sus capacidades: juegos con papeles, abrir un candado, untar una tostada. Siempre desde la sencillez y sin exceso de estímulos.
Por último, la actividad física. Es fundamental que camine a lo largo del día por la casa y realice algún ejercicio de estiramiento. Si dispone de balcón o terraza y el tiempo lo permite, le beneficiará que le dé un poco el sol y el aire. Si no, simplemente con asomarse a la ventana será para él un auténtico deleite.
Afectos sin caricias ni besos
El riesgo de contagio ni siquiera admite el calor de una mano. Esta carencia obliga a aguzar el ingenio para que se sienta acompañado y querido. Nos encontramos con el agravante de que el coronavirus ha irrumpido por igual en la vida de todos y, entre cuatro paredes, las emociones están a flor de piel. A medida que pasen los días, es posible que aumenten las tensiones y las relaciones humanas se vuelvan más complejas. Las colisiones en el hogar alteran el estado de ánimo y la conducta de una persona que está empezando a sufrir demencia. A pesar de la borrasca, merece que le dediquemos tiempo, cariño y sonrisas. Son cosas que entiende. Su música favorita, la que siempre le gustó escuchar, puede relajarle y le brindará emociones muy positivas.
Cuidadores sobresaturados: ¡No les da la vida!
En este curso acelerado para afrontar la crisis con un paciente de alzhéimer en el hogar, acude también en nuestra ayuda el neurólogo Félix Bermejo Pareja-Gijón. Una de sus mayores preocupaciones ahora es el cuidador. "Ese familiar que atiende al paciente en casa, el que enfrenta los problemas cotidianos y sus necesidades crecientes, está también sufriendo el aislamiento. Esto significa que el estrés emocional y físico al que está sometido habitualmente ahora se dispara. Y, como todo, ser humano, tiene sus limitaciones. A medida que van pasando los días, el desgaste puede ser más intenso".
Nos recuerda que estos cuidadores viven con el mismo miedo que el resto. "El aislamiento ha reducido los recursos sociales a su alcance, por lo que la labor de cuidar ha pasado a ser una tarea titánica. Desconoce qué puede pasar, le preocupa el estado del enfermo y si podrá cuidarle debidamente. La fuerza del cariño, siendo crucial, no es suficiente. Si no existe un sustituto que mitigue su cansancio, el agotamiento físico y psicológico puede traer consecuencias muy perniciosas para su propia salud. Es un hecho que debe valorar el resto de la familia". En casos así, considera que el desplazamiento de un familiar para repartir y compartir responsabilidades está más que justificado (siempre que no muestre síntomas de contagio y extreme las medidas oportunas de prevención). "No podemos -insiste- arriesgar la salud del cuidador".