El miedo a conducir tiene nombre, amaxofobia: cómo nace este trastorno y cómo superarlo
Cerca de un tercio de los conductores sufre miedo a conducir, según el último estudio de la Fundación CEA (Comisionado Europeo del Automóvil)
Hablamos con un conductor que padece amaxofobia y con un experto que conoce las técnicas para superar esta fobia
El último informe de la Fundación CEA (2019) arrojaba que aproximadamente un 28% de los conductores sufre miedo a conducir. O lo que es lo mismo, amaxofobia. La palabra deriva del griego amaxo/a, que quiere decir carro o carruaje, y fobia, miedo. A los que nos encanta conducir nos cuesta entender que haya alguien que no disfrute al volante. Salvo que tengamos a alguien cercano que forma parte de ese 28%.
En mi caso concreto, que ya sabéis que me encanta conducir y tengo la suerte de ponerme al volante de un coche diferente cada semana, tengo bastante cerca a una persona, un familiar del que no diré ni nombre ni parentesco, que sufre una barbaridad cada vez que tiene que conducir. De hecho, lo evita siempre que puede y sólo conduce "cuando no hay más remedio", según sus propias palabras. No puede evitar pensar en cosas negativas, accidentes, problemas en la carretera, antes de subirse al coche. Nervios, ansiedad, pequeñas taquicardias, sudor frío… es superior a sus fuerzas.
Técnicas contra la amaxofobia
Julia Pascual Guiteras ejerce psicología en Barcelona y es especialista en pánicos, fobias y obsesiones. Ha tratado muchos pacientes con síntomas similares a los de mi familiar, y aunque el porcentaje de éxito es elevado, no es fácil tratar una fobia de este tipo. Si vives en una gran ciudad es muy fácil refugiarse en el transporte público para disimular tu problema, o hacer que sea casualidad hacer el desplazamiento que sea con otra persona y que conduzca ella, aunque sea tu coche.
"La clave es dar herramientas al paciente, hacer ejercicios en casa para practicar y dejar a un lado estos miedos raros, extraños, ilógicos e irracionales. Hay que trabajar el pasado para encontrar solución al presente", afirma en su propio blog. Su estrategia es proporcionar a cada cliente una técnica para controlar los síntomas psicofisiológicos que se disparan cuando entra en pánico. La experiencia dice que cuando más se intenta controlar esos síntomas de ansiedad más se descontrolan estos.
Un ejemplo de esa técnica es indiciar a la persona que, a partir de ahora, "cada vez que coja el coche debe conducir de una forma determinada. Por ejemplo, que debe concentrarse en mantener siempre la misma distancia con el coche de delante, y una vez la mantenga, debe de mantener la misma velocidad de forma impar y cuando lo consiga, debe decir en voz alta todos los marcadores del coche" (velocidad, revoluciones, kilómetros, radio, temperatura…).
Otra técnica consiste en pedirle al paciente que, una vez al día, durante un tiempo concreto, "piense en sus peores fantasías en relación a su problema y se permita estar mal. Que piense que se va a encontrar mal, que va a perder el control del coche y va a tener accidentes terribles. Imaginándose esas sensaciones se debe permitir estar mal, llorar, incluso chillar… pero que cuando suene el despertador todo se acaba. Que se levante, se lave la cara con agua fría y retome su día con normalidad. Al mirar el miedo a la cara debe dejar de ser pánico para convertirse en coraje, en valor". La estrategia bélica china de apagar el fuego añadiendo más leña sirve en estos casos, aunque es importante no practicar esta técnica sin la prescripción profesional de un experto en este tipo de psicoterapia.
Así aparece la amaxofobia
La amaxofobia aparece siempre que hay una pequeña o gran falta de confianza en uno mismo o has tenido una mala experiencia al inicio de la actividad. Es irracional, pero tan real como la vida misma. Es fundamental utilizar técnicas de relajación e incluso de respiración profunda para ponerse en situación con la mejor de las predisposiciones posible.
Con fuerza de voluntad, afán de superación y la ayuda de un especialista, poco a poco, conducir pasará de ser algo terrible capaz de destrozarnos el día a ser una actividad que, con el tiempo, puede llegar a gustarnos e incluso, por qué no, disfrutar de ella.