Uno de cada cuatro adolescentes sufre ansiedad o depresión poscuarentena: claves para ayudarles
El 88,9% de los padres en España han notado cambios emocionales y en el comportamiento de sus hijos durante el confinamiento
Dificultad de concentración, desinterés, irritabilidad, agitación, nerviosismo, sentimientos de soledad, inquietud y preocupación son los síntomas más frecuentes
Más de 100 días han pasado desde que nuestros hijos y nietos dejaron de ir a clase a causa de la pandemia. Un cambio de rutina que, en muchos casos, ha supuesto un verdadero trauma tanto para niños como para adolescentes. La depresión y la ansiedad se ha colado en una de cada cuatro casas españolas sin que nadie lo haya podido parar. Según un informe de Unicef, el 88,9% de los padres en España han notado cambios emocionales y en el comportamiento de sus hijos durante el confinamiento. Hablamos con Amaya Prado, vocal del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, para que nos de las claves para reconocer estos problemas y los pasos a seguir para atajarlos.
Más irascibles e inquietos
MÁS
Tonucci, pedagogo: "Solo un niño que sale de casa sin sus padres puede contar cosas interesantes cuando vuelve"
Dos actores porno en la puerta de casa: Nueva Zelanda implica a los padres en la lucha contra los riesgos de Internet
Apuestas, drogas o alcohol: pautas para prevenir la recaída de adolescentes en adicciones previas a la pandemia
Dificultad de concentración, desinterés, irritabilidad, agitación, nerviosismo, sentimientos de soledad, inquietud y preocupación. Son los principales síntomas que reflejan los jóvenes tras el aislamiento de acuerdo con el estudio anteriormente citado. "Es algo normal. Los adolescentes, debido al momento evolutivo en el que se encuentran, tienen la necesidad de compartir tiempo físico con sus iguales porque son los que conforman su día a día y les están ayudando a formar su personalidad. Han tenido que cambiar de hábitos de la noche a la mañana y de forma especialmente brusca", explica Prado.
Precisamente por esto, debemos ser un poco flexibles con ellos. "Nos encontramos ante una 'nueva realidad', no frente a una 'nueva normalidad'. Lo que estamos viviendo ahora poco tiene que ver con lo que había antes y, por lo tanto, si nuestro hijo está más irascible, dentro de unos límites, no debemos tenérselo en cuenta. Intentemos hablar con él, tratarlo como un adulto, animarle y enseñarle a verbalizar emociones", defiende la psicóloga.
Afecta a todos, con o sin patologías previas
El problema es cuando estos sentimientos se transforman en ansiedad y depresión. Según expertos en Psiquiatría y Psicología Clínica de la Infancia y de la Adolescencia, el 25% de los adolescentes que han sufrido aislamiento por el coronavirus presenta síntomas depresivos y/o de ansiedad, añade la investigación de Unicef. Por eso, piden a las autoridades que se ofrezca a este colectivo la atención específica que precisa.
"El peligro de esto es que ha afectado a todos, con o sin patología previa. Save the children asegura en un estudio que uno de cada cuatro niños y adolescentes tendrán secuelas psicológicas después de esto y aquellos que tenían algún problema previo lo verán empeorado", afirma la vocal del Colegio.
No podemos obviar que en nuestro país las restricciones han sido especialmente rígidas y por ello, si la situación lo requiere, visitar a un experto puede evitar o frenar problemas a futuro. "El momento de pedir ayuda es cuando su comportamiento altera completamente la vida familiar, personal o académica pero antes, hay que intentar normalizar ciertos comportamientos y comprender la situación a la que se enfrentan nuestros jóvenes", recomienda Prado.
El momento de trabajar con ellos
Pese a las consecuencias negativas que el aislamiento ha podido tener en los más jóvenes, un estudio de la Universidad Complutense y la UNED revela que también existen datos positivos, como es la reducción del estrés derivada de una relajación del ritmo frenético del día a día y, en algunos casos, la mejora del rendimiento académico.
Sin embargo, haciendo frente al fin de las clases y a un verano diferente, la experta nos habla de un segundo confinamiento, muy diferente al anterior pero especialmente duro también. "Este año las actividades que nuestros hijos podrán realizar en verano serán distintas. Piscinas con aforo reducido, menos movilidad, desaparición de fiestas… esto también les afectará y está en nuestra mano trabajar la frustración con ellos".
Es el momento de hablarles de la responsabilidad individual, de hacerles partícipes. Es importante que sean conscientes de que con sus actos y sacrificios están contribuyendo a frenar la pandemia. "Debemos explicarles lo importante que es que se relacionen, pero manteniendo las distancias, que en fiestas no compartan vasos… Si les hacemos parte de la solución, conseguiremos transformar sus sentimientos negativos en algo positivo", concluye Prado.