Palabra de coach para directivos: cómo gestionar un ascenso para evitar la ansiedad
De la euforia inicial al síndrome del impostor. El catálogo emocional que aparece ante el puesto de nuestros sueños es extenso y, si no sabemos gestionarlo, puede ser perjudicial para nosotros y nuestro entorno.
La edad protege ante las situaciones difíciles que pueden darse en cualquier ascenso profesional.
El coach Luis Fernández comparte las actitudes que hay que poner en práctica para experimentar un ascenso saludable.
¿Y ahora qué? Es la pregunta que se hacen muchos directivos cuando logran el ascenso de su vida, el puesto por el que llevan toda la vida trabajando y, en muchos casos, por el que han planificado su carrera profesional al milímetro. Sorprendentemente, la respuesta no siempre está relacionada con los conceptos de triunfo o éxito, y sí con la ansiedad.
Objetivo conseguido y sensación de poder
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Hay dos tipos de sentimientos cuando un profesional consigue alcanzar un puesto de alta dirección. Los positivos tienen que ver con los sentimientos de 'misión cumplida': el esfuerzo y el trabajo de los años anteriores han merecido la pena. Los menos positivos están relacionados con la incertidumbre y el abandono de la zona de confort, esa en la que nos sentimos cómodos, pero en la que también es más difícil aprender y crecer.
"Entre los sentimientos positivos, aparecen la euforia, la alegría producto de la sensación de logro, de haber conseguido algo grande, quizás aquello que llamamos éxito por haber subido a ese pedestal soñado. También aparece un sentimiento de satisfacción gracias al reconocimiento que esto implica tanto a nivel personal como de estatus social y que generalmente va acompañado de un incremento a nivel económico", explica Luis Fernández, coach senior ejecutivo, personal y de equipos, y 'mentor coach'.
El resultado del logro y el reconocimiento en la carrera profesional es una fuente de motivación que hace que el trabajo se convierta en algo que se llena de sentido, redundando en nuestra auto-estima y en nuestra capacidad de control. "Todo el esfuerzo que nos ha llevado hasta aquí ha merecido la pena. Nos invade una sensación de poder. Nuestro ámbito de creación, de influencia, de posibilidad, se agranda", añade este experto.
El síndrome del impostor y el saboteador interno
Pero en los ascensos no es oro todo lo que reluce en el ámbito emocional. "Como sensaciones menos positivas, puede aparecer el síndrome del impostor, que engloba un conjunto de sensaciones producidas por un saboteador interno y que en los casos más exagerados nos puede hacer sentir que no merecemos nuestro éxito, que somos un fraude y algún día nos descubrirán", advierte Luis Fernández.
En opinión de este profesional, son sensaciones que en mayor o menos medida socavan nuestra autoestima y nos convierten en nuestro peor crítico. "Este síndrome es muy habitual y por supuesto hay grados, pero siempre está ahí, rondando. Lo produce generalmente nuestro perfeccionismo, nuestra autoexigencia, una mentalidad que sorprendentemente grandes personajes como Einstein tenían. Un sentimiento de vulnerabilidad, de exposición, de vértigo: ahora se nos ve más, nuestras decisiones tienen más impacto y hay más ojos observando, los de nuestros colegas más senior, los de nuestro equipo, nuestros antiguos compañeros, nuestros clientes, nuestros socios comerciales y por supuesto los de nuestros jefes", argumenta el coach.
Liderazgo de servicio
¿Cómo compensar estos sentimientos negativos? "Es necesario generar una cultura de comunicación sana, de feedback. La retroalimentación es una herramienta muy potente, un indicador que nos dice si estamos acertando, nos muestra lo que estamos haciendo bien y aquello en lo que tenemos que mejorar", explica Fernández.
La comunicación saludable es un recurso difícil de implementar porque suele asociarse a aspectos negativos, como el exceso de perfeccionismo. En inglés existe un viejo aforismo: 'Done better tan perfect', 'Hecho, mejor que perfecto'. La búsqueda de la perfección limita las acciones, nos impide hacer. Y la inacción, a su vez, impide crecer. "En la comunicación saludable tenemos que tener en cuenta que prima la mentalidad de crecimiento, distinta a la de perfeccionismo. No buscamos que todo sea perfecto, sino mejorar nuestro desempeño y el de nuestros equipos y nuestra organización", asegura este coach y mentor.
En su opinión, una actitud sana ante el éxito pasa por ejercer un liderazgo de servicio. "Por supuesto 'servidor' no suena tan bien como 'jefe', pero tiene el potencial de ofrecer mucho más. Una actitud de servicio implica ejercer una autoridad con mayor influencia porque no se trata de ti, de tu gloria personal, sino de ayudar a otros a crecer, a motivarlos, que no a obligarlos. En definitiva, a que obtengan resultados extraordinarios. Su motivación es el éxito de su organización", afirma Luis Fernández.
La edad, factor de protección ante las situaciones difíciles
¿Vivimos de la misma manera un ascenso en las distintas etapas vitales? En este caso, los años sí importan. "La edad a la que nos llegue este ascenso es importante a nivel emocional, ya nuestros valores estarán más asentados y nuestra experiencia nos va a ayudar a estar mas templados ante situaciones difíciles", señala este profesional. La diferencia no está en los méritos académicos, sino en la experiencia vital. "Los perfiles de alta dirección requieren experiencia en la gestión de las personas, las llamadas 'soft skills', que suele darse en mayor medida en profesionales más senior".
En cualquier caso, la edad tampoco asegura que la llegada al paraíso profesional sea tal y como esperamos. "Hemos salido de una zona de confort, de un lugar que conocemos y controlamos y pasamos a otro nuevo, desconocido, no experimentado. Es un reto profesional que si encaramos con mentalidad de servicio, integridad y coraje nos dará muchas satisfacciones y sentido a nuestro desempeño profesional", señala Luis Fernández.
¿Y si no logramos acceder a ese estado mental 'enfocado' en el servicio, integridad y coraje? En ese caso, hay que buscar ayuda profesional porque la mala digestión de un éxito arrasa con el bienestar emocional del propio directivo, de su entorno y del equipo profesional que dirige. "Apoyarse en un mentor de nuestra confianza y acompañarnos por un coach profesional nos va a ayudar a reflexionar, a poner foco en lo importante, a poner límites, a gestionar conflictos, a encontrar nuevas perspectivas para tomar decisiones con mayor confianza y a gestionar esas nuevas sensaciones con equilibrio, sobre todo para no haya interferencias entre nuestra vida personal y profesional", concluye este profesional.
Pautas para gestionar el nuevo entorno profesional
Una vez instalados en el nuevo puesto, el coach Luis Fernández comparte los conceptos que el directivo debe implementar en su desempeño.
- Escucha activa. "Un líder con mentalidad de servicio escucha de manera activa". Es decir, no se reúne mecánicamente con sus colaboradores, sino que está atento a sus criterios.
- Inteligencia colectiva. El directivo top sabe que la inteligencia colectiva del equipo supera la mejor inteligencia individual. Por ello, "valora las opiniones y contribuciones de sus colaboradores".
- Empatía. Ponerse en el lugar del otro hace que seamos justos con las cargas de trabajo y la manera de abordarlas. "Un directivo empático entiende las necesidades de su equipo".
- Humildad. Se trata de una actitud conectada con la empatía. La humildad nos hace reconocer que no tenemos todas las respuestas y, por tanto, no tenemos miedo a hacernos todas las preguntas, de manera abierta.
- Liderazgo inclusivo. Para estos directivos, lo natural es ejercer un liderazgo inclusivo, que valore todos los perfiles del equipo, ya que todos son importantes en el ecosistema laboral. "Al ser inclusivos, su liderazgo resulta más consistente respecto al de aquellos que creen tener todas las respuestas. Por todo ello, es capaz de tomar decisiones más reflexivas y equilibradas".