Impactan los ojos vidriosos de José mirando fijamente la televisión. Tiene 97 años, dos hijos, tres nietos y dos bisnietos. Podemos decir que su generación es la que ha vivido más acontecimientos históricos. También, una revolución digital, incluso observó, ya siendo adulto, cómo el hombre pisaba la luna. Su niñez no fue nada fácil, estuvo marcada por una Guerra Civil que obligó a su familia a separarse. Él la pasó en un pequeño pueblo castellano, Noez, y en muchas ocasiones relata cómo fueron para él aquellos días: el hambre, la encarcelación de su padre, el miedo de su madre… Ahora vuelve a revivir todo aquello y lo hace a través de la televisión y a todo color.
"No entiendo cómo podemos estar en este punto de nuevo. Además, no es solo la guerra, es todo lo que viene detrás. La posguerra es larga y dura, estoy recordando algunas de las escenas más difíciles de mi vida y se me encoge el corazón. Lo que más pena me da es que en todos estos años, después de dos guerras mundiales, no hayamos aprendido nada y las armas sigan siendo el primer recurso", nos cuenta.
La historia de José es el relato de toda una generación que ya ha vivido varios conflictos armados tanto nacionales, que afectaron a sus familias, como internacionales, que veían proyectados en los cines como partes de guerra. Hablamos con la psicóloga Ángela de la fuente para que nos explique las consecuencias psicológicas que puede tener esta nueva crisis en nuestros mayores.
A lo largo de nuestra vida hay ciertos momentos que se quedan grabados en nuestra memoria para siempre. Nuestro cerebro tiene la capacidad de organizar nuestros recuerdos y archivarlos de tal manera que pueda funcionar con normalidad respecto a las nuevas vivencias diarias. Sin embargo, hay veces que algo sobrepasa la capacidad de nuestro cerebro para asimilarlo y archivarlo. "Es lo que llamamos recuerdos encapsulados o fragmentados. Son los que vienen a nuestra mente de una forma mucho más intensa, repetitiva e incontrolable. Suelen estar acompañados, en este caso concreto, de un estrés postraumático de la guerra que vivieron", explica la psicóloga.
José nos cuenta que lleva sin pegar ojo desde que comenzó el asedio de Ucrania. Cada vez que cierra los ojos le vienen a la mente imágenes de su niñez que llevaba muchos años sin revivir. "Los flashback y pesadillas constantes son muy comunes, sobre todo cuando se nos reviven sensaciones similares a las que tuvimos: olores, sonidos, imágenes… cualquier fragmento que pueda entrar por los sentidos puede ser disparador de las sensaciones que yo tuve cuando estaba viviendo eso".
A diferencia de lo que ocurre ahora, la generación que vivió la Guerra Civil española tuvo que superarlo a marchas forzadas, sin ningún tipo de refuerzo psicológico. José relata que, para él, lo más duro fue la posguerra, el hambre, la destrucción y el tener que ser adulto antes de tiempo, ponerse a trabajar y sacar adelante a su familia porque de la noche a la mañana se convirtió en el hombre de la casa. Su humor cambia cuando habla de este tema, bien lo sé porque José es mi abuelo, y es que hay una parte de él que no se ha llega a reponer del todo.
"Debemos entender que no tuvieron ninguna clase de apoyo, ninguna herramienta para superar lo que habían vivido. Lo hicieron a marchas forzadas y eso ahora pasa factura. Muchos abuelos odian los petardos de la feria porque les recuerdan a las bombas y tienen un estado emocional muy alterado", apunta de la Fuente.
Por suerte, hoy en día sí que disponemos de tratamientos muy desarrollados para superar este tipo de situaciones incluso el estrés postraumático de esa generación herida. "Es un error pensar que por ser mayor no se puede tratar, existe cierta plasticidad neuronal hasta que morimos. El camino pasa por procesar esos recuerdos que tenemos, gracias a unas técnicas y procedimientos que nos ayuden a meterlos en la parcela que deben estar".
El problema reside en que, al estar tan conectados con esas sensaciones y emociones, tienen mucho miedo estos días de que la guerra pueda llegar aquí y que sus familias pasen por lo mismo que les tocó a ellos antaño.
La generación del baby boom hemos vivido muy marcados también por los relatos de nuestros padres, por cómo resurgieron de las cenizas, por una dictadura, por el comienzo de la democracia… la Guerra Civil ha estado presente a lo largo de la vida y eso puede que también nos afecte la forma en la que vemos esta.
"Existe algo que se llama la traumatización vicaria y quiere decir que no solo nos traumatizamos por las cosas que nos han pasado a nosotros, sino que también por las cosas que hemos visto, que hemos escuchado, que nos han contado o que les han pasado otras personas. E incluso puede ser que algunas personas jóvenes que se nos queda muy atrás la guerra estén recibiendo este impacto de ver las noticias de Ucrania", asegura la experta.
La dureza de las imágenes que se están emitiendo en los medios de comunicación y a las que se tiene fácil acceso crea un impacto muy grande en toda la sociedad. "Ahora podemos escuchar gritos desgarradores a miles de kilómetros de distancia, ver fallecidos, heridos y eso, sin duda, genera un impacto muy grande. Por eso es tan importante dar a conocer la traumatización vicaria, el hecho de que nos podemos traumatizar sin vivirlo en primera persona”, concluye.