Montar una fiesta. Abrazar a los tuyos. ¡Cañas! Ir a un concierto. Un viaje. Pasear por la playa. La geografía española está ahora mismo repleta de deseos suspendidos. En pausa. Casi pueden verse, aplaudiendo junto a las personas en los balcones. Cada uno, los suyos. Y van cogiendo fuerza. ¿De verdad vamos a hacer todo eso al salir? ¿Bajaremos ya desde el primer día al bar de siempre aunque no tenga terraza? ¿Habrá más divorcios? ¿Y el metro? Hablamos con Sara Landesa (46 años), una española que lleva quince años viviendo en China para que nos explique de primera mano cómo es, por fin, volver a la vida después de dos meses de encierro. ¿Está donde la dejamos?
La primera pregunta que lanzamos desde Uppers por Skype (el gobierno chino no permite usar whatsapp, solo wechat) no va a obtener la respuesta que quizá estás esperando:
-¿Qué es lo primero que hiciste al acabar la cuarentena?
-Oficialmente la cuarentena aún no ha terminado, los niños siguen sin ir al colegio, tenemos que utilizar mascarilla, nos siguen tomando la temperatura cada vez que entramos en cualquier sitio y sigue habiendo mucho comercio cerrado, pero hace cinco días me di la alegría de tomarme una cerveza en un bar. ¡Y te aseguro que sabe a gloria!
Bien. Esta es la frecuencia de onda en la que vamos a tener que movernos. En este artículo y ahí fuera, cuando sea el momento. Quizá a algunos les dé bajón, pero todos los psicólogos afirman que ir preparándose mentalmente funciona contra la incertidumbre. Contra la ansiedad que la incertidumbre provoca, más bien. La idea es ir gestionando fuerzas y expectativas. Y una cosa parece clara: la esperada vuelta no va a ser de 0 a 100.
Sara Landesa (46) lleva 15 años en el gigante asiático, al frente de la empresa de importación y exportación Chengdu ASK China Consultants Se fue unos meses a aprender el idioma y se quedó. Vive en Chengdu (el hogar del 80% de los osos panda del país), a 1.150 km de Wuhan, el equivalente a la distancia entre su Galicia natal, donde vive gran parte de su familia, y Barcelona. Poca si tenemos en cuenta los 5200 kilómetros que hay entre los extremos oriental y occidental del país o los 5500 que distan de norte a sur.
Estuvo en confinada casi dos meses, como ya nos contó cuando la entrevistamos en los primeros días de encierro español (¿hace ya siglos?) para entender bien lo que nos esperaba por delante. En todo ese tiempo, Sara ha dejado de tener ingresos, como les está sucediendo a mayoría de los autónomos españoles, y se ha visto forzada a expandir mentalmente los límites físicos de su piso, ubicado en una urbanización de mil vecinos, pequeña para las de la zona. Aunque ahora ya está en otro momento, dos meses y dos semanas después. Ahora puede salir 'libremente' a la calle.
"¿Qué fue lo primero que hiciste?", insistimos desde el encierro de un salón madrileño. "Ir a Peter’s Texmex, un restaurante de comida mexicana que me encanta y siempre está lleno, pero solo éramos dos mesas", responde. "El ánimo es como si fuera un cumpleaños, el encuentro con un amigo es como una fiesta, pero no hay fiestas, no sé si me explico", dice. "Sientes algo de tranquilidad al ver a los demás en actitud más o menos normal, te va llamando la atención que abra esta tienda, aquella peluquería o aquel taller de coches; cada negocio que abre es como volver un poco más a la vida", añade.
Pero hay cambios. Algunos bastante significativos. Muchos, en realidad. "En algunos restaurantes pequeños solo puedes comprar comida para llevar, no dejan sentarse en todas las mesas de los grandes, van alternando una con gente y otra libre, te toman la temperatura cuando entras en cualquier sitio, incluidos centros comerciales o edificios, en los restaurantes hay que registrarse porque te quitas la mascarilla para comer… ¡Todo el mundo lleva una! Por el momento no hemos pasado a la normalidad completa, seguimos y siguen protegiéndonos", explica.
"¿Por qué hay que registrarse en los restaurantes?", repreguntamos. "Te mando una foto de una amiga con la fui a comer haciéndolo: como tienes que quitarte las mascarillas para comer, te toman la temperatura y la apuntan junto a tus datos, nombre y número de teléfono. De esta forma si surge algún problema saben quién estuvo en el restaurante ese día y pueden controlar el foco", explica. La idea del registro en Madrid parece una utopía, pero ya se dejó de fumar dentro de los bares y también lo pareció entonces. La duda es cómo casa esta medida con las libertades individuales.
Es decir, se sale de casa, pero no del miedo. Le preguntamos por los temores que aparecen en ese nuevo modo de encarar lo cotidiano. "Por el momento sigo sin coger el autobús o el metro, evito lugares con mucha gente, cosa que es difícil en China, y en general la vida es igual que en la cuarentena pero permitiéndote a ti misma salir de casa para alguna que otra cosa más que hacer la compra", insiste. En su comunidad de vecinos, por ejemplo, al igual que en todas las de la ciudad, desinfectan las zonas comunes todos los días y toman la temperatura a todas las personas que entran al recinto y también al personal (jardineros, etc) que trabaja en ella. "Desinfectan portales, escaleras y columpios y nos mandan un informe diario a cada uno con fotos", puntualiza. Fotos como esta de aquí abajo:
Eso sí, los abrazos siguen retenidos en el limbo, sobre todo por lo cultural. En el tocarse sí que hay diferencias con el Mediterráneo. "En cuanto pueda ver a mi familia, que ahora no puedo salir, te aseguro que el abrazo va a ser enorme. Pero aquí forma parte de la cultura que las personas no se den la mano ni se besen al saludar; entre los extranjeros normalmente sí lo hacemos, pero no, por el momento no hay contacto ni entre los de fuera", explica.
Le pedimos sus trucos de protección del día a día para cuando nos toque, quizá el 11 de abril, aunque todo parece indicar que el encierro se extenderá. ¿Mascarilla? "¡Muy importante! Todo el mundo la lleva". ¿Guantes? "Es más raro. Ten en cuenta que el coronavirus se contagia por boca, nariz y ojos y esa es la zona que hay que proteger: lo esencial es no llevar la mano a la cara cuando se está fuera de casa, si lo haces da igual que lleves o no guantes. No a las gotitas invisibles que salen al hablar o estornudar". ¿Taxi? "Con precauciones. Ellos protegen los coches con plásticos entre el conductor y los pasajeros. Te mando una foto de un coche de alquiler con conductor que pedí (en España son Uber y aquí la empresa se llama Didi)".
¿Sitios cerrados? "Mejor evitarlos y elegir terraza, sentarse en una que quede a la distancia de seguridad aún sentados, estar atenta a ver si desinfectan los sitios comunes…". ¿Ascensor? "En esta otra foto ves cómo en los ascensorores hay toallitas de papel y una papelera. Coges la toallita para pulsar el botón del piso al que vas y tiras la toalla: el dedo no toca el botón del ascensor".
No lo tienen todo hecho, como podría parecer desde Europa. O desde España, más bien, donde seguimos con las UCIS desbordadas. El gobierno chino continúa muy atento a las fluctuaciones de los contagios. En los últimos días ha detectado que la mayoría de los recientes llegaban del extranjero, así que acaba de aprobar una norma por la que temporalmente no permiten regresar a China a extranjeros, aunque tengan visado y permiso de residencia vigentes. "Comparto esta medida, ojalá muchos países hubieran tomado una así hace tiempo en vez de dedicarse solo a contar el número de contagiados importados sin hacer nada, pero la verdad es que, si soy sincera, no me esperaba que a punto de terminar se seguirían aprobando normas excepcionales", explica.
Le preguntamos por el futuro. Plazos concretos. Cuándo cree que irá volviendo todo a su ser. "No se sabe", responde. "La gente dice que cuando los niños empiecen a ir al colegio. Yo supongo que una vez se haya curado el último enfermo habrá que esperar 15 días y nos dejarán quitarnos las mascarillas, pero entonces la polución será muy alta así que no lo haremos (risas). Fíjate que yo creo que paradógicamente la contaminación ha salvado vidas cuando se activó la alerta, porque las mascarillas se agotaron enseguida pero muchos teníamos alguna en casa por eso. Lo que tenemos claro es que lo que haga el gobierno estará bien hecho porque gracias a su actuación cerrando territorios y poniendo ciudades enteras en cuarentena se ha podido controlar el contagio", dice, y sorprende un poco su obediencia, que coincide con la de sus vecinos.
Y esa sí que parece ser otra gran diferencia con España e Italia. "La experiencia ahí está siendo terrible, muy dura, y habrá secuelas y heridas que tardarán mucho en cicatrizar. Por otro lado, la pandemia nos está separando físicamente, pero psicológicamente estamos más unidos que nunca. A la hora de salir a la calle y celebrar con los tuyos cuando se acabe la cuarentena diría que será parecido que en China, pero habrá una diferencia: la alegría se mezclará con la indignación, aquí no hay indignación", concluye.
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