Laura Rojas-Marcos, psicóloga: "La salud mental empieza en los genes y se modela en el entorno durante los primeros 20 años de vida"
El 25% de la población sufrirá en algún momento un problema de salud mental, ¿pero dónde comienzan a gestarse estos problemas?
Para responder a esta pregunta, hemos hablado con distintos expertos sobre los ámbitos en donde más nos la jugamos: la familia, la educación y el trabajo
Laura Rojas-Marcos: "No podemos evitar la adversidad, pero sí podemos trabajar las herramientas necesarias para gestionarla de manera saludable y serena"
Si existieran los termómetros emocionales y al final del día nos tomáramos la temperatura, ¿cuál sería la lectura? ¿Entraríamos en la zona roja de la ansiedad, la tristeza, el agobio, la euforia…? Quizá comprobaríamos que vivimos en un malestar crónico que requiere una intervención.
Cada vez es más frecuente acudir al psicólogo o al psiquiatra, medicarse o realizar algún tipo de terapia. Pero antes de llegar a la consulta del terapeuta, antes de que el malestar se convierta en enfermedad o en algo con lo que no podemos convivir, ¿dónde empieza la salud mental? Conocerlo nos ayudará a saber cuándo y cómo estamos perdiéndola. Para ello, les hemos preguntado a distintos expertos sobre los ámbitos en donde más nos la jugamos: la familia, la educación y el trabajo.
Las cifras de un problema real
El estado de nuestra salud mental se ha colado en la agenda política y social. Vistos los datos, asombra que no haya ocurrido antes. Según la Confederación de Salud Mental de España, 1 de cada 4 personas tiene o tendrá algún problema de salud mental a lo largo de su vida. El 6,7% de la población está afectada por la ansiedad, exactamente la misma cifra de personas con depresión. Las mujeres sufren ambas patologías el doble (9,2%) respecto a los hombres (4%).
Entre el 2,5 y el 3% de la población adulta tiene un trastorno mental grave. Esto supone más de un millón de personas. 7,3 millones de jóvenes, casi la mitad de la gente de entre 15 y 29 años (48,9%) considera que ha tenido algún problema de salud mental.
Cuando el problema se diagnostica, el 88% de las labores de atención y apoyo se realiza de manera informal, a través de cuidadores cercanos, pero no instruidos, como la familia o los amigos. Y esto también tiene un coste emocional para quienes prestan los cuidados.
Prevenir mejor que curar
La prevalencia de los trastornos mentales en todo el mundo va en aumento. En la actualidad, el 9% de la población mundial tiene algún trastorno mental y el 25% lo tendrá en algún momento a lo largo de su vida, según la OMS. Los informes de este organismo también indican que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030.
La invisibilidad del problema ha hecho que más de la mitad de las personas con trastorno mental que necesitan tratamiento no lo reciban, y que un porcentaje significativo no reciba el adecuado. ¿Qué papel juega aquí el desconocimiento? El hecho es que la mayoría de las personas nos enfrentamos a los problemas de salud mental de manera acrítica. "No es lo mismo prevenir que curar, no es lo mismo prevenir que tratar cuando ya hay patología o algún trastorno", afirma la psicóloga Laura Rojas Marcos.
La información médica y científica sobre cómo actúan los tratamientos es abundante, pero desde hace unos años se investiga la prevención. "Prevenir es fundamental. De hecho, parte de mi trabajo se inspira en eso, no solo hago tratamientos, sino que también intento, a partir de mi trabajo de divulgación, ayudar a entender cómo funciona, qué necesitamos, cuáles son los pilares de esa salud mental y emocional para poder cuidarla. De ahí la importancia del autocuidado para poder entenderla. La salud mental y emocional está completamente vinculada a nuestro cuerpo. Por lo tanto, no hay que hacer una sin la otra, sino integrar todos esos pilares", asegura esta experta.
¿Dónde empieza?
Antes de que lleguemos a la consulta de un profesional por algún trastorno, ¿dónde empieza nuestra salud mental? "Empieza en los genes, en nuestra fisiología, en lo que heredamos de nuestros padres", afirma Rojas-Marcos.
Pero los genes no lo son todo. Rojas-Marcos introduce algunos matices: "independientemente de los genes, el entorno influye. Esto aparece de manera clara en todos los estudios de psicología. No hay que olvidar que nacemos con un temperamento, eso son los genes. Luego, el carácter se va haciendo a partir del entorno, del ambiente en que crecemos, dependiendo de si es seguro o inseguro. Con los años, durante los primeros 20 años, a partir de esos genes, del temperamento, del carácter, se va formando nuestra personalidad”.
Familias: educar en el respeto y la serenidad
Para la psicóloga, el entorno juega un papel clave en los primeros años de vida, especialmente la familia. "El entorno familiar es el primer escenario de nuestra vida para la mayoría de las personas. Toda esa dinámica, si conseguimos desarrollarnos en un entorno seguro y estable, con mensajes coherentes y saludables, que parten del respeto y la serenidad, de una buena comunicación a la hora de cuidar y de educar, nos hará saber cómo cuidarnos a nosotros mismos", explica Laura Rojas-Marcos.
El ejemplo y el estilo de vida pueden promover o lastrar la salud mental. "Nuestros cuidadores, padres y familiares serán quienes, a través de su ejemplo, harán que los niños repitan determinadas conductas. Por ejemplo, unos padres que fuman o abusan del alcohol aumentan la probabilidad (insisto en probabilidad, no hay causa efecto) de que esos hijos también tiendan a repetir esa conducta. Es importante, dentro de una moderación y sentido común, que los padres tengan claro que es importante transmitirles a sus hijos valores, y principios coherentes".
Expectativas realistas
Pese a que los modelos de crianza pueden parecer más tolerantes que hace unos años, las exigencias que imponemos a los hijos, tanto en la infancia como en la adolescencia, pueden ser excesivas.
Queremos que nuestros hijos hagan muchas cosas y todas bien, que les guste lo que nos gusta a nosotros y que no den síntomas de cansancio. Pero son seres vulnerables "y las expectativas deben ser realistas. Debemos procurarles un entorno seguro para que puedan desarrollar una personalidad con recursos, con habilidades que les permitan poner en marcha su inteligencia emocional y social, la capacidad para ejercer la fuerza de voluntad, la tolerancia a la frustración y sus habilidades comunicativas", asegura la experta.
¿Cómo promover 'espacios mentalmente sanos'?
Después de la familia, el segundo lugar donde más se forma nuestra personalidad es la escuela y, pasados unos años, es el trabajo donde más horas pasamos y más interaccionamos.
Con la salud mental en boca de todos, ¿ha cambiado el paradigma? "Hasta no hace mucho se centraba todo en los resultados, en los números, en las notas, en lo productivo que puede ser un trabajador, un empleado. Eso alimentaba mucho la competitividad, cosa que sigue existiendo, pero quizás también se está valorando otros conceptos como las habilidades sociales, la Inteligencia Emocional y lo que ahora en las empresas llaman los 'soft skills', las habilidades suaves, que tienen que ver con esa Inteligencia Emocional a la hora de comunicar, de empatizar, de trabajar en equipo y de liderar, de gestionar la motivación y la asertividad. Evidentemente, la asertividad, saber comunicar, saber poner límites y saber convivir con la presión y el estrés… La vida sin estrés no existe. La vida es cambio, el cambio es vida y tenemos que aprender a convivir y a gestionar el estrés, los cambios y las adversidades", asegura la psicóloga.
Conocernos y cuidarnos
Saber cómo el estrés se expresa en nuestras emociones y en nuestra fisiología puede ayudar. "A mis pacientes les digo que si llamamos a las cosas por su nombre, vamos a poder abordar de lo que estamos hablando. Por ejemplo, no es lo mismo tener miedo a hablar en público que tener miedo a las alturas o a las arañas o a los gérmenes. Todos tienen en común el miedo, pero algunos son más específicos, algunos se ven, otros no se ven y tienen efectos distintos. Por tanto, llamar a las cosas por su nombre, siempre ayuda a identificar para poder reaccionar y tratar lo mejor posible. Y en esa identificación está poder prevenir de situaciones graves", explica la experta.
Nombrar, conocernos y cuidarnos, estos son los recursos para, no solo preservar nuestra salud mental, sino vivir en un entorno más armónico. "No podemos evitar la adversidad, pero sí podemos trabajar y practicar las herramientas que necesitamos para poder afrontarla de una manera saludable, con entereza y serenidad".