“Todos los seres humanos tenemos, en mayor o menor medida, miedo a morir”. Lo que comenta la Doctora Europea en Psicología y miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) Cristina Mae Wood es un miedo común y normal a la muerte, hasta que llega a niveles desproporcionados que afectan a la vida cotidiana de la persona. Entonces ya no se habla de un miedo normal, sino de tanatofobia. Pensar en tu propia muerte o en la de un ser querido, en el posible sufrimiento e impredecible agonía, puede interferir significativamente en el día a día de quien sufre esta obsesión. Hablamos con tres psicólogos para conocer qué causas pueden desarrollar ese miedo o qué técnicas pueden ayudarles.
Hay varios términos que están relacionados con la muerte, por eso es importante tener claro que la tanatofobia, según la psicóloga de El Prado Psicólogos Leticia Doñagueda, es un “miedo injustificado y persistente” a morir, en contra de lo que es la necrofobia, que según el psicólogo Isidro Pérez Hidalgo, se refiere al miedo a lo que rodea la muerte, como los funerales o los cadáveres.
Los tres especialistas apuntan a que es normal tener ese miedo a morir, coincidiendo en calificarlo como una emoción adaptativa, capaz de ayudar a protegernos de los distintos peligros a los que estamos expuestos e incluso permitiéndonos evitar situaciones de riesgo. Pero entonces, ¿cuándo se habla de tanatofobia? Los expertos coinciden: en el momento en el que ese miedo empieza a interferir negativamente en la vida cotidiana de la persona.
Las causas pueden ser muy distintas, por eso Cristina Mae Wood señala tres factores. El primero la personalidad, donde entra indudablemente la genética, pues si los antepasados han tenido altos niveles de ansiedad, hay una predisposición a sufrirla. La educación o la cultura es otro factor más, en especial a niveles religiosos, donde la imagen establecida del infierno puede crear esa visión catastrófica de la muerte. Y una tercera causa donde coinciden los tres expertos, las experiencias. El escuchar o ver cómo un familiar o una persona querida muere de forma traumática es una situación que queda grabada en la memoria de la persona y hace que “ese miedo natural se amplifique”, afirma Pérez Hidalgo.
El principal síntoma está claro, un miedo desproporcionado a la muerte, pero también se pueden manifestar a otros niveles, llegando a afectar al cuerpo, provocando un latido acelerado del corazón, sudoración, sequedad en la boca, u opresión en el pecho; a la conducta, al abandonar actividades que antes era placenteras, insomnio, aislamiento o falta de actividad física; y a los pensamientos, estando más irritable, teniendo crisis de ansiedad, depresión o altos niveles de hipocondría.
Un tratamiento, al igual que para cualquier otro tipo de fobia, debe estar supervisado siempre por un especialista. Los expertos consultados coinciden en que existen distintas formas de abordar el problema. Cristina Mae Wood señala dos sesgos cognitivos que ve importante que el paciente detecte. El primero es el atencional, en el que se presta demasiada atención a lo que es amenazante para ellos, y un segundo que es interpretativo. En este caso, una persona tanatofóbica interpreta cualquier información de la forma más catastrófica posible.
Por ejemplo, en vez de pensar que se ha tosido por tener la garganta seca, directamente cree que se ha contagiado con el coronavirus. Por eso la psicóloga apuesta, entre otros métodos, por la reestructuración cognitiva, que consiste en identificar los pensamientos irracionales, saber flexibilizarlos o sustituirlos, buscar distracciones que le alejen de informaciones relacionadas con la muerte y aprender a hacer interpretaciones realistas, basadas en la evidencia.
Los expertos también hablan de la realización de actividad física, ya que ayuda a la relajación y, por tanto a crear unos pensamientos más positivos. Luego existen técnicas de distracción, de hipnosis o de un abordaje integral por el que apuesta Leticia Doñagueda, en el que ver si existen eventos pasados que hayan provocado esta fobia y así descubrir el significado que tiene en el paciente el miedo a la muerte, trabajando desde ese suceso del pasado.
En la situación actual en la que se encuentra España con toda la población confinada en sus casas y un virus prácticamente desconocido, los expertos coinciden en que se agrave la fobia en quienes ya la padecían. “Ahora mismo no existe otra cosa y es un bombardeo constante de información, por lo que es normal el aumento de la desesperación y el miedo a contagiarse”, señala Pérez Hidalgo. Por eso, como la integrante de la SEAS apunta, extreman las medidas de higiene y desde que presentan un mínimo síntoma hacen la interpretación más catastrófica. Tal es el grado de miedo que, como comenta Doñagueda, ni siquiera quieren salir de sus casas para evitar cualquier fuente de contagio, dado que la posibilidad de muerte a la que tanto temen es más cercana.
El porcentaje de la población que sufre esta fobia es mínimo, oscilando entre el 1 y el 2% según los expertos, y puede aparecer más frecuentemente en mujeres porque a ellas “se les ha permitido e incluso reforzado con atención y cariño mostrar las emociones o los miedos, mientras que en ellos está mal visto”, según Cristina Mae Wood, quien avanza, en la situación actual, un posible repunte en los sanitarios por las difíciles y estresantes experiencias que viven a diario.