Si se dejase llevar por el primer impulso, Enrique, de 47 años, estamparía contra la pared el plato de su suegro cada vez que le escucha sorber la sopa y soplar para que se enfríe. "Parece enloquecer. Empieza enfurruñándose y acaba en un estado de nerviosismo que al resto nos parece desproporcionado. Cada vez más, evita comer en familia", relata su pareja María. Fue ella quien, desesperada, rebuscó en internet y se introdujo en foros hasta dar con la causa del histerismo de Enrique: la misofonía. un trastorno que hace que algunas personas tengan reacciones anormalmente fuertes y negativas a sonidos que emitimos los humanos de forma cotidiana, como masticar, sonarse, toser o simplemente respirar.
En ese momento, María recordó a aquel viejo profesor que entraba en cólera cada vez que la sorprendía masticando chicle. Y entendió que quizá esa era la razón por la que a ese compañero de oficina le saca de quicio el simple tintineo de la cucharilla removiendo el café, los insufribles sorbos a la sopa o el ruido de las palomitas en la sala de cine. Existen, igual que su pareja, personas que padecen misofonía. Les puede ocurrir con un solo ruido o ampliar el repertorio de sonidos insoportables. En cualquier caso, la convivencia no es fácil.
Generalmente, estas personas pasan por maniáticas o, según la intensidad de su desagrado, por obsesivo compulsivas al estilo del infame Jack Nicholson en algunas de sus películas o del incorregible Woody Allen, que dice volverle loco el ruido del cuchillo en el plato al cortar la comida o que es incapaz de ducharse si el desagüe está en el centro. El productor Jeffrey Scott Gould cuenta que sintió un gran alivio cuando un amigo le comunicó que había descubierto que su rareza no era tal, sino un trastorno neurológico real.
Scott Gould decidió hablar de ello y dar voz a quienes, como el, padecen misofonía, en un documental que tituló 'Quiet Please' (2015). "Después de una vida conviviendo con esta sensibilidad al sonido, tuve la confirmación de que se trataba de un trastorno y decidí explorar el impacto emocional y psicológico de quien lo padece, pero también el impacto en sus relaciones, en la dinámica familiar y otros aspectos. Vi que había muchas personas como yo". Aunque se desconoce su incidencia, parece mucho más elevada de lo que podríamos imaginar (entre el 6% y el 20%).
La misofonía empezó a ser objeto de estudio recientemente y, poco a poco, vamos conociendo detalles de esta patología que nos ayudarán a ser comprensivos a esa gente que, como Enrique, hasta ahora creíamos demasiado tiquismiquis o histérica. El nombre viene de la fusión de los términos griegos 'misos' (aversión u odio) y 'phonia' (sonido). Hace solo unas semanas, investigadores de la Universidad de Newcastle (Australia) han publicado que la explicación estaría en que existe en estos pacientes una mayor conectividad en el cerebro entre la corteza auditiva y las áreas de control motor relacionadas con la cara, la boca y la garganta.
Es la primera vez que se identifica una conexión cerebral de este tipo. "Nuestros hallazgos indican que para las personas con misofonía existe una comunicación anormal entre las regiones del cerebro motor y auditivo; se podría describir como una conexión hipersensibilizada", indica su autor principal, el neurocientífico Sukhbinder Kumar. Curiosamente, encontraron también un patrón similar de comunicación entre las regiones visual y motora, lo que sugiere que la misofonía podría desencadenarse igualmente con un estímulo visual. Estos primeros resultados les sirven a los investigadores para desarrollar nuevas soluciones terapéuticas para quienes sufren esta afección considerando las áreas motoras del cerebro.
Algunas técnicas para minimizar su efecto
A la espera de nuevas terapias como las que ya están explorando los investigadores de Newcastle, algunas técnicas ayudan a estos pacientes a tener una buena calidad de vida sin ver alteradas sus relaciones familiares y sociales a causa de la misofonía. Por ejemplo, las terapias cognitivo conductuales para mejorar la tolerancia, las técnicas de relajación para combatir el estrés, el uso de tapones en los oídos y, en general, evitar malos hábitos, como el consumo de alcohol y sustancias excitantes, que puedan agravar la reacción.