La depresión otoñal existe y se puede evitar
Si apenas tienes vida de lunes a viernes y concentras todo el ocio en el fin de semana, no solo te estás aburriendo, sino que estás más cerca de padecer un trastorno depresivo. Y no solo en otoño
Miércoles 25 de septiembre. Ni siquiera ha amanecido. Si pudieras elegir, no te levantarías de la cama ni por todo el oro del mundo. Si pudieras elegir. Pero no tienes elección. Te espera la rutina de cada semana, la que hace que tu mundo funcione. Te animas a ti mismo y te dices que hay que comerse el mundo. El asunto es que no tienes hambre. Acaba de empezar el otoño. El diagnóstico viene solo: tienes depresión otoñal. ¿O no? Vamos a ver hasta qué punto es así.
No es la estación, es la actitud
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“En psicología decimos que la depresión otoñal no es distinta a otra depresión. Lo importante no es tanto la estación, sino los síntomas asociados: tristeza, cansancio, mal humor… Pero en otoño sí pasa algo distinto. Independientemente de que nos ocurran cosas negativas, en esta época del año ya estamos en el trabajo a pleno rendimiento y no tenemos acceso al ocio ni a las cosas que nos proporcionaban bienestar en verano”, explica Ricardo de Pascual, profesor de Psicología de la Universidad Europea y portavoz del Instituto Terapéutico de Madrid.
Un error tremendo es circunscribir el ocio a los fines de semana
Para estos trastornos emocionales ayudan, además, otros factores externos, como la menor cantidad de horas de luz y los cambios hormonales propios de todo cambio de estación, los mismos que nos hacen regular el apetito o nuestra temperatura corporal.
Teniendo claro que estos cambios van a ocurrir sí o sí, ¿hay algo que podemos hacer? Para este psicólogo, practicar actividades que nos hagan sentir bien es la mejor protección contra la tristeza. “Un error tremendo es dejar el ocio circunscrito al fin de semana. Es mejor alternar el ocio con el trabajo, en la medida de lo posible”. Precisamente, en ‘la medida de lo posible’ reside la clave. Si el ocio nos quita horas de sueño estaremos incurriendo en un nuevo error porque la falta de descanso es la antesala de un trastorno emocional. “A mis pacientes siempre les pregunto si no están más cansados que deprimidos. Si no duermes bien, no tomas suficiente agua o no estás bien alimentado, vas a sentirte muy cansado. Fisiológicamente, el cansancio y la tristeza son procesos similares y podemos confundirlos”.
Cuidado con las etiquetas: pensamos como hablamos
Si ya sabemos que no es cansancio, sino una tristeza que nos hace plantearnos la ruta vital, es momento de poner en marcha todos nuestros recursos. “Todos pasamos por malas rachas, algunas son inevitables. La cuestión es qué hacemos ante ellas, qué actitud tomamos y cuándo tenemos que pedir ayuda. En ese sentido, las mujeres llevan ventaja porque están acostumbradas a compartir sus sentimientos; por eso, ellas recurren más al psicólogo. En cambio, a los hombres les han educado como tullidos emocionales y son menos dados a pedir ayuda profesional”, explica Ricardo de Pascual.
Fisiológicamente, el cansancio y la tristeza son muy parecidos y originan respuestas muy similares: por eso tendemos a confundirlos
Contando con la intervención médica necesaria, ¿qué hacer cuando uno abandona la consulta del psicólogo? “Social y culturalmente prima un discurso pesimista, parece que no se puede decir que a uno le va bien, pero eso es peligroso porque terminamos pensando como hablamos. Por eso es tan importante lo que decimos de nosotros mismos y de los demás”. Cultivar la red familiar o de amigos, huir de los discursos negativos en exceso o premiarse con pequeñas contribuciones son, según este profesional, las herramientas que nos permitirán esquivar la tristeza del otoño y de cualquier otro momento.
El efecto ‘bola de nieve’
Si la especie humana ha sobrevivido ha sido por su capacidad de adaptación, lo que implica una interacción continua con el ambiente y con los otros. Sin embargo, la sociedad actual niega esta interacción. Por ejemplo, si entre amigos o compañeros de trabajo decimos que alguna noticia nos ha impresionado, nos van a tachar de débiles y nos situarán lejos del prototipo de macho o hembra alfa. La reacción más común será no decir nada. Automáticamente, empezaremos a vernos fuera del grupo al tiempo que estaremos predisponiéndonos a sentirnos peor. Es el efecto 'bola de nieve’ de la depresión: cada vivencia la etiquetamos como más negativa que la anterior.
¿Hasta qué punto es una reacción individual o inducida por la sociedad? “La cuestión es que intentamos dar una respuesta personal a un problema estructural. Si no trabajamos un determinado número de horas de determinada forma, no somos de valor. Y la experiencia demuestra que necesitamos alternar trabajo y ocio, pero la realidad es que no tenemos las suficientes horas para hacerlo todo: trabajar, compartir horas con los nuestros y dedicar algún tiempo a eso que nos da bienestar. Sin embargo, es fundamental crear nuestras redes de apoyo y dedicar espacio a lo que consideremos más positivo para nosotros”, resume este psicólogo.
Cómo evitar la bajada de ánimo
Además del ocio y de las redes de apoyo personales, podemos afrontar el ‘bajón’ del otoño o de otros momentos del año con pequeñas acciones de gran valor:
- Ingerir suficiente vitamina C y B. Son las vitaminas de la vitalidad. Incluye en la dieta cítricos, y otras frutas con alto contenido en vitamina C, como las fresas, el mango, la papaya o el kiwi. Los huevos, la carne, el pescado o los cereales integrales te proporcionarán la suficiente vitamina B. Los lácteos y los moluscos serán la fuente principal de calcio y magnesio, otros aliados imprescindibles contra la depresión otoñal.
- Tomar el sol. Mejor unos 20 minutos y, excepcionalmente (a no ser que sea verano), sin protección. No sólo te ayudará a superar la tristeza, sino que contribuirá a prevenir la osteoporosis. La mayoría de la vitamina D que absorbe el organismo proviene de la radiación ultravioleta, mientras que el resto se consigue a través de la nutrición. Los alimentos más ricos en vitamina D, además de los lácteos, son los huevos y el pescado azul como el salmón, el atún o las sardinas. Aunque en España consumimos mucho pescado, el 50% de la población española presenta un déficit de vitamina D. Si estás en este caso, toca rediseñar la dieta, con mayor presencia de alimentos ricos en esta vitamina, o tomar algún suplemento nutricional, siempre bajo supervisión médica.