Uno de cada dos jóvenes considera que van a ver el mundo desaparecer y cada vez que hablan del futuro sufren miedo, palpitaciones y sensación de angustia. Es decir, una serie de sensaciones desencadenadas por la incertidumbre de lo que está por venir, y no por la situación económica o sanitaria, sino por la medioambiental. Es lo que se conoce como ecoansiedad, ecoangustia o ecomiedo, un fenómeno global que, de acuerdo con un reciente estudio de The Lancet, crece por momentos.
Tras realizar una encuesta a 10.000 personas de 10 países diferentes y edades entre los 6 y los 25 años, un 45 % de los encuestados afirma que la preocupación por el clima afecta de forma negativa a su vida cotidiana, tres cuartas partes creen que el futuro es aterrador, y un 56 % asegura que la humanidad está condenada. "Los jóvenes son más sensibles al tema: han sido educados en la conciencia ecológica porque el futuro les va a tocar a ellos. Además, se consideran víctimas de los actos de irresponsabilidad de las generaciones precedentes", afirma Gemma San Cornelio, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC e investigadora del grupo Mediaccions.
El calentamiento global, el deshielo de los glaciares, la deforestación o los cambios en los ecosistemas son algunos de los retos a los que ya se enfrenta la sociedad. El cambio climático ya no es un constructo abstracto, sino algo que forma parte de nuestro día a día. La negación y la procrastinación extremas que hemos ejercido históricamente en este asunto es precisamente lo que incrementa la ansiedad.
Sufrimos ansiedad cuando percibimos una amenaza que supera nuestros recursos para hacerle frente y es precisamente esto lo que produce una frustración enorme entre los jóvenes por no poder hacer mucho a nivel individual para salvar el planeta. Un 65% de los encuestados afirma que los gobiernos no hacen lo suficiente para evitar una catástrofe climática, mientras que el 61 % comparte la idea de que no me protegen a mí, al planeta y/o a las generaciones futuras. "Una de las principales razones que llevan a la ecoansiedad es la falta de acción de los mandatarios a la hora de tomar medidas contundentes para evitar este deterioro del planeta", añade San Cornelio.
Precisamente, el estudio 'Young People's Voices on Climate Anxiety, Government Betrayal and Moral Injury: A Global Phenomenon', de la Universidad de Bath, afirma que la ansiedad y la angustia climáticas están relacionadas con la percepción de una respuesta gubernamental inadecuada, y crean sentimientos de traición y abandono. Esta angustia descrita por una acción gubernamental que no responde de manera urgente a la emergencia climática es un problema que va más allá de lo político, porque atañe a una perspectiva de daño personal y ecológico de los jóvenes.
De acuerdo con la misma investigación, cuatro de cada diez jóvenes se plantean no tener hijos por este motivo y se espera que el porcentaje de jóvenes que no desean tener hijos irá aumentando de manera inversamente proporcional al deterioro del planeta. Además, "no se trata de un problema que solo tienen las sociedades modernas y ricas, sino que es un tema de responsabilidad. Está claro que los países en desarrollo no pueden hacer tantos esfuerzos para reducir el impacto medioambiental", advierte San Cornelio.
La forma en que hablamos sobre la crisis climática es importante a la hora de abordar el problema. Las generaciones maduras tenemos "muchos argumentos y justificaciones sobre nuestro comportamiento ecológico: uno es pensar que no nos corresponde a nosotros como ciudadanos, sino que son las empresas, las instituciones y los gobiernos los que deben tomar medidas", explica San Cornelio.
También usamos la idea de compensación como por ejemplo, "si hago una acción contaminante, planto un árbol y ya", o bien el argumento de que las medidas para frenar el cambio climático no son tan urgentes y pueden retrasarse. Sin embargo, nuestros hijos no lo ven así y por eso es importante fijar propósitos en la familia para luchar contra el cambio climático y ponerles en contacto con personas con las mismas preocupaciones para canalizar ese miedo en algo positivo para el planeta.