La soledad ya era pandemia antes del virus: radiografía de un mal que afecta a millones de mayores
La soledad no deseada es la epidemia dentro de la pandemia: existía antes de la covid-19 y ahora se ha incrementado por culpa de los aislamientos forzosos y la pérdida de seres queridos
Radiografiamos un problema que afecta sobre todo a las personas mayores, con datos del INE y el testimonio experto de la ONG 'Amigos de los Mayores'
Este 1 de octubre se celebra el Día Internacional de las Personas de Edad y, este año, va especialmente dedicado la lacra silenciosa de la soledad no deseada. Un desafío cuando se llega a la vejez que, con la crisis del coronavirus, se ha hecho incluso más grande. Una cruel compañera de viaje que tiene nombres y apellidos.
En España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) a fecha 1 de enero de 2019 vivían 9.057.193 personas mayores de 65 años, un 19,3% del total de la población. Y de ellas, más de dos millones vivían solas. Además, el 6,1% tenían más de 80 años, el colectivo con más riesgo de sufrir los embates de la epidemia de soledad y, según las previsiones del INE, en 2068 podría haber más de 14 millones de personas en España con más de 65 años, un 29,4% del total.
La soledad, no obstante, afecta a todo el mundo. Según un estudio del Observatorio Social de La Caixa realizado en 2018 a 1688 personas de todas las edades, el 43,6% se sentía en riesgo de aislamiento social, teniendo más prevalencia cuanta más edad. Así, el 39,81% de los hombres de más de 65 años sentían soledad emocional y el 29,14% soledad social, aunque el porcentaje subía hasta el 53% cuando se trataba de hombres de más de 80 años.
"¿El confinamiento de ahora o el de antes?"
Los datos no dejan lugar a dudas: la soledad no deseada estaba aquí mucho antes de que irrumpiera el coronavirus. "Cuando le preguntaba al inicio de este periplo a María, de 91 años, cómo llevaba el confinamiento, me respondía con una pregunta, que es como decía mi padre que se responde bien: 'Cuál, ¿el confinamiento de ahora o el confinamiento de antes?'", narra Regina Martínez Pascual, del Observatorio de la Soledad y Amigos de los Mayores, en su artículo 'Confinar la Soledad'.
Con las medidas contra el coronavirus el problema ya asentado en la sociedad no ha hecho más que empeorar. "Las personas mayores que sienten soledad han visto incrementado su aislamiento, pues los pocos contactos diarios presenciales, incluso semanales, que pudieran tener se reducen o pierden su presencialidad", explica Martínez.
Durante los peores momentos del estado de alarma y el confinamiento surgieron numerosas iniciativas para intentar paliar el déficit de contacto directo con familiares, amigos y conocidos. Un parche para un momento puntual sobre un problema puntual que no incidía en las causas reales de esa soledad que ahoga cada día a quien la padece.
Según Regina Martínez, también se ha unido el drama de perder a seres queridos sin poder despedirse de ellos por culpa de la pandemia. "Múltiples estudios indican además que la viudedad es uno de los factores que puede desencadenar soledad no deseada en las personas mayores, así como por otro lado es conocida la importancia detener redes personales de calidad para la superación del duelo. Estar sola o solo en el domicilio en que se ha construido toda una vida con la persona fallecida, y no poder salir, puede ser un factor de riesgo para sentir soledad que no podemos pasar por alto si tenemos en cuenta algunos patrones conyugales de la generación que hoy es mayor".
Eliminar el estigma de la soledad
El primer paso para solucionar un problema es reconocer su existencia. Y hacerlo sin tabúes. Sin miedos. Sin el temor del 'qué dirán'. Saber que se está padeciendo soledad no deseada y empezar a fabricar los mimbres para reconstruirse personal y socialmente.
"No podemos permitir que la vergüenza enmudezca a las personas que por su soledad ya permanecen invisibles", apunta Regina quien, además, indica tres pasos por los que se debería pasar para intentar salir del desasosiego de la soledad no buscada.
1.- Poner el problema en el centro: durante muchos años se ha tratado este tema como algo que prácticamente no existía y ahora, gracias en parte a que nos hemos dado de bruces con él por el confinamiento, podemos saber lo que sienten esas personas que lo padecen y ponernos en su lugar. Además, también ayuda a que entre con más fuerza en la agenda política.
2.- Transformar la empatía emergente: ahora que ya sabemos lo que es, "lo relevante es qué hacer con esa empatía, cómo transformarla en algo transformador. Por ejemplo, reconociendo a las personas mayores que afrontan cada día tantas ausencias con estrategias propias, y así revertir las imágenes mayoritarias de vulnerabilidad que recaen sobre ellas. Construyendo, quizás, entornos amigables que no permitan que el aislamiento físico abone la soledad de tantas personas, haya o no haya emergencia, entornos que faciliten oportunidades de participación".
3.- Expectativas y causalidades: "Más allá del discurso de la buena intención, es necesario poner sobre la mesa del estudio de las soledades que vienen las certezas acumuladas para trabajar desde la evidencia, desde la prevención y desde el reconocimiento de la complejidad".