No es fácil establecer relaciones con los otros en un confinamiento. Aunque sean tu familia. O precisamente por ello. El escritor Alejandro Gándara, director de la Escuela Contemporánea de Humanidades, ha comenzado a hacer unas píldoras filosóficas desde su casa en Madrid. La idea es una cada día. La idea es reflexionar sobre lo que nos va pasando a medida que lo vamos sintiendo. Y también un modo, dice, de estar él mismo ocupado con algo que ama para enfrentarse "con cierto entusiasmo a estos días extraños de cuarentena en el hogar".
Gándara, premio Nadal y Herralde, fue mandado como periodista a narrar una misión en submarino de la armada española, y es precisamente ese confinamiento obligatorio, o más bien las pequeñas normas no escritas de esa convivencia, lo que en tiempos de coronavirus se le viene a la cabeza.
"Me impresionó mucho la forma en la se relacionaban, son unos 60 metros cuadrados para 60 personas y se duerme por el sistema de camas calientes, en fin, es complicado. No escuché ni una sola discusión, había incluso delicadeza y ternura en las relaciones. Fue el sitio en el que más aprendí sobre cómo puede uno se relaciona con los otros", explica.
Y ahí pasa a dar unos consejos para una situación diferente, pero son similitudes. ¿Cuál? Estar estos días en casa con los tuyos sin poder salir a la calle y con una nueva rutina por construir, muy alejada de lo normal, y que mientras se va creando puede tender al caos y a los roces. Ahí van sus consejos:
Es muy importante tener "la conciendia de los otros existen. Están ahí y merecen su espacio, intimidad y su circulación por la vida como uno mismo", explica Gándara. ¿Qué quiere esto decir? "No hay que interferir en el espacio que otros necesitan. Ni con ruidos, pequeñas discusiones… Y hay que entender que el otro necesita un espacio para su soledad. Porque la soledad es lo más amenazado en el espacio doméstico".
"Vamos a perder la sensación de paso del tiempo”, prevé. Te desorientas en un hospital, te desorientas en un submarino, te desorientas en una casa. "Hasta el punto que el comandante tenía que decretar el ocaso: lunes amarillas para el día, rojas para la noche", dice. Así que hay que conservar el contacto con el espacio exterior con llamadas y videollamadas, incluso saliendo a la ventana para que "la sensación de tiempo es necesaria para no perdernos y no perder la concentración".
Es muy importante, por pequeño que sea. "Uno necesitas espejos en los que verse, tener sus cosas cerca. Tener un territorio que sea solo de uno. Recuerdo que siempre viajo con un tomo de los clásicos griegos, a los que amo, y recuerdo que en la sala de torpedos, donde tenía el camastro, lo encajaba entre dos tuberías de plomo y así tenía la sensación de que esa parte del submarino era mía, un espejo en el que podía mirarme”, explica.
"Tiene que ser algo amable, a la que pueda entregarse con placer y que de alguna manera le identifique como alguien en la pequeño comunidad en la que está. Tiene que hacerse con amor y con decisión, sobre todo en espacio reducidos", dice Gándara.
"Estamos forjando un mundo con nuestras acciones estos días. Y no hay que temer nada, es un viaje en el que no hay que tener miedo. Sabemos hacia donde vamos, y al fin, la vida no es más que un viaje", concluye.