Beber es un acto social. Forma parte de nuestra cultura, del ocio, de la gastronomía y de las celebraciones. También entra de lleno en la lista de la compra. Seguro que en estos días de confinamiento y de reorganizaciones 'coronavíricas', el vino, la cerveza y algún otra bebida alcohólica. Y seguro que aprovechando que pasamos más tiempo en la cocina (¿desde cuándo teníamos que hacernos las tres comidas del día en casa?) también aprovechamos para darnos a la copa de vino o al botellín mientras organizamos el sustento diario.
Nada que objetar. ¿O sí? El alcohol está tan integrado en nuestra dinámica que ha llegado a parecernos un hábito saludable y cada vez resulta más difícil percibir cuándo el vino, las copas o la cerveza están llegando a límites nocivos.
En estos días, las circunstancias se confabulan para que podamos 'enganchar' una copa tras otra: sin salidas al mundo exterior, perdemos la noción del tiempo y el espacio, toda nuestra realidad (nunca mejor dicho) se vuelve más 'líquida' que nunca. Todos los terrenos se mezclas y se invades: se junta el homeschooling con el teletrabajo, las obligaciones domésticas y la necesidad de informarnos. El botellín del aperitivo de los sábados se instala de lunes a viernes, las botellas de vino caen una tras otra, el gintonic reservado para las ocasiones especiales también aparece. Y no nos falta razón. ¿Hay algo más especial que este momento de confinamiento planetario?
La consecuencia más peligrosa es que normalicemos el uso de las sustancias alcohólicas. El alcohol es tradicionalmente una sustancia de consumo amplio. Según la encuesta EDADES, realizada por el Plan Nacional sobre Drogas del ministerio de Sanidad, un 63,8% de las personas entre 15 y 64 años afirma que lo han consumido en los últimos 12 meses. Casi el 20% lo consume a diario; otro 20%, de uno a tres días a la semana (principalmente en el fin de semana), y alrededor de un 30% lo hace ocasionalmente.
Los hombres son los que más beben alcohol a diario o casi a diario con un 30%, frente al 7'5% de las mujeres. Los que consumen más diariamente son los hombres de 40 a 54 años con un 27,8%. Entre 19 y 39 años se consume de uno a tres días a la semana, en torno a un 30%.
En el alcohol es muy importante la cantidad bebida al día: con más de 50 c.c. de alcohol, entramos en riesgo de adicción. Los hombres de 40 a 54 años son los que conforman principalmente este grupo de consumo, y lo hacen de lunes a viernes. El fin de semana es para el resto de grupos de edad, incluido el segmento entre 15 y 18, hacia los que van dirigidos la mayoría de las campañas de prevención.
Identificar que tenemos un problema de adicción con el alcohol es complejo y, sin embargo, es el primer paso para superarlo, ya que es una patología que implica otros desórdenes. Como recuerda en Uppers Antonio López Culebras, psicólogo y terapeuta de la Fundación Recal, la mayoría de las adicciones se dan de manera asociada. En el caso del alcohol, puede ser una adicción secundaria respecto a la ludopatía.
Sin llegar a escenarios tan dramáticos, es importante reconocer las señales de comienzo de la adicción porque es el momento de ponernos en manos profesionales y en alertar a nuestro entorno.
Independientemente de lo que bebas, te resulta difícil controlar las cantidades. Da igual que sea una simple cerveza o el peor de los aguardientes, siempre terminas ‘tocado’, achispado o directamente borracho. Si no sabes cuándo parar, esta es una clara señal de que tienes un problema con el alcohol.
Así es como se sienten muchos adictos que se definen como ‘bebedores sociales’. Son personas que necesitan tomar un trago antes de empezar el día. Si esto ocurre de manera habitual o bebes solo, al margen de reuniones o eventos, no eres un bebedor social. Es una señal clara de que necesitas el alcohol como un ritual para desenvolverte entre los amigos, la familia o el espacio de trabajo.
Antes de que te des cuenta de que tienes un problema, es muy posible que familiares, amigos y tu entorno más próximo haya detectado algo raro. Puede que incluso hayas ido un paso más allá y que tu relación con el alcohol sea motivo de diferencias. Lo normal es que intervenga el mecanismo de negación y que hagas oídos sordos. Sin embargo, es una de las señales más claras: cuando la supuesta adicción llega al entorno familiar es momento de tomar medidas.
Como todos los depresores del sistema nervioso central, el alcohol adormece progresivamente el funcionamiento de los centros cerebrales superiores, pero antes produce una desinhibición emocional. De ahí, la copita "para animarnos". El problema empieza cuando necesitamos beber para solucionar problemas o situaciones complejas. Si "bebes para olvidar" o tu modo de beber te ha causado problemas en casa, en el trabajo o en otro lugar, presta atención. Esa es una de las señales del alcoholismo más claras.
Cuando no resulta posible dejar el alcohol ni siquiera por cortos períodos de tiempo es indicio de que existe un comienzo de adicción. Otra señal inequívoca es la búsqueda de soledad: aislarte para beber una, dos o tres cervezas y sentirte mejor. Si has llegado hasta ahí, es el momento de actuar antes de que las complicaciones del alcoholismo comiencen a afectar tu salud y relaciones.
Cuando bebes ¿lo haces a un ritmo moderado o apresurado? Si en una reunión social tomas un trago tras otro por miedo a que se acabe o a no poder beber lo suficiente, estás manifestando un comportamiento compulsivo respecto al alcohol que denota que existe una adicción. No sabes beber de forma moderada, sino que tratas de consumir más para llenar una necesidad que cada vez es más exigente.
Cuando otros te abordan para aconsejarte o criticar tu forma de beber sueles responder que podrías dejarlo cuando quieras. La realidad es que siempre que lo has intentado has fracasado, pero temes compartir tu inquietud. La soledad es una de las peores consecuencias de cualquier adicción.
Si además de todas estas señales, has tenido varias lagunas mentales después de beber, te ausentas del trabajo o de tus responsabilidades debido a la resaca y piensas que tu vida mejoraría si no bebieras, ya no hay duda: presentas señales de adicción. Huye, busca ayuda profesional y ten claro que puedes superarlo.