"Voy a seguir llevándola": el síndrome de la cara vacía o por qué quitarse la mascarilla puede provocar ansiedad
¿Qué es el síndrome de la cara vacía? ¿A quién afecta? ¿Puede llevar a suponer un problema psicológico?
Hablamos con el psicólogo Luis Miguel Real para que nos explique por qué se produce
El próximo sábado, 26 de junio, las mascarillas dejarán de ser obligatorias en exteriores
María tiene 64 años y ha estado saliendo de casa lo justo y necesario durante la pandemia. Tiene una enfermedad crónica autoinmune, lleva de baja laboral un largo periodo de tiempo y le daba mucho miedo poder contagiarse y que derivase en un covid grave. Ahora ya está vacunada, pese a padecer una patología crónica tuvo que esperar a su grupo de edad, y poco a poco vuelve a su vida normal, la idea de quitarse la mascarilla el sábado no le hace especial ilusión. "La vacuna no me protege al 100% y con el número de población que está todavía sin vacunar me parece precipitado quitárnosla. Honestamente yo me siento más segura con ella puesta y pretendo seguir usándola".
María comparte sentimiento con miles de españoles que afrontan el fin de la obligatoriedad no como algo positivo sino como un riesgo añadido a la situación actual. Es lo que los expertos han definido como síndrome de la cara vacía. Hablamos con el psicólogo Luis Miguel Real para que nos explique por qué se produce, quiénes son los que más lo padecen y si realmente supone un problema.
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La ansiedad y el estrés de volver a respirar el mismo aire
Cómo han cambiado las cosas en el último año. A estas alturas de 2020 nos decían que las mascarillas empezaban a ser obligatorias en exteriores, incluso en la playa – con algunas excepciones -. Ahora estamos a días que de dejen de serlo. Una noticia que no ha sido igual de buena para todos, como le ha pasado a María, que teme por su salud y le genera malestar. Un claro caso del síndrome de la cara vacía. "Hace referencia a la incomodidad que van a sentir muchas personas al quitarse la mascarilla. Es algo a lo que nos hemos acostumbrado y emocionalmente nos han machacado mucho con su uso como el arma para controlar la pandemia. Es lógico que ahora dé mucho miedo", nos explica el experto.
No llevarla durante este tiempo ha sido sinónimo de enfermedad, de terminar en la UCI, de multa… por una u otra razón todos, en mayor o menor medida, la hemos llevado. "Muchas personas se van a sentir incómodas, les va a generar estrés o ansiedad, como si estás siempre acostumbrado a llevar reloj y un día se te olvida, que realmente miras continuamente a tu mano. Esto es igual, tenemos que olvidar un hábito mantenido en el tiempo".
Los no vacunados o sin la pauta completa, los más afectados
El virus no ha desaparecido, aunque la situación y las cifras mejores con el avance de la vacunación, pero todavía son muchos los que no han pasado por los centros para recibir sus dosis y precisamente estos son los que pueden verse más afectados por este síndrome. Pese a que algunas comunidades ya han comenzado a suministrar dosis a los de entre 30 y 39 años, muchos de los que se encuentran en la cincuentena o sesentena todavía no están completamente protegidos. "Para la gente que está en esa situación los miedos todavía no han desaparecido, tienen muy presentes las consecuencias que puede tener el no utilizar la mascarilla. También puede darse este síndrome en personas vacunadas pero que son muy precavidas" o tienen otras patologías que predispongan a una mala evolución de la enfermedad. Por último, también puede ser común para los jóvenes que están sin vacunar, como es lógico.
El miedo, sin embargo, puede que no sea la única razón por la que quitarse la mascarilla genera ansiedad, a nivel social también va a suponer un cambio importante. "Durante este tiempo hay gente que ha cambiado sus hábitos, por ejemplo, que han dejado de afeitarse, de maquillarse, gente muy introvertida que se sienten seguros con ella puesta… quitársela en público para todas estas personas puede suponer un problema porque pueden llegar a notar que están fuera de lugar", apunta el psicólogo.
Cuidado con demonizar a los que no quieran quitársela
Que la mascarilla deje de ser obligatoria en exteriores no quiere decir que si alguien quiere seguir llevándola haya que tratarlo como un loco o poner en cuestión continua su decisión. "No deberíamos caer en el error de la patologización, de la penalización social a aquellos que decidan ir con ella en eventos sociales, por ejemplo. Tenemos razones de sobra para seguir siendo precavidos, las vacunas no son 100% efectivas y llegan nuevas variantes que ponen en jaque esos porcentajes, por eso no debemos tildar con ansiosas a las personas que se la sigan poniendo en esta situación actual".
Uno de los problemas a los que nos podemos enfrentar a partir del próximo sábado es que se produzca una falsa sensación de seguridad, de que el virus ya no está y nos confiemos más y más. "Que la gente decida seguir llevando la mascarilla en el bolsillo no significa que sean unos exagerados, sino que eligen ser precavidos y tienen razón relativamente legítima para seguir siéndolo. Igual dentro de un año, sí que es algo más patológico. Pero ahora nada, para nada", concluye el experto.