"No más crisis de edad: yo ya pasé la de los 40 y aprendí muchas cosas para el futuro"
Hablamos con Joaquín Casares, que nos cuenta cómo se recicló para ser feliz
Tanto oír hablar de la crisis de los 50 que para Joaquín Casares terminó siendo el parto de los montes: "Parieron los montes y nació un pequeño ratón". Este hombre con alma bohemia cambió las leyes por el teatro a los veinte y, a los cuarenta, el drama por las artes marciales. En esas crisis que llaman de la edad fue despachando consigo mismo todas sus cuitas. Cuando llegaron los 50, ya las había dado todas por ventiladas. Si en la crisis de los 40 se puso mustio tratando de rescatar una adolescencia trasnochada, hoy propone barra libre para disfrutar.
A lo mejor escuchándole estamos aún a tiempo de prevenir esa temida depresión de los 50: "De la crisis de los 40 -dice- aprendes a tomar conciencia de tus prioridades vitales y, lo que es más importante, tratas de ser consecuente con ellas. Te haces menos tremendista, en el sentido de ser capaz de separar la paja del heno: ya no agobia todo tanto. Hay agobios, sí, pero más selectivos".
MÁS
Kirk Cameron: de ídolo con 'Los problemas crecen' a predicador cristiano y condenar la homosexualidad
Rompe con los tabúes: cómo hacer una depilación de los genitales masculinos a partir de los 50 con total seguridad
Arsuaga, 65: "Hay que estar siempre de ida y esforzarse por tener ilusión, porque eso te mantiene activo, joven y feliz"
Que ni la juventud es un divino tesoro, ni la vida es la juventud. "Uno no deja de ser joven por la edad. Más bien son los acontecimientos vividos los que nos van restando o sumando energía y vitalidad. Cierto es que el físico, cumplidos los 50, empieza a quejarse y las agujetas son mayores y tardan más en irse". Es en ese difícil equilibrio entre canas y algunos momentos de erupción energética cuando, a él como a cualquier upper, le encantaría pensar que quizás esté mejor diseñado biológicamente que el resto para prolongar la lozanía.
Pero siempre sale al quite algún científico que recuerda que la edad no es solo un número, sino más años. Un equipo de economistas de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, y del Darmouth College, en Estados Unidos, analizó los hábitos de más de dos millones de personas de alrededor de 44 años en unos 80 países y todo apunta a que, nos guste o no, la llamada crisis de la mediana edad alcanza a todo el mundo.
En el caso de los hombres, no hay un desplome tan acusado ya que la pérdida de testosterona es progresiva y los cambios hormonales no son tan graves como en la mujer. Además, como le decía su padre a Joaquín cuando rondaba los 60, "uno ya no muere de joven".
"Puede que aparezcan nuevos miedos y preocupaciones diferentes -nos sigue explicando nuestro invitado-, pero tienes más recursos. No es labor sencilla y puede llevarnos a crisis más severas que siendo más jóvenes, pero también tenemos más armas para atacarlas y superarlas. Para bien o para mal, medio siglo es ya bastante vida y tienes un gran bagaje de experiencias, éxitos, fracasos, sorpresas y decepciones". Y no solo contamos con las armas que nos concede la experiencia, que son muchas y muy variadas, sino que recalca que somos más capaces de hacer un buen uso de ellas.
Los 50 son para Joaquín un nuevo principio con mucha vida por delante, pero si te conceden ese poso de tranquilidad por las batallas ya libradas. "Suelen ser muchas e intensas -al menos esa es mi vivencia-y eso ya no te lo quita nadie. Pero quedan ganas, muchas, de afrontar y enfrentar nuevos retos". Y la ciencia le da la razón.
Los mismos investigadores de Warwick definen gráficamente la felicidad con una curva en forma de U en la que los mayores picos se sitúan al principio de la vida y a partir de la crisis de la mediana edad. De acuerdo con su teoría, a partir de los 40/45 años se estaría viviendo el inicio de esa cumbre que les llevará a las cotas más elevadas de satisfacción vital. Atrás quedan la pesadumbre, la inquietud y la angustia por el año de los años.
La crisis de los 40 nos sirvió para admitir que hemos dejado de ser jóvenes. Ahora en lugar de sofocarnos soplando velas infinitas, las disfrutamos. Y lo hacemos con el balance vital más o menos liquidado, sabiendo que abandonamos muchos de nuestros proyectos e ideales, pero aún quedan otros. "No te olvidas de los objetivos que se quedaron a medio camino, pero asumimos que algunos de ellos están ya fuera de nuestro alcance, y nos centramos más en lo posible que en lo deseable. Y no se trata de renunciar a los sueños, es que esos 50 te hacen ver por cuáles debes luchar y cuáles debes dejar marchar", explica.
Con menos urgencias y más precauciones. Pero sin crisis. Así es como resumiría Joaquín esta década. "Con más ganas aún, porque eres consciente de los errores cometidos. Y aunque puedes y debes cometer más, será a otro ritmo. Lo verdaderamente maravilloso de los 50 es que, aun con ciertos lastres por las cicatrices, llegas con fuerzas, ánimos y conocimientos suficientes para vivir una nueva vida". La idea es que sea aún mejor, pero eso es algo que solo dirá el tiempo.