De la violencia al deseo: mitos de la testosterona y la masculinidad
Las creencias clásicas sobre esta sustancia la asocian a la virilidad erróneamente
Una voz grave, pelo en pecho, amplia musculatura, mandíbula cuadrada… Podría decirse que son los atributos que atávicamente han servido para definir la masculinidad. Alguien considerado 'muy hombre' debía rebosar dichas características. Todos esos rasgos están directamente relacionados con la testosterona, a la que la prestigiosa Clínica Mayo de Estados Unidos se refiere como "la hormona de la masculinidad". Por si fuera poco, también puede estar involucrada en el rendimiento sexual. De lo cual se podría colegir que cuantos más elevados son los niveles de esta hormona en el organismo, más 'macho' es su portador. Sin embargo, es una idea errónea, sobre todo en tiempos en que el concepto de virilidad tradicional está en entredicho. Más que otra cosa, la testosterona es la hormona de la confusión.
En el cuerpo del hombre desempeña múltiples funciones. Como indica el doctor Antonio Becerra, coordinador del grupo de Identidad y Diferenciación Sexual de la Socieded Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), "está involucrada en el crecimiento del varón, en el desarrollo óseo, de la laringe para el cambio de la voz, del músculo… Lo que va a producir la diferencia entre hombres y mujeres es precisamente la masa muscular. La piel es también muy diferente en hombres y mujeres también por los niveles de testosterona. Y, lo más importante, va a tener una relación directa en las gónadas para la función sexual y la fertilidad".
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También en las mujeres
Una de las paradojas que la rodea es que, pese a su cacareado rol masculino, también está presente en la otra mitad del género humano. "En las mujeres su función es la misma, empezando por el desarrollo en la pubertad. Sus menores niveles determinan las diferencias", dice el experto. "La menopausa viene dada por un descenso de sus niveles de testosterona, y se puede caracterizar por un descenso del deseo sexual. Pero unos niveles altos en la mujer fértil pueden provocar trastornos como un vello excesivo, pérdida de la regla, quistes en los ovarios y, en definitiva, una falta de fertilidad".
Por diferentes circunstancias, los niveles de testosterona pueden menguar en los hombres en alguna etapa de su vida, sin que ello les convierta en otro tipo de criaturas ajenas al género masculino. Ese trastorno se denomina hipogonadismo, y el endocrinólogo señala a la diabetes ("un 33% de los diabéticos va a tener un valor de testosterona bajo"), la obesidad y el estrés como algunas de sus posibles causas. En no pocos casos, el origen y las consecuencias se retroalimentan. Así, una persona estresada verá mermado su deseo sexual, y esto puede llevarle a un estado de ánimo de depresivo. Pero, subraya, "no porque un hombre tenga una falta de deseo sexual o disfunción eréctil tiene que haber un nivel bajo de testosterona". Una vez que se ha demostrado que la testosterona 'flojea', existen tratamientos para devolverla a niveles saludables.
Pero, ¿ocurre al contrario?
Hemos visto que esta hormona va unida a aspectos como la musculatura. ¿Puede desprenderse de ello que las personas con más testosterona tienen, por ejemplo, una mayor resistencia física o son más veloces en el deporte? Recordemos que a las atletas femeninas con altos niveles de testosterona se les prohibe competir pues se considera que parten con ventaja… El doctor Becerra responde afirmativamente: "Los niveles de testosterona aumentan la fuerza y la masa muscular", sentencia.
Yendo aún más lejos, cabría plantearse si la agresividad (que no deja de ser una expresión de fuerza y parece más propia de los hombres a tenor de las cifras de violencia de género) también es un factor que dependa de la famosa hormona masculina. El especialista niega la mayor. "No hay ninguna evidencia que demuestre que la testosterona provoque más agresividad. Si así fuera, hombres con altos niveles de testosterona habría tenido episodios de violencia y no los han tenido. Es más una cuestión cultural y de abuso de sustancias", asegura. Y añade: "Cuando a los transexuales (de mujer a hombre) se les suministra testosterona, no provoca en ellos un aumento de la agresividad".
Por su vinculación con la fuerza y el desarrollo muscular, algunos no resisten la tentación de consumir anabolizantes (derivados de testosterona) para ponerse cachas. Para el doctor Becerra, es una mala elección. "Tienen un efecto perjudicial", apunta. "Aumentan el hematocrito y, en consecuencia, el riesgo de trombosis es más elevado. No digamos si fuman; en ese caso, es un veneno. Está demostrado que pueden producir alteraciones hepáticas. En mujeres, incrementa el riesgo de cáncer de mama".
Varía por periodos
Pero el hecho de que la testosterona esté asociada a la masculinidad no implica que dictamine los tópicos caducos de lo que supone ser "muy hombre" o "poco hombre". "Las mujeres producen testosterona, y los hombres, oxitocina", recalca Ritxar Bacete, antropólogo y autor del libro 'Nuevos hombres buenos' (Península, 2017). "Durante un tiempo se pensó que era definitoria en la construcción de la identidad masculina, y no lo es, salvo en la fase embrionaria: cuando entra más testosterona, surge el pene. Y a lo largo de nuestra vida tenemos una relación variable con esta hormona; por tanto, es absurdo".
Por tanto podemos decir que es más bien la actividad y no el sexo lo que influye en la variación temporal de los niveles, lo que choca con la idea tradicional e invariable de lo masculino y femenino. Bacete ilustra su punto de vista con el caso de las mujeres policía, "cuyos niveles de testosterona pueden ser más altos que los de algunos hombres", y el de hombres que cuidan a familiares o niños, "en quienes aumenta la producción de hormonas que se consideran femeninas". Por si quedaban dudas, y para demostrar que se trata de una creencia poco fundada, añade: "Ningún hombre llega a su casa diciendo: '¡Dónde está el trapo que voy a ponerme a limpiar, que estoy lleno de testosterona!'. Se asocia a determinadas prácticas que ya están definidas socialmente como estereotipos de los chicos, como andar en moto".
Este autor es partidario de revisar el concepto de masculinidad, que no es tan antiguo como se cree: "Es en la revolución industrial cuando se aboga por el hombre rudo, que debe estar dispuesto de ir a la guerra y de trabajar en condiciones infrahumanas. Le tienes que dotar de elementos épicos. De ahí ese desarraigo del hogar y el destierro de todo lo que tenga que ver con las emociones. En la actualidad, en la era de las comunicaciones y el feminismo, ese modelo ya no sirve para una convivencia democrática con las mujeres".